El gran dibujo

Estoy dibujando un gran dibujo con cinco alumnas. Es un cuadro enorme, de dos metros por todos sus lados. Me buscan ellas para dibujarlo, me esperan en el aula, donde comemos algunos días al mediodía y cotilleamos. Se trata de un encargo del equipo directivo que hemos desobedecido. Así que probablemente el dibujo no vaya a ninguna parte. Y eso está bien. En un final de curso como éste, asqueroso (me gusta la palabra asqueroso desde que mi propio hijo me llama a mí así), me alimento del baño de frescura de estas cinco, futuras estudiantes de arte, ay. No importa que nuestro dibujo no lo quiera nadie o que alguna de ellas (soberbia adolescente) se permita tapar alguna de mis aportaciones. El dibujo es nuestro y, además, no importa.