jueves, 25 de julio de 2019

(Acerca de Kyrgios y el punk rock)

Uno de los jugadores más deliciosos de todos los tiempos, a la hora de ver tenis, en mi opinión, era John McEnroe. Tenia un tenis de una gran pureza plástica; que todavía conserva, mermada su mítica agilidad felina, en los torneos de veteranos. McEnroe saltó al ruedo tenístico casi al mismo tiempo que la eclosión del punk. Y tuvo cierto paralelismo con aquel movimiento cultural, en cuanto a provocación de las mentes bienpensantes y renovación de las costumbres. Podía llegar a ser muy contestón y muy maleducado, como todos sabemos, sin que por ello se resintiese su capacidad de concentración y la calidad de su tenis. Al contrario; se decía que sus habituales pataletas eran su particular forma de concentrarse. Todo esto unido a una solvencia que le llevó a la cima del tenis mundial.

Siempre ha habido "enfants terribles". Antes de McEnroe estuvo Nastase. Eran tenistas superintuitivos; capaces de lo más excelso y acto seguido fallar estrepitosamente. Pero ambos, aun pudiendo hacer más, alcanzaron cotas importantes en el contexto del tenis de sus épocas.

El problema de Kyrgios es que ha focalizado la atención, sin resultados. Y no sé yo si se puede reclamar el título de gran enfant terrible del tenis mundial desde el puesto treinta o cuarenta o cincuenta, con poco más que un puñado de victorias sobre los mejores jugadores -meritorias, por otro lado-, y siendo incapaz de llegar a las rondas finales de torneos importantes.



martes, 16 de julio de 2019







(Acerca de Rogelio y el pintor Velázquez)




Mi pintor favorito es Velázquez. Creo que Velázquez, en algunos cuadros, obtuvo cotas que nadie ha alcanzado en la pintura. Quizá seguido de cerca por Vermeer. No obstante, cuando uno observa un cuadro de Velázquez, parece que está hecho con una gran velocidad; como si, al pintarlo, hubiera sido guiado por una voluntad ajena, sin pensar lo que hace. Velázquez pintó como nadie en su época. Se dice que pintaba directamente sobre el lienzo, sin abocetar, sin dibujo previo.

Esta cualidad, extraordinaria, no está exenta de torpezas. De Velázquez son famosos sus "arrepentimientos". Correcciones sobre el cuadro ya acabado (acortando un brazo o alargando una pierna, para favorecer la composición general). Con el paso del tiempo y la oxidación del aceite, los arrepentimientos salen a la superficie del cuadro. Algunos cuadros de Velázquez se pueden ver ahora con sus imprecisiones, sus tachaduras, sus correcciones. Quizá esto no hubiera ocurrido si Velázquez hubiese pintado más sobre seguro, más lentamente, previendo situaciones, buscando la precisión en lugar de la soltura y la inspiración.

A mi me gustan los arrepentimientos de Velázquez. Zurbarán es más exacto, pero a veces parece un pintor encorsetado. Vermeer es más sensitivo, pero ni rastro de la amplia pincelada velazqueña.

A mí me gusta comparar, salvando distancias, al pintor Velázquez con Rogelio. Rogelio juega con extraordinaria soltura, con una facilidad pasmosa, única. Cuando juega bien, se desplaza sobre la pista con una rapidez infinita, como siguiendo los dictados de una intuición diabólica. Rogelio "crea" jugadas de gran belleza, siempre, en cada partido. ¿Vamos a poder perdonarle sus "arrepentimientos", sus errores sobre la marcha, su falta de previsibilidad? Con el tiempo, sin duda, seremos conscientes del regalo que supone su tenis; de que, cuando juega bien, alcanza cotas de inspiración y belleza que deberían servirnos a TODOS los aficionados de este deporte.

¿Es Velázquez el mejor pintor de todos los tiempos? La discusión se torna banal. Pintó poco. Ni siquiera se sentía orgulloso de su trabajo como pintor de corte.

Yo ya estoy empezando a perdonar a Rogelio por lo sucedido el domingo. Tres tie breaks y dos match points perdidos. No obstante, la gesta -llegar a la final, plantarle cara a un número uno seis años más joven- fue magnífica; con sus debilidades, con sus títubeos y momentos clave desperdiciados. (Lo dije anteriormente: en momentos de tensión, cuando el partido está igualado, es mucho más difícil desplegar un tenis creativo que aferrarse a una rutina, un automatismo ensayado cientos de veces).

Me quedo con la belleza del perdedor, con la gesta del que busca poner en práctica un tenis sublime, a pesar de sus errores.


viernes, 5 de julio de 2019













(Acerca Kyrgios y Nadal)

Ayer, en torno a la mesa de un restaurante transilvano, unos amigos ancianos discutíamos sobre esta tendencia poderosamente actual y nefasta del culto al cuerpo. Los tataranietos de uno de mis amigos son culturistas; para ellos, esculpir sus perfectos cuerpos es casi lo más importante en la vida. Comer lo que les dictan los nutricionistas, emplear dos o tres horas de su tiempo ejercitando la musculatura. Me acordaba yo del título de un libro cuyo autor no recuerdo: "De la inteligencia y el placer". Y lanzaba yo un interrogante en la conversación que no pareció entenderse: ¿Y el placer?

¿Qué actitud es más inteligente, la que persigue la perfección del cuerpo o la que quiere proporcionarse el placer de los sentidos?

Al mismo tiempo, argumenté que lo importante para nosotros, los vampiros, no es tanto la belleza muscular perfecta sino las deformidades, sobre todo si se trata de pequeñas deformidades que se conjugan con otras características que nos convierten a los seres humanos -vampirizados o no- en seres singulares. Como "esa característica curvatura" de la espalda de Kyrgios. O esa ya característica falta de cabello en la cabeza de Nadal.

Esas dos características se enfrentaron ayer como si se estuvieran enfrentando el Yin y el Yang. El bufón cheperudo contra el terminátor alopécico. El desorden contra la rutina bien adiestrada. El no entrenar contra el sobreentrenar. El desprecio a la victoria contra la costumbre de ganar a toda costa. ¿Dónde está ahí la lección? ¿Va a cambiar algo en la actitud de Kyrgios por el simple hecho de caer derrotado por su antítesis? Si algo ha dejado claro Kyrgios más allá de toda esta catarata de defectos que suele exhibir es que no envidia a nadie. Y mucho menos a Nadal.
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