jueves, 28 de mayo de 2015










26

Agapito Cifuentes y Tomás Lagarto han visto las apariciones de Marcos Benavent en televisión. Desde este momento, ellos dos deciden comenzar su propia metamorfosis.

miércoles, 27 de mayo de 2015

25

Un par de días después. Reaparece, misteriosamente, Marcos Benavent. Vestido de náufrago, en una playa alicantina. Entre tanto chalet de lujo, Marcos Benavent se ha construido una cabañita jipi, en la que ahora planta pimientos y lechugas.

En pocos meses, el otrora corrupto ha obrado una milagrosa transformación. Cabello largo, ropa dealiñada. Marcos Benavent ahora lee a Santa Teresa y practica yoga.

martes, 26 de mayo de 2015

24

El mismo día de los comicios, José María Aznar se plantea un reto. Superar su récord de cinco mil abdominales seguidos. Como José María Aznar es una persona voluntariosa se levanta bien temprano, para que le dé tiempo de lograr su récord e ir a votar.

A las siete y media de la tarde todavía le quedan quinientos cuarenta y dos abdominales para alcanzar su récord. No va a parar ahora, llegado a este punto. José María Aznar sigue haciendo abdominales, a toda prisa. Va sobrado de fuerzas. Acaba cinco minutos antes de que los colegios electorales cierren sus puertas.

José María Aznar baja deprisa a la calle. Solamente son tres manzanas. Al llegar, está cerrado.

lunes, 25 de mayo de 2015

23

Diez o quince años después. Se celebran unos comicios locales. Pedro Sánchez ha preparado cous cous "especial elecciones" (una idiotez culinaria que se ha inventado, para rebajar la tensión). Pedro Sánchez come en familia. Luego se dirigirá al colegio electoral y depositará su voto. Más tarde, acudirá a la sede del partido a esperar los resultados de los comicios.

No sabe qué ponerse. Pedro Sánchez se conecta a internet y se busca en Google. Espera encontrar, entre la multitud de imágenes suyas que circulan en internet, la más apropiada para este día de elecciones.

Entre cientos de fotos suyas, curiosamente, encuentra tres imágenes del actor norteamericano George Clooney. Pedro Sánchez vuelve a escribir su nombre en la barra del buscador y, voilá, vuelven a aparecer esas tres fotos de George Clooney. ¿Tanto te pareces a mí, George?, dice Pedro Sánchez.

George Clooney saluda a cámara ataviado con una americana marrón y una camisa blanca.

Después de comerse su cous cous "especial elecciones", Pedro Sánchez se viste exactamente igual que el George Clooney de la foto. Sale a la calle. Es perseguido por multitud de periodistas, como una auténtica estrella. A Pedro Sánchez esto le gusta. Procura saludar exactamente igual que el Geoerge Clooney de la foto.

Cuando Pedro Sánchez entre en el colegio electoral se producirá un gran revuelo. El político estará tan pendiente de la gente que no se dará cuenta de que ha votado a un partido libertario cuyo logo recuerda vagamente al de su propio partido.



sábado, 23 de mayo de 2015

22

Diez o quince años antes, aproximadamente. Agapito Cifuentes y Tomás Lagarto tuvieron una reunión con Rita Barberá (alcaldesa de Valencia) y Carlos Fabra (presidente de la Diputación de Castellón). Se habían conocido en uno de los congresos nacionales del partido y se habían hecho amigos. Agapito y Tomás, alcaldes de sendos pueblecitos de interior, se sentían absolutamente seducidos por los alardes y la exuberancia de los políticos de la costa levantina. Rita y Carlos habían querido invitar a estos dos paletos para burlarse de ellos. Comieron en el restaurante Centollo de la ciudad de Benidorm. La mariscada era descomunal. Agapito creyó observar que Rita eructaba cada vez que simulaba agacharse para recoger algo. Comieron hasta hartarse. El alcohol corría. Daba pie a desinhibirse. Al fin y al cabo eran como de la familia. La gran familia del partido. Agapito y Tomás hablaron de sus rotondas. De lo mucho que les estaba reportando hacerlas. Cuánto, preguntó Carlos. Un quince, dijo Tomás. Rita y Carlos se miraron entre ellos y rieron a carcajadas.

