domingo, 29 de noviembre de 2020

Los estampados

Alma es una compañera que lleva las mascarillas más estilosas, con gloriosos estampados; a menudo a juego con la ropa que lleva. No soy capaz de juzgarla. Ella dice que un virus no le amarga la vida. Yo he optado por la mascarilla básica, la quirúrgica, de color azul claro. De ahí no me muevo. No quisiera integrar la mascarilla en mi vestimenta. O, quizá, de este modo la he integrado, desde el principio. Quise explicarme así en una conversación con dos padres de dos niños amigos de V. A la puerta del colegio. Se han acabado los parques. Los niños meriendan y juegan a la puerta del colegio. Y los padres hablamos de mascarillas. 

martes, 24 de noviembre de 2020

Las casas

Qué hacer con las mascarillas usadas, prematuramente envejecidas. Ella quiere que se sepa que hemos comprado una impresora. Algo que haga nuestra vida un poco más útil. Una mejora. Nos gustan las quirúrgicas. Puedo sentarme a descansar un rato. Pasa la vida. En interiores como éste. Sin historia. Se apagan, se van por donde vinieron. Enciendo la luz medio segundo. Para ver. Es suficiente. Para escuchar, también. Todo es desastroso. Me siento tranquilo y leo un rato. Leo un viejo periódico, de papel. Todo en orden, más o menos. Un fogonazo de luz eléctrica lo ha certificado. Puedo descansar un rato. 

lunes, 16 de noviembre de 2020

Los almuerzos

Mañana lunes hablaré con la mascarilla puesta. Notaré mi aliento putrefacto reciclándose en la boca, con su regusto amargo. Las encías sensibles a las palabras, la respiración cerrada. Y llegará el momento del almuerzo; que yo siempre confundo con el desayuno. Y diré, como quien perdona un castigo: Podéis quitaros las mascarillas. Entonces, en silencio, sacarán sus bocadillos o sus piezas de fruta, o sus bollos industriales, y comerán. Alguno habrá que se rebele y hable. Se ganará una reprimenda. ¡Fulanito, has de comer en silencio! Y sentiré una enorme compasión por la humanidad representada en este grupo de veinte.

martes, 10 de noviembre de 2020


 

Mayores

Llevan meses solos, ya mayores. Con una mezcla de obediencia y miedo. Siguiendo de manera diligente las precauciones dictadas por los médicos. No preguntan. No preguntan hasta cuándo. ¿Qué habrá entre ellos ahora que su relación se ha cerrado, después de tanto tiempo? Estamos bien, no os preocupéis por nosotros. En verano nos permitimos relajarnos un poco, entramos todos. Nos acercamos demasiado. Hasta cuándo, no lo preguntan. La cosa se pone fea otra vez. Tenemos que volver a tomárnoslo en serio. Nuestra médico se ha ido. 

miércoles, 4 de noviembre de 2020

Gente normal

Un mendigo duerme en la calle, cerca de mi casa. Esta afirmación debería parecerme terrible; pero uno soporta afirmaciones así porque, de lo contrario, se pegaría un tiro cada cinco minutos. Duerme en una antigua oficina de banco abandonada, sobre cajas de cartón. Por el día se sienta en un banco de madera y deja una cajita metálica junto a él, en el suelo, para que la gente le eche monedas. Este señor tiene un aspecto muy normal. Parece una persona con un gran sentido común, tratando de no perder la paciencia. Le ha tocado estar ahí y lo lleva con resignación. Ayer, una mujer mayor se paró a hablar con él. Le dio una bolsa con algo de comida, de la que sobresalía el extremo de una barra de pan. Y mascarillas. Estos días, el mendigo se sienta en su banco de madera con la cara cubierta, como todo el mundo. 

martes, 3 de noviembre de 2020

Completar el retrato

Uno se acostumbrar a todo. Inclusive, a reconocer el retrato de la gente sin boca, sin expresiones. En las películas del Oeste los atracadores de diligencias se tapan la boca con un pañuelo, para no ser reconocidos. Ahora, en esta época, por las calles, en las oficinas, en clase, con los críos, todos llevamos papel o tela que nos cubre la cara. Cuando vuelvo a casa recuerdo a la gente sin mascarilla. Es curioso. De algún modo, soy capaz de completar las caras de memoria. Imagino las muecas, a pesar de que nunca antes los haya visto sin mascarilla. Podría decir si son labios finos o carnosos, si las bocas son grandes o pequeñas. Se trata de una habilidad adquirida después de años percibiendo caras al completo. La mitad de la cara ofrece datos suficientes para que la memoria redibuje el retrato completo.

lunes, 2 de noviembre de 2020

Ponte la mascarilla

Hay una imagen que se repite desde hace meses. Tu cara haciendo frente a las cosas sin una boca. Sin una boca que gesticula para decir cosas. La boca oculta aumenta su importancia, como los objetos envueltos por Christo y Jeanne-Claude. Los ojos se asoman por encima de la mascarilla como con espanto. Sorprendidos en el espectáculo del mundo. Todo es increíble. La realidad se retuerce, se deforma. Se pliega sobre sí misma. La mente humana ha creado fantasías macabras, durante siglos. La mente humana se ha recreado en lo deforme, en lo retorcido. Como fuente de gozo artístico. Sin embargo, ¿quién quiere vivir dentro de un cuadro de Francis Bacon? La realidad ha decidido parecerse a nuestras ficciones. ¿Acaso ha sido así, siempre? Ingenuos, acostumbrábamos a disociar: la realidad de lo vivido es una cosa y las ficciones, el espectáculo, lo que nos divierte, otra. La realidad, lo vivido, tenía que ser lo más confortable posible. No supimos ver lo mostruoso en lo confortable. Tenía razón aquel personaje cervantino. Los molinos de viento escondían gigantes deformes. Escondían detrás, o debajo, una gigantesca amenaza. Lo monstruoso comenzó entonces a transformar, ya, la confortabilidad de las cosas. 

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