lunes, 31 de octubre de 2011





Hoy D. y yo hacemos puente. Estamos de fiesta. Nos hemos despertado a las siete de la mañana porque a él le ha dado la gana. He estado a punto entonces de llevarlo al cole. Ya que te despiertas pronto... Pero he preferido no castigarlo con un día de colegio. Ya que me libro yo, se libra él. Su madre trabaja; ella no hace puente. La empresa privada; ya se sabe. Si ella estuviese aquí estaríamos aprendiendo a escribir, o a leer, o a lo que fuera. ¿Qué aprende el niño conmigo? A holgazanear, sin duda. A no hacer nada. Y a perder el tiempo. No está mal. El infante tiene una influencia positiva en la madre, un digamos empuje hacia arriba, activo y vital; y una influencia negativa en mí, hacia abajo, desidiosa y pasiva.

sábado, 29 de octubre de 2011

(«A ti, que crees que existo,
¿cómo decir lo que sé
con palabras cuyo significado
es múltiple;
palabras, como yo, que cambian
cuando se las mira,
cuya voz es ajena?
¿Cómo decir
que no soy
pero que, en cada palabra,
me veo,
me oigo,
me comprendo,
a ti, cuya realidad
renovada
es la de la luz
a través de la cual
el mundo cobra conciencia del mundo
perdiéndote
pero que respondes
a un nombre
prestado?
¿Cómo mostrar lo que he creado
fuera de mí,
hoja tras hoja,
donde todo rastro de mi paso
está borrado
por la duda?
¿A quién se le han aparecido esas imágenes
que ofrezco?
Reivindico, en último extremo, lo que me es debido.
Cómo demostrar mi inocencia
cuando el águila ha volado de mis manos
para conquistar el cielo
que me atenaza?
Muero de orgullo en el límite
de mis fuerzas.
Lo que espero está siempre más lejos.(...)



viernes, 28 de octubre de 2011



¿Qué se enseña en las escuelas?
¿Para qué? ¿Qué priorizar? ¿Qué desestimar?
¿Qué tipo de actitudes tomamos?
¿Es bueno ser permisivo
o es preferible ser rígido?
¿Es posible que haya un equilibrio?
¿El alumno detecta la necesidad de que haya un equilibrio
o aprovecha cualquier resquicio para evadirse?

¿Cómo tratar al alumno?
¿Qué permitirle en el trato?
¿Cómo liberarse de la presión de las clases?
¿Es posible hacer que las cosas fluyan de otra manera?
Veamos la importancia del caudal humano
que circula por las aulas.
¿Qué se enseña?
Resulta insoportable sentirse obligado
a tomar decisiones éticas
a cada momento.

jueves, 27 de octubre de 2011



Al fin he visto en directo a Bonnie Prince Billy. Apareció de pronto por el lado derecho del escenario de la sala de conciertos, entre el público, cuando aún estaba actuando el telonero. Cabezota calva bajo una luz cenital, gran bigote nietzscheano. Todos los modernos asombrados. (Había proliferación de gafapastas, barbas cuidadosamente desaliñadas; o el preceptivo bigotito que se lleva ahora, conmemorativo de los felices días de la Transición, o lo que sea.) Es él, sí.

Salió al escenario de traje y con los ojos perfilados; evidenciando una particular noción del espectáculo. Teatral, muy teatral. Parecía meterse en la piel de un personaje en cada tonadilla. Una guapa le hacía los coros y a mí se me iba la vista a las grandes y bonitas tetas (de la guapa); tratando de disimular para no herir el orgullo de mi mujer. (Me permití, no obstante, bromear "machistamente" sobre el tema.) (Pero qué tetas, las de la guapa, y qué bueno el concierto.)

El tipo, Will Oldham, Bonnie Prince Billy, sabe elevar la emoción a su antojo. Como si fuese capaz de tocarnos alguna tecla interior y manipularnos de ese modo por dentro: ahora la emoción sube, casi hasta la lagrimita, ahora descansa, baja, reímos con el cantante. Qué bueno para nosotros (S. y yo) recuperar este tipo de rituales. El concierto de anoche pareció, en efecto, una especie de celebración; trascendente unas veces y catártica otras. Faltó muy poco para que yo rompiese a llorar cuando Will Oldham (Bonnie Billy) se ensimismó, bajó la mirada, cerró los ojos y entonó: I see a darkness; con esa voz desnuda y frágil con la que me ha acariciado tantas veces los oídos.

