jueves, 30 de enero de 2014




Mientras desciende el sol, lento como la muerte,
observas a menudo esa calle donde está la escalera
que conduce a la puerta de tu guarida. Dentro
se encuentra un hombre pálido, cumplida ya, remota
la mitad de su edad; fuma y se asoma
hacia la calle desviada; soríe solitario
a este lado de la ventana, la famosa frontera.

Tú eres ese hombre; una hora larga llevas
viendo tus propios movimientos
pensando desde fuera, con piedad,
las ideas que en el papel pacientemente depositas;
escribiendo, como fin de una estrofa,
que es muy penoso ser, así, dos veces,
el pensarse pensando,
la vorágine sinuosa de mirar la mirada,
como un juego de niños que tortura, paraliza, envejece.

La tarde, casi enferma de tan lejana,
se sumerge en la noche
como un cuerpo harto ya de fatiga, en el mar, dulcemente.
Cruzan aves aisladas el espacio de color indeciso
y, allá al final, algunos caminantes pausados
se dejan agostar por la distancia; entonces
el paisaje parece un tapiz misterioso y sombrío.

Y comprendes, despacio, sin angustia,
que esta tarde no tienes realidad, pues a veces
la vida se coagula y se interrumpe, y nada entonces
puedes hacer contra ello, más que sufrir un sufrimiento,
desorientado y perezoso, una manera de dolor marchito,
y recordar, prolijamente,
algunos muertos que fueron desdichados.

lunes, 27 de enero de 2014

Digamos que no tiene comienzo el mar
Empieza donde lo hallas por vez primera
y te sale al encuentro por todas partes



domingo, 26 de enero de 2014




Gastón Gaudio fue un extraordinario tenista argentino que llegó a ganar un Roland Garros. Uno de esos jugadores de gran talento que no acaban de cuajar porque sus emociones resquebrajan el juego en las grandes citas. Uno de esos genios capaces de derrotar a cualquiera, pero que se sienten incapaces de luchar contra sí mismos cuando se ven bajo presión. Cosas de la psicología deportiva, supongo. Yo era muy fan del juego de Gaudio. Recuerdo haberlo visto jugar en las pistas de un torneo mallorquín, cuando yo vivía allí. No sé si ganó aquel torneo menor. A mí me parecía un jugador completísimo y yo no era capaz de dilucidar por qué no llegaba más alto. Entonces Gastón Gaudio alcanzó aquella final de Roland Garros. Se enfrentaba a otro argentino, Guillermo Coria. Aquella fue la final más extraña que yo he presenciado, televisivamente hablando. Coria se lesionó y comenzó a hacer cosas raras. A parar el partido, a lanzar bolas blandas o a jugársela con golpes descontrolados. Gaudio acabó ganando en cinco sets, creo recordar. Pero después de sobreponerse a lo que seguramente significó una tortura para su frágil psicología. No volvió a ganar nada. Aquella final supuso su declive definitivo.

Ha habido otros jugadores así. A mi me gustaba mucho un francés que se llamaba Cédric Pioline, con un estilo de juego parecido al de Gaudio. Son jugadores que abarcan todas las facetas del juego, capaces de cometer "genialidades" en un momento determinado, con un golpeo fácil y una gran movilidad. Aquí, en territorio patrio, tuvimos al gran Albert Costa, que pese a prometer mucho sólo fue capaz de ganar un Roland Garros (pero al final de su carrera deportiva, cuando ya nadie le creía capaz de hacerlo). Pioline, por ejemplo, podía dejar en ridículo a todo un Sampras si se enfrentaban en las primeras rondas, pero en una final se mostraba errático y no podía ganarle ni un set. (Sampras y Pioline se vieron en más de una final, creo. El francés nunca ganó ninguna, ni a Sampras ni a ningún otro. Se dijo de él que era un eterno finalista.)

Stanislas Wawrinka es de ésos. Analizado golpe a golpe, su juego roza la excelencia. Sabe "situarse" en la pista y adaptar la táctica a las exigencias del rival. Para colmo, en ocasiones da muestras de genialidad absoluta, protagonizando jugadas "imposibles", de las que hacen afición. A Wabrinka le falta eso que tienen los Nadal, Federer y Djokovic, esa clase de "gen" ganador que potencia el juego excelente para las grandes victorias. A mí me ha alegrado que Wawrinka ganase la final del Open de Australia. Pero, ¿tenía que ser así? ¿Tenía que ganar con la sospecha de no poder lograrlo en condiciones normales, como le sucediera a Gastón Gaudio?

sábado, 25 de enero de 2014




Con la inestimable ayuda
de nuestra canguro,
ayer fuimos a ver
a Julio Bustamante.
Actuaba con los catalanes
Fred i Son.

Fue un concierto muy emotivo.
Los Fred i Son arropaban la voz
del venerable Bustamante
como si fuesen
su banda de toda la vida.