Luego hablaron de la importancia de ayudarse los unos a los otros. Lo importante que es tener amigos y hacer cosas con los amigos. ¿Es eso malo?, preguntó Agapito de manera retórica. Los amigos son lo único importante. Tú les ayudas a ellos y ellos te ayudan a ti. Lo hace todo el mundo. Si yo proyecto hacer algo, algo grande, ¿en quién confiar para llevarlo a cabo mejor que en un buen amigo?

Rita, algo achispada, dijo: Lo de verdad importante es poder ver el futuro. Y señalando el paisaje que se veía a través de una de las ventanas del restaurante, prosiguió: ¿Veis esas montañas? Este verano se quemarán. Y dentro de dos años allí habrá una urbanización y tres hoteles de lujo.

martes, 19 de mayo de 2015

21

En unas pocas horas, Pablo Iglesias tendrá que enfrentarse de nuevo a su público. Está nervioso. Repasa el texto, las directrices del discurso. Aunque sabe que lo que importa es el tono. El tono se improvisa. Se contagia (como si se tratase de una corriente energética). Ha de ser fruto del entusiasmo, del autoconvencimiento.

Le cansa un poco sentirse como un monologista. Tener que exagerar el gesto. Hacer como que le resulta divertido. Pero ha de ser así. Ya no hay vuelta atrás. Siente que ha sido destinado a esto. No puede dudar.

Fantasea delante del espejo. Busca un disco, uno viejo, de U2, The Unforgettable Fire. Ah, esa canción. Pride, el segundo corte del disco. Sube el volumen al máximo. One man come in the name of love, one man come and go... Se pone a dar pequeños saltitos, con los brazos extendidos, en forma de cruz. Le entra la risa. Ríe. Ríe.

Luego se relaja viendo un capítulo de Pokémon.

lunes, 18 de mayo de 2015

20

Juan Carlos Monedero, unas horas antes o después. Baja al garaje, se pone el casco, enciende el motor de su escúter y sale a la calle. Tiene que hacer unas compras; pero antes va a darse una vuelta por la ciudad, sin rumbo fijo. Conduce para desahogarse. Con el casco puesto, nadie le reconoce. Hijos de puta, exclama. Sois todos unos hijos de puta. Juan Carlos Monedero no necesita conducir demasiado deprisa. Esquiva el tráfico; aprovechando la maniobrabilidad de su pequeña escúter. Os vais a cagar, cabrones, exclama desde el interior del casco. Hace calor. Le entran ganas de quitarse el casco. Pero no. Le gusta no ser reconocido. Le gusta el anonimato que le proporciona el casco. Le hace sentirse protegido. Malditos. Malditos todos.

sábado, 16 de mayo de 2015

19

Dos o tres días antes. Alberto Garzón se ha pasado todo el fin desemana jugando al Monopoly con su novia y su hermano. Después de una semana dura el Monopoly les relaja. El juego es como una metáfora de la realidad. El hermano de Alberto Garzón se levanta a exprimir zumo de naranja. Prepara una jarra y tres vasos y lo sirve todo en la mesa donde han desplegado el juego de Monopoly. Dale, dale, dice Alberto Garzón, que hay sed.

El hermano de Alberto Garzón sirve tres generosos vasos de zumo recién exprimido. El juego se ha puesto interesante. Alberto Garzón bebe mientras observa el tablero. Está totalmente concentrado en el juego.

¡Agg!, exclama Alberto Garzón. ¿No lo has colado?

viernes, 15 de mayo de 2015

18

Veinticinco minutos después. Agapito Cifuentes y Tomás Lagarto ya están un poco hartos del discurso de Rajoy. Los han colocado ahí, de fondo, porque su aspecto físico y su estilo se adecúa al ideal del partido. Camisas bien planchadas, elegantes corbatas, cabellos peinados con la raya en el lado izquierdo y una pizquita de gomina. Agapito luce un bigotito aznariano. Tomás ha optado por una barba arreglada y medio cana, más en la línea de Rajoy.

A causa del aburrimiento, Tomás Lagarto comienza a imitar el tic en un ojo de Mariano Rajoy. Lo puede ver en una gran pantalla de vídeo que corona las gradas de la plaza de toros. En la imagen se ve a Rajoy guiñando insistentemente un ojo y, justo detrás, a Agapito y Tomás. Disimuladamente, Tomás imita el guiño en un ojo de su lider político, provocando la risa de Agapito, que apenas la puede contener.

