martes, 28 de diciembre de 2021









 

Besarse con mascarilla

La tía Carmela dejó un mensaje en el grupo de la familia diciendo que preferían anular la comida, pues la incidencia había subido demasiado y ella y el tío Jorge aún no habían recibido la tercera dosis. Por el otro lado no hubo tanta ansiedad. Así que asistimos como todos los años a una comida protocolaria, esta vez en un lugar público, una sala de fiestas donde a menudo se celebran bodas y bautizos. Amplios ventanales y distancia entre las mesas. Y una norma que, como en un juego, nos obligaba a ponernos las mascarillas cada vez que nos levantábamos de la mesa, ya sea para ir a orinar o para cualquier otra cosa. La tía Reme acudió sola. Poco sabemos de ella. De vez en cuando manda fotos de las cosas que cocina. Qué guapos y qué altos están los niños. Que si patatín, que si patatán. Al irnos, todos nos levantamos sin distanciarnos demasiado de la mesa, para abrazarnos y besarnos sin mascarilla, al fin y al cabo habíamos compartido el aire contaminado por nuestros gérmenes durante la comida. Sin embargo, cuando llegué a saludar a la tía Reme, ella sí se había puesto la mascarilla. Tuve que besarle la cara a través de la tela, templada ya por el aliento. 
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