viernes, 7 de febrero de 2025


 

Chomsky y Foucault

Alguien que lo ha llamado el debate del siglo.  Como dos púgiles los pensadores son presentados ante una audiencia y para las cámaras.  Como dos estrellas del pensamiento,  prematuramente icónicas en una televisión holandesa en los años sesenta.  El rotundo filósofo francés,  enemigo de generalismos y de categorías absolutas,  enfrentado a un norteamericano de maneras tímidas,  que parece un poco apocado,  sabiéndose quizá, de antemano, perdedor en este debate.


Se discute sobre la naturaleza humana.  Acaso sobre si existe una posibilidad para esa naturaleza.  Las posturas son irreconciliables.  En todo momento,  Chomsky apela a la existencia de una base esencial,  que uniría a todos los seres humanos,  y sobre la que construir y renovar la convivencia.  Un principio de bondad que nos ha de servir de guía y sin el que nos abandonaríamos a la tiranía.  En ese principio se justifican las acciones de Chomsky de desobediencia civil. Ese principio sustenta,  también,  la etiqueta que el pensador americano enarbola durante el debate: el anarquismo sindicalista. 


Foucault observa los razonamientos de Chomsky con cierto desdén.  Su postura es historicista,  no esencialista.  El concepto mismo de naturaleza humana hay que buscarlo en la historia.  No se puede hallar fuera del tiempo.  Cualquier forma de revolución obedece a los intereses de una clase social concreta,  un grupo determinado en un tiempo histórico determinado.  No hay una bondad inmanente a la que apelar.  Hay  un problema que se resuelve una vez. 

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