Lo que no saben es que estas imágenes se utilizarán en varios noticiarios. Alguien se fijará en los guiños de Tomás y las burlas de ellos dos. Agapito Cifuentes y Tomás Lagarto saldrán en los zappings de las principales cadenas televisivas. Tendrán sus quince minutos de fama. Y, después, ya nada más. Serán apartados del partido. Una llamada de Carlos Floriano será suficiente.

jueves, 14 de mayo de 2015

17

Cinco minutos antes, en la misma plaza de toros.

Agapito Cifuentes es el alcalde de Villafranca del Poste. Está sentado justo detrás de Mariano Rajoy, mientras Rajoy habla. A la derecha de Agapito se encuentra Tomás Lagarto, su amigo íntimo y alcalde de Bolaño del Palancar. Ambos municipios suman quinientos habitantes. No obstante, durante la gestión de estos alcaldes se han construido cinco rotondas que anudan una complejísima red de carreteras, que surcan sus respectivos territorios municipales formando una extraña maraña de asfalto, para la que se han producido numerosas expropiaciones que han arruinado a los pequeños propietarios minifundistas que tradicionalmente se dedicaban al cultivo del azafrán. En la inauguración de la cuarta rotonda, mientras Agapito Cifuentes cortaba la cinta, pronunció: ¿Quién quiere azafrán teniendo rotondas tan aseadas como las nuestras? Y luego dijo: ¡Las necesidades de mantenimiento de nuestras rotondas nos proporcionarán mano de obra suficiente para que todos podamos vivir de puta madre! Todos los asistentes aplaudieron.
16

Media hora antes, en algún lugar de La Mancha. Se está celebrando un mitin en una plaza de toros. Habla Rajoy. No para de guiñar un ojo.

Su equipo de asesores debate cuál puede ser la mejor forma de evitar que Rajoy guiñe un ojo mientras habla en público. No es serio, le dice a Rajoy uno de sus asesores. No puedo evitarlo, repite Rajoy.

Han llegado a consultar a un médico la posibilidad de paralizarle el nervio que provoca el guiño de un ojo, o matárselo. Lo que sea con tal de que Rajoy deje de guiñar un ojo. La gente puede llegar a pensar que todo lo que dice el político es broma.

Sin embargo, podría quedársele una expresión espantada. Lo que quizá sería peor.

miércoles, 13 de mayo de 2015

15

Uno o dos días después. Albert Rivera procura tener siempre un ratito (semanalmente, al menos) para mezclarse con la gente. Se quita la corbata, se calza unos jeans y se pasea por las calles más concurridas y comerciales de Barcelona, como si fuese uno más. Su equipo de guardaespaldas hace lo propio y le sigue a cierta distancia, allá donde vaya. A menudo, Albert Rivera deja que sea el azar quien le guíe; metiéndose a veces en algún centro comercial, o en algún mercado o, simplemente, en algún barecito cutre, a tomar un café y hablar con la gente. Está convencido de que esta estrategia le hace ganar votos.

Al fin y al cabo, estamos en campaña.

Esta vez se ha metido a comprar yogures en un Carrefour. A los guardaespaldas les cuesta disimular. Alguno de ellos, ni siquiera se ha quitado las gafas de sol.

Ya en la cola para pasar por la caja, hay gente que le saluda, felicitándole por su vertiginoso ascenso en las encuestas. Albert Rivera lleva en la mano cuatro yogures de marca blanca y un paquete de Dónuts "Dálmata". Le gusta hojear la prensa cada mañana tomando su café con leche y saboreando uno de esos deliciosos Dónuts.

Detrás de él, en la cola, una señora de avanzada edad le toca el hombro derecho. Oiga, dice la señora, ¿a qué viene eso de limitar el número de personas en los "pisos patera"? ¿No le da a usted vergüenza, señor Rivera?

martes, 12 de mayo de 2015

14

Casi al mismo tiempo, Pedro Sánchez, en un almuerzo en algún lugar de la ciudad de Madrid, trata de contener una sonrisa cuando alguien le pregunta, por enésima vez, si el hecho de que sea tan guapo beneficia o perjudica los intereses de su partido.