Apenas cincuenta o sesenta personas
acudieron al concierto,
un viernes, víspera
de fin de semana.
La mitad serían familiares
de los músicos. Eso nos pareció.

No es justo, le dije a S.
Este tío debería llenar el campo de Mestalla.
Es el Serge Gainsbourg de Pinedo,
el Bob Dylan del Barrio del Carmen,
el Neil Young de la Malvarrosa,
el Leonard Cohen de la Albufera.
Bustamante ha hecho más por esta ciudad
que todas las malditas alcaldesas
en el último cuarto de siglo.

No parecía importarle al cantante
la falta de público.

viernes, 24 de enero de 2014







Observo una de las cuatro paredes
Cuando alce una mano
esa sombra será mi sombra
Hace dos horas es tarde
También es tarde en la pared.

Tomo la posición de un cuerpo cansado
Decido que el viento golpea intensamente en la ventana
Decido la situación de mis ojos
Pienso en una fotografía
En la mesa hay un vaso con agua hasta la mitad
Beberlo es lo único que está pendiente.

Observo una de las cuatro paredes
Cuando pienso, esa sombra es sólo una sombra
con bordes exactos e inevitables
una imagen parecida a un cuerpo
Hace dos horas llegué a este cuarto
Al cerrar la puerta sentí el ruido
que hace algo al destruirse
Quizás era la última nuez
o una fotografía difícil
o los restos de un espejo.
Si abriera la puerta no miraría hacia el suelo.
Para qué.

miércoles, 22 de enero de 2014

Ya poseemos
casi todo
lo que nos iba
a hacer felices.
Puede decirse
que lo hemos
conseguido.

Ya está.

Ahora solo
nos queda
comprobar
hasta qué punto
fuimos sinceros
con nosotros
mismos.



martes, 21 de enero de 2014
















Están cogidos de la mano
en silencio,
bajo los soportales.

El niño mira su columpio,
muy triste,
bajo la lluvia,
y no lo entiende.

El padre mira al niño:
es la vida, hijo
-quisiera poder decirle-,
y no ha hecho más que empezar.

jueves, 16 de enero de 2014




Hay poetas que escriben
sus poemas
como si fuesen a pasar directamente
a las páginas amarillas
de la eternidad.
En cada verso echan el resto
y, claro, lo poco que les queda
no lo pueden echar en ningún sitio
porque les da una pájara.
La verdad es que apestan a Literatura.
Y que de allí a donde ellos entran
todo dios sale por piernas.

miércoles, 15 de enero de 2014




De una autobiografía solamente podemos fiarnos cuando revela algo vergonzoso. Un hombre que da una buena imagen de sí mismo seguramente está mintiendo, pues cualquier vida vista desde dentro no es más que una sucesión de derrotas.

martes, 14 de enero de 2014




Yo conocía la literatura de Jesús del Campo porque me leo todo lo que publica la editorial "minúscula". Del Campo ha editado un par de libros en esa diminuta editorial: Castilla y otras islas y Berlín y el barco de ocho velas. Luego encontré todos sus libros anteriores (anteriores a los editados por "minúscula") en una librería de saldo. Los compré todos excepto Los diarios clandestinos de Blancanieves, pues el personaje Blancanieves me cae particularmente mal.

Estoy leyendo Tristan Benson Blues. Diez minutos al día, lo que me dejan mis obligaciones domésticas. Castilla y otras islas y Berlín y el barco de ocho velas son, en esencia, literatura de viajes. De un viajero alucinado y mentiroso. Desmitificador. Graciosete a veces. Como un Sebald chistoso.

Tristan Benson Blues es anterior. Imagino a Del Campo, joven, como el protagonista del libro, viajando por Europa guitarra en mano, cantando en la calle por una limosna, para sobrevivir. Se supone que el libro es autobiográfico.

El estilo es fluido, de frase larga y gusto por listar las cosas. Me recuerda, curiosamente, a Henry Miller. Esto es, de metáfora facilona, apuntando al absurdo de las cosas. Mucha conjunción copulativa.

¿En qué lugar se situaría el gijonés Jesús del Campo? Es a mi modo de ver un posmoderno primigenio. Pues lo que hizo en Los diarios clandestinos de Blancanieves, Las últimas voluntades del caballero Hawkins y, sobre todo, Historia del mundo para rebeldes y sonámbulos, no es más que posmodernidad, de manual. Anticipa, a mi modo de ver, toda la obra del nocilla Manuel Vilas, con esas ansias por removerlo todo en clave hiperbólica; haciendo andar a los muertos al lado de los personajes inventados de la tradición literaria nuestra. Ambos, Del Campo y Vilas, ponen en evidencia que las invenciones literarias son tan reales como los datos verídicos de la memoria histórica.

