martes, 13 de abril de 2021

Tardeo

Salimos los niños y yo y nos cruzamos, a pleno sol, con tres jóvenes bebiendo en la calle. Borrachos, con esa actitud de compadreo que tienen los borrachos cuando son jóvenes o los jóvenes cuando se emborrachan. Huelga decir que sólo uno de los tres llevaba una mascarilla, pero en la barbilla, como si fuera un adorno. Lo comenté en casa, semiindignado, y hablamos de esta nueva costumbre, el tardeo, y de los cambios a los que obliga la pandemia y sus restricciones. Estos jóvenes ya no se entregan a la noche y sus misterios, al misticismo nocturno, donde todo se disimula, todo se camufla. Ahora, al contrario, todo es posible a pleno día, sin intersticios u ocultamientos. La policía recogiendo a uno caído en la acera, otro que orina en el portal con la verga roja como la remolacha, una escaramuza, huyendo de algo, una pelea. Es la época de la transparencia, de la luz, del no esconderse. Qué pasa. No pasa nada. Y yo miro a estos dos y me entra una especie de vértigo. Para el caso, también yo he cambiado de costumbres: apenas duermo de noche, de noche hago como que duermo, con disimulo. Tan sólo me coge el sueño al mediodía. Dos, tres horas, con eso me basta. 
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