miércoles, 23 de diciembre de 2015









Estamos de celebración: han reabierto unos cines que tenemos muy cerca, los Aragón. No han cambiado nada. Los han remozado un poco y hala, a funcionar. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez, siete, ocho, diez años?

Vamos a ver Un dia perfecte per volar, de Marc Recha. Una película sencilla, mínima, contemplativa; pero sin aires de trascendentalidad. Yo me quiero quedar a vivir dentro de esa película.

Una montaña muy poco pintoresca. Una montaña cualquiera, vulgarmente mediterránea. Tres personajes. El paisaje natural hipersensibilizado; pero no en un sentido romántico. A mi modo de ver, Recha juega a intensificar los detalles naturales. No hay hipérbole; no hay precipicio. En Recha el paisaje natural tiene un subrayado realista. Desde la butaca casi se pueden percibir los olores de la montaña. Y, sin embargo, el juego que se propone resulta profundamente sensato, fluido.

Siempre quiero irme a la mierda. La película de Recha es un ejemplo de cómo irse a la mierda de la mejor manera posible. Larga vida a Marc Recha.






martes, 15 de diciembre de 2015







Compré de saldo un libro de Marcos Ordóñez titulado Ronda del Gijón. Porque era de Ordóñez, que me parece un escritor respetable, y porque me pareció un libro curioso en su planteamiento. En este libro el escritor parece renunciar a toda autoría y deja hablar a una larga serie de personajes (reales) que cuentan, en primera persona del singular, sus opiniones y experiencia en el conocido café. Como documento, digamos, histórico, el libro tiene, a mi modo de ver, un valor reducido o escaso, dado que muchos de los importantes personajes de la cultura que frecuentaron aquel café, en el momento de la redacción del libro, habían muerto ya.

Ordóñez firma el libro como si fuera suyo. Sin embargo, las voces, lo relatado, la literatura, no son estrictamente de su autoría.

J.R. Moehringer es el autor oculto de Open, las memorias del tenista Agassi. En cierto modo, Moehringer realiza con el texto de Agassi la misma operación que Ordóñez con las opiniones y comentarios que aparecen en Ronda del Gijón: la de ambos es una labor de reescritura y reordenación de la información vertida en sus libros. Ambos manejan materiales ajenos. El libro de Agassi es más de Moehringer que del propio Agassi y, sin embargo, el nombre de Moehringer no aparece en la solapa del libro. El verdadero autor, Moehringer, cede la autoría al tenista y éste se lo agradece al final del libro. Al parecer, Moehringer le dice a Agassi que su nombre no debe figurar como autor de este libro, pues se trata de la vida del tenista, sus recuerdos, su experiencia, y no le parece ético apropiarse de ello.

Los Premios Nobel de literatura suelen descubrirme autores poco conocidos. Uno celebra cada año que no se lo concedan al inefable Murakami, o a autores tan obvios como Don DeLillo, o a un engolado Javier Marías, que de seguro se prepararía un discurso epatante. Este año ha recaído en una periodista ucraniana, o bielorrusa, llamada Svetlana Alexiévich.

Alexiévich utiliza para sus libros el mismo método que Marcos Ordóñez, anteriormente descrito. Maneja material ajeno, historias contadas por otros, que ella redacta en primera persona del singular, y reordena en torno a un tema. Al igual que los personajes de la cultura española hablaban de sus experiencias en el Café Gijón en Ronda del Gijón, los personajes de Alexiévich se congregan en sus libros para hablar, también en primera persona, de la Segunda Guerra Mundial, de la catástrofe de Chernóbil o de la desaparición del "homo soviéticus". Su estilo es equiparable a un documental cinematográfico. Y como tal, ofrece la misma sensación de hiperrealidad y es, a su vez, igualmente tramposo.

Svetlana Alexiévich ha sido acusada en numerosas ocasiones, por algunos de sus protagonistas (que figuran en sus libros, al parecer, con sus nombres reales), de manipular sus historias tergiversando la información. Y, sin embargo, ¿cómo no manipular la información que se le confía, cómo no modificarla? Si Alexiévich vertiese lo que cuentan sus entrevistados, tal cual, sin procesarlo, sus libros carecerían de valor y, con toda probabilidad, serían ilegibles.

Alexiévich ha encontrado una manera de hacer literatura en ese pequeño reducto extraliterario que maneja. Lo contado por otros, no de su entera autoría, modificado, reescrito, manipulado, tergiversado, para hacerlo literario.

¿Conocía Marcos Ordóñez los libros de Alexiévich antes de la redacción de Ronda del Gijón? Probablemente sí. Afortunadamente para él no convirtió este método en su rasgo de estilo. Ordóñez, a mi modo de ver, ha seguido hibridando sus crónicas de muy diversas maneras, construyendo libros mucho más interesantes que el citado Ronda del Gijón.

Una última cosa. A pesar de que los libros de Alexiévich me parecen profundamente originales y muy valiosos (se ha apropiado del final de la Unión Soviética al igual que, por ejemplo, Faulkner se apropió del Sur estadounidense), encuentro poco ético su método. Esa forma que tiene de desaparecer sibilinamente detrás de sus entrevistados, manejándolos como si fuesen marionetas, provocando con ello un efecto realidad que no lo es tanto.

Si un escritor interpreta material ajeno, a mi modo de ver, no debería emplear la primera parsona del singular.


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