Ahora Del Campo anda disfrazado de cantante folk, como el personaje de Tristan Benson Blues. Se ha inventado un alias, Jack Bosco, y ha sacado un par de discos. Tiene su propia bandcamp.

domingo, 12 de enero de 2014




Hay que estar preparados para lo peor
y disfrutar de lo bueno. Esa es
la fórmula. Saber que nada es duradero;
que la palabra siempre es engañosa,
falsa, equívoca; que lo que hoy nos une
eternamente, mañana será polvo, odio quizás,
historia de la mala; que la vida se venga
en la felicidad. Saber que será así,
o podrá serlo. Y vivir como si el tiempo
nos debiese algo, como si fuese nuestro,
exigiéndole al contado lo que nos pertenece.

viernes, 10 de enero de 2014




No existe atajo para la ruta de las cosas,
no te fíes del sonido comprensible,
de los surcos peinados a machete,
de las lindes, de la sangre,
de los muertos bajo el alambre enroscado
en los ojos de los viejos armados,
de los papeles sin tacha,
de las bestias de premio y castigo,
de nadie.

Fíate de los buitres y del musgo de las piedras,
de los cadáveres en descomposición de los excursionistas
que robaron antes que tú las naranjas
de las huertas del camino,
de las hierbas que saben
por dónde les da el aire,
del efecto sedante de los suspiros
de los hermanos del ruido
y de los zapatos torcidos bajo las sogas
de las ramas del olivo.

miércoles, 8 de enero de 2014

Quisieron eliminarnos,
acabar con todo,
destruir nuestras siete mil millones de ojivas por fundición con trinitrotolueno,
humillarnos como a un Jesucristo deficiente y retrasado
y enmarcarnos con paspartú de maderas innobles
-o tal vez con una mandorla, más piadosa-
para reírse con sus bocas de dientes podridos.

Se olvidaron de los ladridos de los perros del sótano,
de las cabras cibernéticas con cuernos de angustia,
de los niños violentos de los batidos sangrientos,
de los ancianos seniles, del rencor y la ira,
del agravio.

Quisieron deshacerse de nosotros,
poner una cifra bajo nuestra fotografía
pero ahora es tarde, se equivocaron,
la sangre no olvida y la vida reclama:
ellos o nosotros, y serán ellos,
pasarán por el fuego de nuestra canción preferida.






martes, 7 de enero de 2014




El fuego, oyes, se empieza a apagar.
En los ángulos las sombras se agitan.
Y ya no hay modo de poderlas señalar,
de gritarles que se queden quietas.
Cierran filas, se han puesto a formar.
No, esta hueste no atiende a las palabras.
Silenciosa avanza desde cualquier rincón
y yo de pronto ocupo el centro.
Más altas cada vez, signos de exclamación,
las explosiones de sombras se elevan.
La noche arruga el pliego hasta la barbilla,
en lo alto, cada vez más densa.
Se han esfumado las agujas del reloj.
Y éste no se ve, ni se oye siquiera.
Y aquí no ha quedado más que el brillo del ojo,
inmóvil, detenido. Detenido.
El fuego se apagó. Lo oyes: se apagó.
El humo ardiente sobrevuela la techumbre.
Mas no huye de la vista este centelleo.
O, mejor dicho, el ojo no abandona las tinieblas.

lunes, 6 de enero de 2014










El niño viendo la cabalgata de los Reyes Magos
pregunta por qué Baltasar va el último.
La madre responde que siempre ha sido así. Por algo
se menciona primero al de barba canosa, Melchor,
luego al pelirrojo, Gaspar, y finalmente al negro, Baltasar.

No contento, el niño concluye que ese orden de cosas
se debe a que los negros siempre han estado en guerra
con los blancos;
y que por ahora van ganando los blancos.

sábado, 4 de enero de 2014




No hay sólo andar, también silencio, en tu reloj,
que además ignora el andar en círculo.
Así en su caja hay gato y hay ratón,
nacidos, se diría, el uno para el otro.
Tiemblan, escarban, yerran en qué día están,
mas sus roer, enredos y trajín constantes
apenas se aprecian en un hogar del campo,
que suele cobijar cientos de seres vivos.
Allí en la razón cada hora se borra
y los rostros etéreos de los años perdidos
se escapan -más aún si se acerca el invierno,
que llena el zaguán de cabras, gallinas, carneros.

viernes, 3 de enero de 2014




Por un lado, están los grupos que imitan fórmulas triunfadoras en busca de su pedazo de tarta. Por otro, los que, conscientes de que no hay "cama" para tanta gente, prefieren plasmar su visión del mundo sin importarles que nadie más la entienda, dando la espalda a postureos y modas.

jueves, 2 de enero de 2014




Insomnio. Un trozo de mujer. Un vidrio
repleto de reptiles que se abalanzan hacia afuera.
La locura del día se desliza del cerebelo
al cogote donde ha formado un charco.
En cuanto te meneas, el interior percibe
como en este lodo helado alguien
sumerge una pluma fina
y lentamente traza «maldición»
con letra que se tuerce en cada curva.
El trozo de mujer con crema
suelta al oído palabras largas
como una mano en mugrientas greñas.
Y tú en las sombras estás solo, sobre la sábana
desnudo, como un signo zodiacal.
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