Ya poseemos
casi todo
lo que nos iba
a hacer felices.
Puede decirse
que lo hemos
conseguido.
Ya está.
Ahora solo
nos queda
comprobar
hasta qué punto
fuimos sinceros
con nosotros
mismos.
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Me gusta Carmelo, pero la felicidad siempre es un asunto sobrevenido y como tal se percibe a posteriori, cuando se pierde
ResponderEliminaren el poema, creo, lo de menos es la felicidad; lo que importa es el interrogante: fuimos sinceros?
ResponderEliminarSí, estoy de acuerdo, pero...(ser sinceros tampoco garantiza nada en dicho asunto, y vuelta a mi opinión sobre la felicidad la la la la)
EliminarA mi, al contrario, me parece que precisamente lo que más difícil resulta asumir del poema es el asunto, ese, de la sinceridad. Porque un día se quiere una cosa y al día siguiente, otra. Y no se puede ser sincero o dejar de serlo -como apunta Lansky- en relación con los deseos ¡tan coyunturales por su misma esencia!. Máxime con los deseos de juventud, que parece ser que son a los que está aludiendo Carmelo.
EliminarEl que de verdad me ha encantado es el del columpio.