Recurre entonces, como otras veces, al refranero popular. A nadie le amarga un dulce, dice.
13

Comienzo de una campaña electoral, ciento veinte años antes. Mariano Rajoy intenta pescar una cosita oscura que flota en la sopa de letras que se está comiendo. ¿Qué es esa cosita? ¿De qué color, negro, marrón? Tiene una forma indeterminada. Podría ser una de las letritas chamuscada. Una K, tal vez. Mariano Rajoy deja la cuchara junto al plato y coge el tenedor. Las púas del tenedor le permitirán remover mejor las letritas y separar esa cosita indeterminada. Consigue que la cosita se adhiera a una de las púas del tenedor. Se la acerca, para verla mejor. Se quita las gafas. La presbicia no le permite ver con claridad. Rajoy deposita como puede la cosita sobre el mantel (blanco). La presiona con el tenedor, comprobando su consistencia.

De pronto se da cuenta de que su teléfono móvil está danzando sobre la mesa. No suena, solamente vibra. Se mueve en zig zag alrededor de la cosita. Mariano Rajoy deja que el teléfono suene. Está demasiado intrigado por la cosita. Parece absorto, tratando de investigar su naturaleza. Pero el maldito teléfono no para de sonar.

Descuelga. Es María Soraya Sáenz de Santamaría, doña eficiente. Mariano, dice ella, ¿ya te has aprendido el discurso?

¿Eh?, contesta Rajoy. Tiene la cosita en la yema del dedo índice. ¿Es blanda al tacto? ¿Es dura? Demasiado diminuta para poder apreciarlo.

lunes, 11 de mayo de 2015




Karl Ove Knausgärd ahora dice que le cuesta mirarse al espejo. Después de más de tres mil paginas de rascarse y rascarse frente al espejo de su autobiografía. A partir del segundo tomo, dada la repercusión de los dos primeros libros, dejó de leer y escuchar lo que de él se decía. Para poder seguir. El resultado se titula, curiosamente, Mi lucha. Una cosa enorme, monumental, que pretende hablar de tú a tú a lo que ya hiciera Marcel Proust hace décadas, casi un siglo.

Yo creo que sólo se puede escribir sobre uno mismo. Y al mismo tiempo es imposible. Para escribir es necesario crear una máscara, un artificio. Algo sobre lo que cimentar todo lo demás.

Nadie sabe quién era realmente Giacomo Casanova, a pesar de que nos ha contado su aventurera vida, sus supuestas intimidades con señoras de toda índole. Josep Pla, al contrario, evitaba entrar en detalles; practicaba, digamos, una autobiografía indirecta. La mirada puesta siempre en el entorno, en lo general. Henry Miller era un farsante; fácilmente desenmascarable, como el resto de los escritores autobiográficos norteamericanos. A Louis-Ferdinand Céline no le importaba caer mal a la gente; sus libros son como los de un punk, escupiendo a su público.

Proust publicó poco en vida. Escribía postrado y dejó inacabada la parte final de su enorme obra. A pesar de ello su larga memoria evita mencionar a su hermano, cosa curiosa (¿cómo se puede evitar un dato tan relevante, en el relato de la infancia?). Ni siquiera pretende superar los prejuicios de la época describiendo su enamoramiento de Albertine Simonet (la tal Albertine se llamaba en realidad Alfred Agostinelli, secretario y ayudante del escritor).

La escritura autobiográfica es mentira. Nadie podría soportar la propia imagen. Chateaubriand esperó hasta el final para dar a luz sus Memorias de ultratumba. Tal vez el gesto más honesto de cualquier escritura autobiográfica: ofrecerla como testamento.

Recientemente he encontrado una cosa curiosa. Algo que me advierte de que todavía existe una nueva variante, otra posibilidad. El fraude literario, la falsa autobiografía.

Encontré en una librería de viejo un libro de relatos de un tal Nasdijj. Un supuesto indio mestizo norteamericano que escribe sobre la marginalidad de los suyos, sobre la enfermedad de su hijo (síndrome de alcoholismo fetal, al parecer, bastante común en las reservas de indios norteamericanos). Leo fragmentos y me gusta. En casa leo relatos completos y me gustan más. Acabo de descubrir a mi nuevo héroe literario.

