martes, 4 de septiembre de 2018

(Sobre Federer y el calor)

Era previsible una derrota ante Djokovic, pero no antes, pues parecía estar haciendo un torneo medianamente bueno. Rogelio esta temporada está sufriendo una espiral descendente. Se anunciaba en Wimbledon. Las dudas se amplificaron en Cincinnati; en un partido inexplicable en el que pareció jugar de brazos caídos desde el minuto uno. Y lo corrobora aquí; en un escenario que no debería ser desfavorable y ante un rival al que hubiera barrido sin piedad en otro momento.

La hipótesis del miedo escénico ante un posible correctivo demasiado severo para su estatus ante Nadal o Djokovic es factible. Sobre todo porque el extraño calendario que últimamente viene eligiendo y él mismo, que lo deja entrever en sus declaraciones, indican que sigue jugando "para la historia". Y esta cosa grandilocuente, "la historia", es el mejor ingrediente para jugar presionado. No sé si consciente o inconscientemente, pero sí es factible que Rogelio, a estas alturas, tema mucho más una derrota que aumentase negativamente su "head to head" contra sus dos "históricos" rivales, que la vergüenza de caer derrotado ante un rival poco significativo a un nivel, como digo, "histórico". Plantearse seguir jugando en estas condiciones yo creo que es muy complicado. Pues implica confiar demasiado en el factor suerte; que la suerte le quite de enmedio a los rivales que le generan inseguridades a ese nivel "histórico". Si pretende seguir jugando, a estas alturas, yo creo que debería salir a la cancha sin complejos. Aceptar que con 37 años hay rivales más jóvenes que están más en forma. Y plantear la lucha a partir de esas premisas, sin mirar las estúpidas estadísticas.

La hipótesis de la edad es una evidencia. Todos los grandes jugadores de este deporte a la edad de 37 años o estaban ya retirados o en un ranking por debajo del treinta o cuarenta del mundo. Si uno decide seguir jugando por amor al juego esta es la realidad de cualquiera, de todos. La decadencia es asumible hasta el punto en que el orgullo aguante. Asumiría que Rogelio cayese en el ranking si él fuera capaz de soportarlo; con el consuelo de que ofrecería destellos de su genio de vez en cuando. Pero como fan suyo me duele verlo caer así; ante rivales que no le habrían puesto en problemas en otro tiempo. Me viene a la cabeza cómo se pronunciaba Edberg para justificar su retiro. Decía el sueco que ya no le satisfacía arrastrarse por las canchas y perder ante rivales a los que hubiera ganado sin problemas en otra época. Edberg tenía poco más de treinta años. Su opción, siendo un antiguo ganador de Grand Slam, me pareció muy digna en su momento.

Rogelio últimamente parece pecar de ingenuo. Ofreciendo mensajes optimistas al comienzo del sus torneos; cuando el aficionado medio es capaz de leer que ni siquiera sus entrenamientos son lo que eran. No soy yo, es el calor, dice. No es la edad es el calor, dice. Como si un casi cuarentón fuese capaz de soportar el calor igual que un veinteañero (¿en todas las ediciones en las que ha participado no ha habido un verano igual de caluroso en Nueva York?). No, no es él, no es la edad, no es esa estúpida responsabilidad con "la historia" que parece haberse marcado, no es nada de todo eso. El calor, el maldito calor.

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