Fue primitivo, atávico, divertido y salvaje.

Cuando acabó el concierto, mientras el cantante desmontaba los instrumentos, nos acercamos a darle la mano y expresarle gratitud.

Al fin y al cabo ha sido nuestro chamán durante mucho tiempo. Y tal vez lo siga siendo mucho más.


La novela negra ha sido mi descubrimiento de los últimos meses; así como la sopa de ajo. Yo sabía que estaba ahí, que fascinaba a mucha gente; no obstante creía ser inmune a ella, sus códigos de ficción y sus clichés. El poeta Iribarren me induce a leer a Raymond Chandler. Raymond Chandler me lleva a leer a Dashiell Hammett. Hammett a Elmore Leonard y Dennis Lehane. Esto es un no parar. Para mí ha sido como descubrir una cultura aparte, un gueto, o un nuevo lenguaje. Estoy llegando a formarme mis primeras conclusiones. La sopa sabe a gloria. Un poco de pan y entra de maravilla. Se abre el telón: el individuo y la muerte. Yo creo que es lo que engancha de este tipo de novelas de entretenimiento. La fascinación por la muerte llevada al extremo: la muerte provocada, escenificada y servida en bandeja. Los buenos escritores saben servirla bien, con lentitud y con los ingredientes de una especie de poética del género. No obstante a mí lo que menos me interesa es lo que llaman intriga o suspense. El orden del relato en que el autor manipula la información como una manera de situarse por encima del lector; y la forma de entregarse el lector, sumiso bajo los mandos del omnisciente autor. El suspense es siempre decepcionante, artificial. Por ello no me gusta el subgénero de intriga o suspense. Lo negro ha de serlo desde la primera línea; de un modo cabal y absoluto. Lo negro es negro; y la intriga para los que busquen el entretenimiento fácil.

Recuerdo haber leído varias de las historias de Sherlock Holmes y haber pensado que conociendo ese germen detectivesco era capaz de dilucidar todo lo que viene después. Yo siempre he sido así de ignorante; muy dado a sacar conclusiones precipitadas. En el detectivismo de Sherlock Holmes está en grado simbólico la mentalidad racionalista decimonónica. Nada que ver con la visceralidad de la novela de detectives norteamericana; ni siquiera con el distanciamiento desencantado e irónico de Philip Marlowe.

Digamos, siendo grandilocuentes, que si el germen (Sherlock Holmes) se sitúa en el origen de la Revolución Industrial, el esplendor del género está ya en el centro del Capitalismo. Si el cine es el gran arte del Capitalismo, la novela negra es la gran literatura capitalista (en general, es una novela popular y de consumo; y sirve de base para guionizar películas y series televisivas; pero no solamente eso: las mejores novelas negras describen siempre los peores excesos de la sociedad capitalista y, en ocasiones, a tan alto nivel que superan lo mejor de la producción literaria seria).

Mi favorito, hoy por hoy, es Dashiell Hammett. Hammett es un Hemingway huidizo, detectivista y pre-violento; un nihilista divertido, un borracho elegante y un individualista de izquierdas. Su biografía es tan fascinante como sus novelas. Y su estilo, cortante y seco como el del mejor Hemingway (no lo digo yo, lo dice el mismísimo Luis Cernuda en el prólogo de Cosecha roja).

La mejor novela de detectives que he leído hasta ahora tal vez sea, cómo no, El largo adiós, de Chandler. Pero es que ésa tal vez sea una de las mejores novelas de todos los tiempos y todos los géneros.

Chandler-Marlowe es un gran observador. Es decir, yo diría que Chandler utiliza a su personaje, Philip Marlowe, para describir el entorno que él conoce mejor (la alta sociedad californiana). (No en vano Raymond Chandler fue ejecutivo, periodista y contable antes de dedicarse por entero a escribir.) Yo creo que lo que diferencia a Philip Marlowe de los personajes creados por Dashiell Hammett (Sam Spade, Nick Charles) es en cierta medida lo que distingue a Chandler de Hammett: Chandler-Marlowe es un observador distanciado, minucioso y sentimental; en cambio Hammett (fue detective en la vida real, como sus famosos personajes), al igual que Hemingway, se sitúa en el centro de la trama y se ve arrastrado; resulta irascible y participativo. Es decir, Sam Spade es, como Philip Marlowe, todo un perdedor, un perdedor moderno; pero Spade se deforma y sufre mientras Marlowe permanece impasible.

