lunes, 12 de agosto de 2013









Richard Linklater suma y sigue. Cada nueve años junta a Julie Delpy y Ethan Hawke y nos ofrece una nueva viñeta sobre la imposibilidad del amor romántico. Un nuevo breve encuentro. Esta vez, atendiendo a las encrucijadas en las que los guiones anteriores le habían hecho caer, un breve encuentro dentro de la pareja. Y por lo tanto, una cosa paradójica; aunque, a mi modo de ver, con bastante jugo.

Yo soy muy de breves encuentros. He experimentado pocos en mi vida. Pero creo que solamente se produce esa rara perfección en el amor cuando hay un encuentro breve, brevísimo, casual, apenas un roce. Cuando todo florece en la imaginación de los implicados, cuando todo es posibilidad y nada se concreta. Antes del amanecer era eso. Como la mítica película de David Lean, como Tú y yo de Leo McCarey. Antes del atardecer rizaba el rizo. Un breve encuentro años después del primer breve encuentro. Una segunda oportunidad que finaliza, como la primera, con una incógnita. Todo el tiempo se está hablando: concretarlo es cagarla; seguir implica desgaste, implica matar el romanticismo, impregnarlo de esfuerzo y cotidianidad, de voluntad.

En la tercera, Antes del anochecer, ya la han cagado. Es la menos romántica de las tres. La más real; es decir, la más realista. Todo intento de recuperar lo anterior es ficticio. Una noche de hotel es una mentira compartida. Hace tiempo que no hablamos. Hace tiempo que no hablamos sin que la conversación gire en torno a las cosas que hay que hacer. A la funcionalidad de la vida en pareja. En torno a ponerse de acuerdo para salir adelante.

Y, sin embargo, se vuelve siempre a aquel primer breve encuentro. A la noche mágica en la que todo encajaba. A aquella noche en la que cada uno de los dos ejerció una fascinación especial, e inexplicable, en el otro. Aquel breve encuentro es el alimento de toda pareja. Cierras los ojos y lo recuperas, crees recuperarlo.

No sé qué se planteará Linklater para una cuarta entrega. Lo tiene difícil. El aburrimiento se ha colado entre sus protagonistas. Los misterios se han desvelado y ya solamente viven en un mundo de intereses. Sí sé cuál sería una última entrega; se titula Amor y ya la ha filmado Michael Haneke.

jueves, 8 de agosto de 2013




Bill Tilden fue el gran dominador del tenis en la primera mitad del siglo pasado. Muchos dicen que, si fuera posible establecer una comparativa en condiciones, probablemente sería el mejor tenista de todos los tiempos. Su leyenda dice que dominaba tan a placer a sus contrarios que a menudo se dejaba ganar para luego remontar los partidos, por puro aburrimiento. Tenía una fisonomía especialmente adecuada para practicar el juego del tenis: era alto y delgado, de hombros amplios y largos brazos. Tenía al parecer unas manos particularmente grandes. Con la derecha agarraba fuertemente la raqueta, propinando golpes planos con los que derbordaba a sus rivales. Fue, además, una especie de intelectual del deporte. Escribió varios tratados y estableció las bases técnicas del juego: las empuñaduras y movimientos tal y como todavía se enseñan ahora.

En YouTube pueden verse varios vídeos en los que el propio Tilden enseña a jugar a un muchacho. Bill Tilden's Tennis For Beginners y Bill Tilden's Advanced Tennis, respectivamente. Asombra la naturalidad con la que Tilden explica los diversos golpes. La llamada empuñadura "Este de derecha" en la que uno agarra la raqueta como si estrechara una mano. El movimiento del saque imitando la batida del brazo al lanzar una pelota hacia delante. El tenis de Tilden parece dotado de una lógica absolutamente clásica, sin manierismos. Digamos que antes de él el juego era puramente intuitivo. Tilden lo racionaliza; buscando soluciones lógicas. El momento del impacto cuando el brazo pueda ejercer la mayor fuerza posible, delante del cuerpo. Todo esto ya lo explicaba Tilden en una grabación que debe tener poco menos de cien años. Que exista este tipo de documentos indica el prestigio y la fama de Tilden en aquella época. (¿Cómo y dónde se exhibían? ¿Eran películas exclusivas, para ricos, o formarían parte de algún plan nacional estadounidense para popularizar el deporte del tenis y de ese modo acabar con la hegemonía de los jugadores europeos?)

Es imposible calibrar la importancia de tenistas de épocas diversas. Suele medirse por el número de victorias en torneos "grandes". No obstante, en la época de Tilden (o en la de Rod Laver, otro candidato a "mejor tenista de todos los tiempos") había un circuito de torneos "amateur" y otro "profesional". Ambos circuitos diferenciados, sin que los jugadores amateurs pudieran enfrentarse con los profesionales. Sin esta diferenciación, probablemente tenistas como Tilden o Laver hubiesen ganado tantos "grandes" como Roger Federer.

¿Qué pasaría en un hipotético enfrentamiento entre Tilden y Federer? El mejor Tilden contra el mejor Federer. Pero, ¿qué raqueta emplearían? ¿Una gruesa y pesada, de madera, o una de las ligeras raquetas actuales? No es posible compararlos. Bill Tilden fue bebedor y fumador durante toda su carrera deportiva, algo impensable en los deportistas de élite actuales.

Bill Tilden fue un personaje célebre de la época. Se codeaba con importantes personajes de la farándula. Como Charles Chaplin, de quien era amigo. Se alojaba en los hoteles más caros y producía obras de teatro en las que él mismo actuaba. Tuvo una larga carrera deportiva, prologada hasta los cincuenta años. No obstante, cuando se descubrió su querencia por los cuerpos de tiernos muchachos adolescentes (pagaba a chaperillos para mantener relaciones sexuales, hasta que fue condenado a un año de carcel por este hecho) todo el mundo le dio de lado. Ya no había acaudalados personajes que quisiesen que Bill Tilden diese lecciones de tenis a sus hijos. Fue proscrito en los clubs. Murió solo y arruinado, con sesenta años, poco después de abandonar el tenis profesional de manera definitiva.


lunes, 5 de agosto de 2013





Qué habrá sido de The High Llamas.
Uno sigue el recorrido de un grupo
musical durante un tiempo,
compra sus discos, dos, tres,
cuatro, los que sean, subido
al carro de una moda.
Luego, ese grupo otrora
importante desaparece,
ya no sale en las revistas
de tendencias, alguna reseña,
a lo sumo, que dice que hace lo mismo,
no ha cambiado, apenas ha evolucionado,
como si fuera una lacra
(Bob Dylan lleva décadas haciendo
lo mismo). No es justo el silencio
en torno a ese grupo musical
que hace lo mismo. Era, es,
demasiado bueno.
Pero uno ha elegido
otras cosas
para serles fiel.
Aquel grupo irónico
en la melodía
desaparece,
se queda
atrás.

Hasta que algo lo reivindica.
Una escucha nueva, una cosa actual.
Un exotismo de ahora, igualmente irónico,
hawaiano o lo que sea. Está en la base
de mi discurso: yo solamente admito
lo que soy capaz de reconocer.
En efecto, ese tal Sean Nicholas
Savage parece un cruce de
Brian Ferry y The High Llamas.
Y tal vez me equivoque,
pero me han entrado unas
ganas terribles
de volver a
escuchar
a The High
Llamas.
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