Llegamos tarde a Nirvana, por medio minuto. Las buenas críticas de la, entonces, prensa especializada no bastaron. Los discos de Nirvana coexistían con propuestas de la música popular más sofisticadas, que alimentaban mejor, quizá, una altivez de la que no es fácil desembarazarse; como My Bloody Valentine o Sonic Youth. Adquirí los discos de Nirvana a destiempo, como solía ocurrirme. Aprendiendo a destiempo a valorar la figura de Cobain como la punta de lanza de multiples propuestas populares que, mucho antes, tenía bien asimiladas.
En cierto modo, celebro que todo haya pasado. Aunque no sin un gramo de nostalgia adolescente. Hoy, quien vive engañado por los medios, por montañas de prejuicios, por las modas... es mi hijo mayor. Me cuesta mucho llegar a él, contrastar aquello que entra en mis parámetros caducos con todo el espectro de novedades que le llegan a él a través de las más o menos malintencionadas redes sociales en las que anda sumergido tres o cuatro horas todos los días. Mi papel de represor, la verdad, no me gusta; me provoca no pocas ansiedades. Tampoco vivo bien la distancia que, poco a poco, nos va separando cada vez más; por mucho que entienda, como se suele decir, que es ley de vida.
En el paradigma de estos tiempos voy a situar a un tonadillero llamado Post Malone; venido de la cultura del trap que tanto gusta a mi hijo mayor. Recuerdo que en una conversación tenida con el chaval sobre el tema (esas tonadas que, ahora, son para él tan importantes) me dijo, exhibiendo una altivez que en estos momentos le pertenece por derecho propio, que en mis usos y costumbres de juventud yo estaba mucho más cerca de mi propio padre que él lo está ahora de mí mismo. Pensé entonces en las concomitancias probables entre las tonadillas de Julio Iglesias, el favorito de mi padre, y Jesus And Mary Chain. Me defendí. Y él contraatacó: los Beatles son rock, como lo que tú siempre andas oyendo.
Recientemente ha habido una reunión del trapero Post Malone con la antigua formación de Nirvana, como homenaje nostálgico. El trapero, nuevo epíteto de la desidia y la toxicidad adolescente, empuña una guitarra y canta con cierta templanza Smell Like Teen Spirit. No sé si aprovechar el evento para intentar, de nuevo, una cierta reconciliación. Quizá haya que esperar algunos años...
No hay comentarios:
Publicar un comentario