martes, 18 de octubre de 2011

Yo soy el Individuo.
Primero viví en una roca
(Allí grabé algunas figuras).
Luego busqué un lugar más apropiado.
Yo soy el Individuo.
Primero tuve que procurarme alimentos,
Buscar peces, pájaros, buscar leña,
(Ya me preocuparía de los demás asuntos).
Hacer una fogata,
Leña, leña, dónde encontrar un poco de leña,
Algo de leña para hacer una fogata,
Yo soy el Individuo.
Al mismo tiempo me pregunté,
Fui a un abismo lleno de aire;
Me respondió una voz:
Yo soy el Individuo.
Después traté de cambiarme a otra roca,
Allí también grabé figuras,
Grabé un río, búfalos,
Grabé una serpiente
Yo soy el Individuo.
Pero no. Me aburrí de las cosas que hacía,
El fuego me molestaba,
Quería ver más,
Yo soy el Individuo.
Bajé a un valle regado por un río,
Allí encontré lo que necesitaba,
Encontré un pueblo salvaje,
Una tribu,
Yo soy el Individuo.
Vi que allí se hacían algunas cosas,
Figuras grababan en las rocas,
Hacían fuego, ¡también hacían fuego!
Yo soy el Individuo.
Me preguntaron que de dónde venía.
Contesté que sí, que no tenía planes determinados,
Contesté que no, que de allí en adelante.
Bien.
Tomé entonces un trozo de piedra que encontré en un río
Y empecé a trabajar con ella,
Empecé a pulirla,
De ella hice una parte de mi propia vida.
Pero esto es demasiado largo.
Corté unos árboles para navegar,
Buscaba peces,
Buscaba diferentes cosas,
(Yo soy el Individuo).
Hasta que me empecé a aburrir nuevamente.
Las tempestades aburren,
Los truenos, los relámpagos,
Yo soy el Individuo.
Bien. Me puse a pensar un poco,
Preguntas estúpidas se me venían a la cabeza.
Falsos problemas.
Entonces empecé a vagar por unos bosques.
Llegué a un árbol y a otro árbol;
Llegué a una fuente,
A una fosa en que se veían algunas ratas:
Aquí vengo yo, dije entonces,
¿Habéis visto por aquí una tribu,
Un pueblo salvaje que hace fuego?
De este modo me desplacé hacia el oeste
Acompañado por otros seres,
O más bien solo.
Para ver hay que creer, me decían,
Yo soy el Individuo.
Formas veía en la oscuridad,
Nubes tal vez,
Tal vez veía nubes, veía relámpagos,
A todo esto habían pasado ya varios días,
Yo me sentía morir;
Inventé unas máquinas,
Construí relojes,
Armas, vehículos,
Yo soy el Individuo.
Apenas tenía tiempo para enterrar a mis muertos,
Apenas tenía tiempo para sembrar,
Yo soy el Individuo.
Años más tarde concebí unas cosas,
Unas formas,
Crucé las fronteras
y permanecí fijo en una especie de nicho,
En una barca que navegó cuarenta días,
Cuarenta noches,
Yo soy el Individuo.
Luego vinieron unas sequías,
Vinieron unas guerras,
Tipos de color entraron al valle,
Pero yo debía seguir adelante,
Debía producir.
Produje ciencia, verdades inmutables,
Produje tanagras,
Di a luz libros de miles de páginas,
Se me hinchó la cara,
Construí un fonógrafo,
La máquina de coser,
Empezaron a aparecer los primeros automóviles,
Yo soy el Individuo.
Alguien segregaba planetas,
¡Árboles segregaba!
Pero yo segregaba herramientas,
Muebles, útiles de escritorio,
Yo soy el Individuo.
Se construyeron también ciudades,
Rutas,
Instituciones religiosas pasaron de moda,
Buscaban dicha, buscaban felicidad,
Yo soy el Individuo.
Después me dediqué mejor a viajar,
A practicar, a practicar idiomas,
Idiomas,
Yo soy el Individuo.
Miré por una cerradura,
Sí, miré, qué digo, miré,
Para salir de la duda miré,
Detrás de unas cortinas,
Yo soy el Individuo.
Bien.
Mejor es tal vez que vuelva a ese valle,
A esa roca que me sirvió de hogar,
Y empiece a grabar de nuevo,
De atrás para adelante grabar
El mundo al revés.
Pero no: la vida no tiene sentido.
Dichoso es el que olvida
el porqué del viaje
y, en la estrella, en la flor, en el celaje,
deja su alma prendida.