Busco cosas en internet sobre este tal Nasdijj. El seudónimo alude a un tal Tim Barrus; protagonista de uno de los mayores fraudes literarios de la década pasada. Publicó tres libros calificados como autobiográficos. Hijo de una india nativa norteamericana y un hombre "blanco" maltratador. Unas vidas azarosas, desdichadas. El hombre "blanco" es retratado por Nasdijj-Barrus como un ser abyecto, miserable. El indio conserva cierta dignidad proveniente de su vinculación con la tierra, los ancestros, el mundo natural. El relato culmina en la figura del hijo adoptivo de Nasdijj-Barrus; un pequeño indio nativo. Finalmente se descubre que el hijo arrastra una enfermedad consecuencia de la absoluta marginalidad de los indios norteamericanos: el alcoholismo fetal, debido al consumo abusivo de alcohol de la madre durante el embarazo. Al parecer, un problema muy común entre los indios.

Sin embargo, Barrus no es indio, ni medio indio. Se trata de un hombre "blanco" haciéndose pasar por indio.

El resto de su biografía, a grandes rasgos, podría coincidir. Nasdijj y Barrus nacen el mismo año, 1950. Su padre ("blanco" en ambos casos, pues Nasdijj dice ser mestizo) trabaja de granjero itinerante en ambos casos (el hecho de que fuera o no un maltratador no puede probarse a estas alturas). La madre de Nasdijj es una india de la tribu de los Navajos; la de Barrus es una emigrante escandinava (noruega, creo).

Hay más coincidencias. Barrus, como Nasdijj, adopta junto con su primera mujer a un niño indio nativo (navajo), con graves problemas de salud. En el relato de Nasdijj el niño navajo muere a los pocos años. En realidad, al parecer, Barrus y su mujer no son capaces de hacerse cargo del niño, debido a los problemas psicológicos y de salud del pequeño navajo, y se ven obligados a retornarlo al orfanato. Al poco nace su única hija y luego el matrimonio se separa.





Hasta la publicación de la autobiografía de Nasdijj, Tim Barrus no había sido capaz de publicar nada más que relatos de pornografía homosexual, con los que se ganaba la vida.

Probablemente, sin desdoblarse en Nasdijj, el escritor medio indio, sus historias nunca se hubiesen publicado.

En la misma época, otro fraude literario suele equipararse al de Nasdijj. Un tal J.T. Leroy publica unas supuestas memorias en las que relata su pasado miserable como hijo de una prostitura y chapero seropositivo. Las había escrito una ama de casa llamada Laura Albert. En castellano las publicó Mondadori. Uno de sus famosos títulos es revelador: El corazón es mentiroso.


sábado, 9 de mayo de 2015

12

Ciento veinte años después, en el Infierno. José María Aznar encuentra por casualidad a Felipe González y se abrazan. Te he estado buscando durante décadas, dice Aznar. Felipe González asiente, con lágrimas en los ojos.

El Infierno en realidad no es como se lo imagina la gente. Es un lugar mucho más agradable. Un poco confuso. Allí convergen gentes de todas las épocas, todas las razas, todas las modas posibles, todas las tecnologías. Uno puede encontrarse en una carretera del Infierno un automóvil velocísimo adelantando a un jinete ataviado con una armadura. Al Infierno uno asiste a realizarse. A ser lo que de verdad uno siempre ha querido ser. Felipe González es un galán mexicano. José María Aznar es una vendedora de cigarros. Se han encontrado en una plaza de toros, en las escaleras de las gradas. El carmín de labios y el maquillaje no han conseguido disimular la sombra del bigote. El galán mexicano mira tiernamente a su vendedora de cigarros. Al fin su amor podrá realizarse. Se besan en los labios.

miércoles, 6 de mayo de 2015

11

Una semana y tres días después, de buena mañana. José Ignacio Wert ha cogido el palo de una escoba y se lo ha metido por el culo. Hace equilibrios con el palo metido, en vertical, de modo que el intestino grueso se estira ajustándose al palo mientras José Ignacio Wert parece levitar. Se trata de una nueva técnica de yoga. Según los más recientes estudios, esta técnica es harto beneficiosa para el tránsito intestinal. Algunos la han calificado como yoga de vanguardia. Tal vez por ese motivo, José Ignacio Wert la practica insistentemente, metiéndose cada mañana por el culo el palo de una escoba debidamente desinfectado. El peligro, según los estudios vanguardistas, es que se desprenda alguna astilla de madera y quede incrustada en el intestino grueso. Cuando esto sucede, cuando a José Ignacio Wert se le queda un trocito de madera clavado en el culo después de esta práctica gratuita, sale de casa con la firme convicción de joderle la vida a alguien.

