lunes, 31 de marzo de 2014













Me pareció que se decía en un telediario que un conocido partido político de ultraderecha se está dedicando a repartir comida en los barrios marginales de las grandes ciudades (barrios mayoritariamente habitados por inmigrantes), pero sólo a las personas que demuestran ser de nacionalidad española.

Yo suelo ver los noticiarios un poco en duermevela, como si asistiese a un espectáculo irreal; por lo que no sé si lo que acabo de decir es absolutamente cierto o solamente un poco cierto, o lo he soñado al completo.

Si fuese cierto, tiene su lógica. En situaciones críticas, los buitres salen a escena a ver si pueden sacar tajada. En el telediario soñado entrevistan a una de las personas (de acreditada nacionalidad española) que permanecen en una cola a punto de recibir la ayuda. Un hombre de mediana edad. Dice que no le importa quién le ayude, siempre que haya alguien que le ayude.

Uno piensa de inmediato que qué hijoputas, los de ese partido de ultraderecha. Cómo son capaces de utilizar a la gente humilde, para decirles estamos con vosotros, somos vuestra salvación, ellos son el enemigo. Desconozco si esto puede suponer una amenaza real. Si puede significar el resurgimiento de algo. Aunque acojona un poco.

Luego uno piensa que el partido en el poder hace lo mismo, sólo que de manera más retorcida. Inclusive, su hijoputismo es aún mayor, pues ni siquiera establece una distinción nosotros y ellos, nosotros contra ellos, en función de una determinada nacionalidad, sino que pacta en favor de, digamos, una élite supranacional. Lo suyo habría que llamarlo "la internacional capitalista".

viernes, 28 de marzo de 2014

jueves, 27 de marzo de 2014

Veintisiete de marzo

He tenido suerte al encontrar
Un sitio donde aparcar mi coche
Sin haber dado demasiadas vueltas

Justo frente a una clínica de dietética

Obesidad, bulimia
Sobrepeso, diabetes
Embarazo
Niños, celiaquía



Le gustaba dibujar a lápiz cosas de su entorno. En ese momento, en el punto en que se hallaba su vida, le parecía una actividad terapéutica. Hizo innumerables retratos de su madre. El rostro ajado, los años y el sufrimiento marcados en la mirada, en aquella dolorosa expresión que adquiría la anciana. Para Alonso Sánchez, tras la marcha de Estela, su madre estaba siendo, digamos, una tabla de salvación. Aferrarse a ese rostro tenía un contenido simbólico. El rostro de su madre le estaba enseñando cosas. Cosas importantes para seguir viviendo, para resistir. Dibujarlo no era tanto un acto de amor hacia ella como una manera de aprehender todas esas cosas. Cada sombra, cada trazo, era una frase, una máxima, que le ponía en evidencia y le pedía, casi a gritos, que volviera a ser el de antes, que recuperase la ilusión por las cosas, por volver a considerarse un artista.
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