Mostrando entradas con la etiqueta Diego Volianihil. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Diego Volianihil. Mostrar todas las entradas

viernes, 10 de enero de 2014




No existe atajo para la ruta de las cosas,
no te fíes del sonido comprensible,
de los surcos peinados a machete,
de las lindes, de la sangre,
de los muertos bajo el alambre enroscado
en los ojos de los viejos armados,
de los papeles sin tacha,
de las bestias de premio y castigo,
de nadie.

Fíate de los buitres y del musgo de las piedras,
de los cadáveres en descomposición de los excursionistas
que robaron antes que tú las naranjas
de las huertas del camino,
de las hierbas que saben
por dónde les da el aire,
del efecto sedante de los suspiros
de los hermanos del ruido
y de los zapatos torcidos bajo las sogas
de las ramas del olivo.

miércoles, 8 de enero de 2014

Quisieron eliminarnos,
acabar con todo,
destruir nuestras siete mil millones de ojivas por fundición con trinitrotolueno,
humillarnos como a un Jesucristo deficiente y retrasado
y enmarcarnos con paspartú de maderas innobles
-o tal vez con una mandorla, más piadosa-
para reírse con sus bocas de dientes podridos.

Se olvidaron de los ladridos de los perros del sótano,
de las cabras cibernéticas con cuernos de angustia,
de los niños violentos de los batidos sangrientos,
de los ancianos seniles, del rencor y la ira,
del agravio.

Quisieron deshacerse de nosotros,
poner una cifra bajo nuestra fotografía
pero ahora es tarde, se equivocaron,
la sangre no olvida y la vida reclama:
ellos o nosotros, y serán ellos,
pasarán por el fuego de nuestra canción preferida.



Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.