Esta mañana sucedió eso mismo. José Ignacio Wert levitaba haciendo equilibrios con un palo metido en el culo. Ay, dijo de súbito José Ignacio Wert. Pensó entonces que acababa de tener una gran idea. Legislar para que los infantes de las guarderías tuvieran que pasar también una reválida.

Se lo contó a su secretaría. Son muy pequeños, le dijo la secretaria, ¿qué les vas a pedir?

Y dijo José Ignacio Wert: Si les pegas un gomet azul sobre la frente y sonríen, son aptos; si lloran, no son aptos. Al contrario, si les pegas un gomet rojo sobre la frente y sonríen, no son aptos; si con el gomet rojo lloran, son aptos.

Se te van a sublevar, José Ignacio, dijo la secretaria.

lunes, 4 de mayo de 2015

10

En el mismo congreso, cinco minutos antes. Alfonso Rus se dirige a Rita Barberá, la coge fuertemente del brazo, la aparta y le dice: ¡Hija de puta, yo también he contado dinero contigo!

Al mismo tiempo Mariano Rajoy entra en el recinto del congreso. Es escoltado por sus cuatro guardaespaldas, formando un cuadrado perfecto. Desde el centro exacto, geométrico, del cuadrado, Rajoy ensaya el gesto de saludar a las enfervorizadas masas del partido. Un gesto aristocrático, un poco robótico, moviendo la palma de la mano derecha de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, como si fuese una antena parabólica.

Entre dientes, murmuraba Rajoy, con una media sonrisa: A mis pies, gilipollas, a mis pies...




9

José Maria Aznar a Mariano Rajoy en un congreso del partido, hace algunas semanas: ¿Entonces, podemos prohibirles a los homosexuales que vayan a donar sangre?

domingo, 3 de mayo de 2015

8

Lo que más le gusta a Rajoy es pasearse por ahí con toda la parafernalia que le corresponde, dado el cargo que ocupa. Se trata de algo temporal, es consciente. No piensa dejar que se le suban los humos a la cabeza. Pronto volverá a ser el tipo sencillo y normal que ha sido siempre. La normalidad es lo primero. En efecto, resulta altamente satisfactorio cuando algún alto directivo de alguna empresa importante, o algún banquero, o algún integrante de la vieja nobleza, que también los hay en su círculo de relaciones, le dice a Rajoy que para nada es una persona altiva, sino que el trato con él es muy accesible, incluso propio de alguien de extracción humilde. Por supuesto que sí, y piensa continuar de esa manera.

Lo que no quita que le guste especialmente pasearse por ahí con su habitual escuadra de guardaespaldas y su pequeña cohorte de colaboradores. Si una cámara les filmase desde arriba, los cuatro guardaespaldas formarían un cuadrado perfecto. Las diagonales imaginarias de ese cuadrado se cortarían en el centro exacto, geométrico, ocupado por él mismo, Rajoy, quizá la persona más importante en el territorio nacional ahora mismo. Generalmente avanzan los cinco al mismo paso. Tienen ya esa costumbre. Ninguno de ellos se mueve ni medio metro de su posición. De manera que si Rajoy extiende los brazos hacia delante casi podría tocar en el hombro a los dos guardaespaldas que se desplazan por delante. Y, de igual modo, si extiende los brazos hacia atrás, apenas podría tocar a los de detrás.

Una vez leyó que los bebés necesitan dormir por las noches tocando los límites de la cuna, porque están acostumbrados a sentirse arropados por la placenta en el interior de sus madres. Lo mismo le pasa a Rajoy con sus guardaespaldas. Necesita tocarlos. Son su armadura. Avanzan por las calles, entrando en edificios oficiales, en hoteles, centros comerciales y restaurantes, como un pequeño ejército. Un fortín inexpugnable.
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