El niño pasa a diario
cerca de un cuartel militar.
Sentado en un carricoche,
lo llevo yo al colegio.
Un soldado hace guardia;
muy plantado y serio.

El niño dice siempre
lo mismo: Ese señor
tiene una pistola
de agua.

(Dejémoslo así,
de momento.)

lunes, 17 de octubre de 2011

Una mujer vende su libro
en un mercadillo, en Patraix.

Es muy interesante y
muy entretenido, me dice.
Ambientado en India. Tiene
un poco de todo, ya sabes:
terrorismo, espionaje,
dolor y muerte.
Si me compras el libro,
dice, te lo llevas firmado
a mano por la autora.

Se acerca para contármelo
al oído; como si el libro fuera
un secreto. Terrorismo, espionaje,
dolor y muerte en India.
Muy exótico, le digo.

Me despido
de la autora
pensando:

si hablase de la vida
de ella; tal vez de ese modo
me hubiera interesado.


domingo, 16 de octubre de 2011



Ha llegado la hora de volver sobre lo viejo. Sentir el confort de escuchar una y otra vez los viejos discos. Volver a meditar sobre las viejas imágenes. Releer viejos libros. Yo qué sé. Pensaba en ello cuando he puesto esta mañana en el radiocedé del coche un disco que encontré por casualidad en un cajón desordenado. Se trata de Sister Lovers, de Big Star. Recordaba que esa música me gustaba mucho; pero no sabía que pudiera llegar a gustarme tanto. Trato de acostumbrarme al falsete de Bon Iver; no obstante no lo consigo. No logro llegar a la conclusión de que Bon Iver tiene una "gran sensibilidad". El fallo es mío, ya lo sé. Bon Iver; el Bon Iver de Bon Iver, sin duda exhibe una "gran sensibilidad". Lo que ocurre es que a mí no me llega. A mí me llega lo que me llega. El Alex Chilton de Sister Lovers es sublime; me emociona, sigue emocionándome. Pienso que yo ya estoy limitado a determinadas emociones; no puedo empezar ahora a cambiarlas.

sábado, 15 de octubre de 2011


George Shaw pinta fundamentalmente paisajes urbanos. Su estilo es minucioso y vermeeriano. Una de sus series más conocidas se titula "Escenas de La Pasión". En sus cuadros no aparecen nunca personas. Es un pintor realista; no obstante sus misteriosas imágenes tienen un aire apocalíptico, silencioso e irreal. Parecen las afueras de poblaciones deshabitadas, contempladas bajo la perspectiva de un extraño visitante. Paisajes abandonados en los que apenas se ve alguna luz en algún edificio. "La Pasión" según George Shaw no tiene nada que ver con el paroxismo de las escenas bíblicas. El horror, parece querernos decir el pintor, es pausado y cotidiano. El dolor se cuece cada día en edificios como éstos. El sufrimiento es común, vulgar; no tiene nada de heroico o redentor.

Mike Leigh ha titulado su última película "Another Year". Es una película realista; no obstante, trufada de sutiles elementos fantasiosos. Empezando por la pareja protagonista, un tipo llamado Tom y su mujer Jerry. Ambos son ligeramente grotescos, como unos dibujos animados. Ella luce unos dientes incisivos extraordinarios, como de ratoncita feliz. Todo a su alrededor se desmorona; no obstante Tom y Jerry mantienen un equilibrio y una bondad absolutamente irritantes. Sus amigos más próximos han sido absorbidos por la histeria, destruidos por el paso del tiempo en la mediocridad de sus vidas solitarias. A cada golpe dramático, Tom y Jerry responden con una ironía o un chiste (al igual que las risas enlatadas de los dibujos animados rubrican las caidas y los golpes). Tom y Jerry son el contrapunto que hace soportable la soledad de sus amigos. Pero al mismo tiempo su buenismo es cruel e hijoputa; subrayando a cada momento su preponderancia.

viernes, 14 de octubre de 2011

Estados Unidos se merienda el mundo cuando le da la gana. (Mi hijo empieza a sentirse deslumbrado por esa enormidad comestible y yo no sé cómo pararlo; ya se parará él, si quiere.) Si en el mundo se habla de "novela total", en Estados Unidos el referente es la Gran Novela Norteamericana. Recuerdo que Jean Cocteau decía que el trabajo de escritura y reescritura era para él como agitar un árbol hasta quedarse casi con las ramas desnudas. Los "grandes" escritores norteamericanos desde luego no tienen ese empeño. Lo suyo es inflar el texto barroquizando las tramas, entrando y saliendo los personajes. Jonathan Franzen hace ojitos de haberlo conseguido; parece el empollón de la clase, satisfecho después de haber sacado buena nota en un examen.

sábado, 8 de octubre de 2011


A. El buen bloguero tiene un aire humanista, sabio y dialogante. Lee mucho, claro, pero lee bien. (Estoy hablando del bloguero "puro", no del escritor-bloguero que abre un blog para promocionarse, con su nombre, o tiene un blog como experimento literario, de crítica y tal.) El buen bloguero usa las redes sociales como lo que son; para, efectivamente, socializar, hablar de temas de actualidad o de libros, compartir opiniones y divertirse con ello. Y, luego, tal vez, quedar con alguien de la blogosfera en el mundo real; tomar un par de cervezas y salir a cenar, es decir, conocer gente. Es un tipo extravertido, generalmente buen profesional de lo que sea, pero con tiempo libre suficiente para dedicarle a esta tarea gratuita, escribir en un blog y opinar, opinar siempre, opinar de todo. El buen bloguero es en definitiva un charlatán. Ha visto en la red una plataforma nueva para sus devaneos. No obstante, siendo un coñazo, no deja de ser un bloguero bueno.

B. El mal bloguero sobrevive por encima de sus posibilidades. Utiliza la red para aparentar ser la persona que no es. Habla constantemente de sus méritos, como si le importaran a alguien. Generalmente firma sus escritos (o posts) con su nombre, o sus iniciales, y en su perfil exhibe una foto de sí mismo (en la que cree aparecer guapo, o por lo menos "interesante"). El mal bloguero habla de libros, claro. De todos los libros que lee o ha leído; e, inclusive, de los que todavía no ha leído pero ha leído una reseña y escribe en su blog como si hubiese leído el libro entero. Lo peor no es eso. Lo peor es que el tipo no tiene ni idea. Escribe en el blog fundamentalmente para decir que ha leído; lo dice como el turista que dice que ha estado en tal o cual sitio. Quiero decir que el mal bloguero no saca ninguna conclusión; no tiene opiniones. Simplemente lee o dice que lee; y visita luego los blogs de los escritores a los que lee para decirles que los ha leído. Lo gracioso es que solamente es capaz de decirles que los ha leído a ellos o ha leído los libros que esos escritores recomiendan en sus blogs, nada más. El mal bloguero es un tipo mediocre con un blog, un imitador. Eso sí, imita tonos, imita tics; pero como quien se pone un disfraz.

viernes, 7 de octubre de 2011

Parece que estemos viviendo
en el fin del mundo.
Los acontecimientos escenifican
un derrumbe paulatino,
lento e inexorable,
de las cosas.

La sensación, sí señor,
es de que el mundo se acaba
y poco podemos hacer
para remediarlo.

La crisis económica
sólo es uno de sus síntomas.

El declive empezó
mucho antes; como
un cáncer no detectado
a tiempo.

Parece que sea
ya demasiado tarde.


jueves, 6 de octubre de 2011


Isaac Rosa ha tenido una idea buena. Recuerdo una cita de Josep Pla en la que el tipo dice que lo suyo no es literatura de la invención sino de la observación. Yo como lector tengo esa misma tendencia; prefiero al escritor que me habla de lo que de uno u otro modo puedo comprobar. Entiendo que siempre hay enmascaramiento; no obstante soy ingenuo y busco siempre cierta honestidad en el que escribe; necesito intuirla. Lo de Isaac Rosa en La mano invisible creo que está a medio camino entre la invención y la observación; es realismo y es metafísica; es una abstracción literaria y es un intento de hacer, digamos, denuncia social. Parece mentira que nadie haya tenido esa idea antes. La mano invisible es actualidad (literatura de la crisis económica; coyuntural hasta cierto punto) y es intemporal (habla de todos y de nadie: trabajadores sin rostro, currantes sin nombre, con un dolor arquetípico y un aburrimiento generalista). La crítica literaria lo ha llamado experimento fallido. ¿Cómo es posible medir el error en el experimento literario? No lo sé.
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