martes, 19 de noviembre de 2013




La tempestad. Giorgione, hacia 1508.

Giorgione es un pintor misterioso, oculto. Su importancia en la Historia es tangencial: como influencia, como maestro de otros pintores mucho más reseñables. Tiziano y Sebastiano del Piombo, fundamentalmente. Fue pintor de pocas obras, de corta existencia. Dado a la vida alegre. Juerguista y borrachuzo. Aficionado a cantar y tocar el laúd, al parecer, según Vasari.

Se sabe poco de Giorgione. Parece que le importa poco su oficio de pintor. Más interesado, tal vez, en cultivar generalmente una sensibilidad extraordinaria, basada en la sensualidad y en la belleza sutil, el gusto por lo delicado y lo etéreo. En efecto, Giorgione es un artista muy poco consistente; tanto a nivel formal como conceptual. Ni siquiera resulta bien armado intelectualmente, al contrario que Leonardo da Vinci, otro pintor hipersensible. Tal vez porque uno adivina pronto sus carencias, Giorgione es un pintor que cansa, se agota, deja de interesar a las primeras de cambio.

Giorgione es un pintor-puente, que da paso a la pintura de los grandes venecianos. Me gustó mucho, de joven. No entiendo por qué vuelvo a escribir sobre él. Por nostalgia, tal vez. O porque a pesar de las excelencias evidentes de los Tiziano, Tintoretto y demás, ninguno de ellos pintó una cosa tan extrañamente delicada como La tempestad.

Recuerdo haber comprado una novela de un escritor infame porque en su portada aparecía una reproducción de este cuadro. No me acuerdo de la novela. El escritor tuvo una buena idea: supo enmascarar su mediocridad con una imagen indescifrable como La tempestad. Pensando tal vez que el misterio es capaz de trasferirse, como por ósmosis, de la portada al interior del libro.

Como ha pasado con otros cuadros importantes, el título no pertenece al autor de la imagen. No se sabe cómo hubiese titulado Giorgione su pintura. Se ha llamado La tempestad por la tormenta que aparece al fondo, como una amenaza que se cierne sobre los dos personajes principales, una mujer y un hombre. Mujer desnuda y hombre vestido: un clásico de la pintura que nos remite, siglos después, al célebre El desayuno en la hierba, de Manet.

Pero Giorgione no es un moderno. No creo yo que quisiera escandalizar. No hay un erotismo explícito o escandaloso en su misteriosa imagen. Los eruditos de la pintura han encontrado varias interpretaciones en la mitología antigua y clásica. Mercurio e Isis. Tal vez Paris y Enone. Inclusive, Adán y Eva. No obstante, algo se les escapa a los eruditos; algo que tiene que ver, creo yo, con la ingenuidad del pintor y con el azar.

Más allá de la literatura que le da origen, La tempestad yo creo que ha sido obra del azar. O, lo que viene a ser lo mismo, del capricho de un pintor hipersensible y sombrío. La mujer desnuda amamanta un niño; agazapada en un entorno natural, paisajístico, como un aminal salvaje. Parece mirar al espectador, desconfiada. El hombre vestido, al contrario, permanece erguido, digno, observando la escena a una cierta distancia. ¿Por qué Giorgione ha separado tanto las dos figuras? ¿Por qué la figura del hombre vestido se distancia tanto de la de la mujer desnuda?

A mí esa distancia y la posición de las figuras me recuerda a La violación, de Edgar Degas. En ambos cuadros un hombre erguido, altivo, acecha a una mujer agazapada, ¿humillada? En ambos cuadros entra en juego la distancia entre las dos figuras, el hombre y la mujer. En ambos se representa una tensión entre las dos figuras, una clase de amenanza. En ambos la amenaza es indeterminada, ambigua.

Recuerdo haber visto el cuadro de Giorgione al natural, cuando yo era un estudiante de Bellas Artes viajando por Italia. Está en Venecia, en la Galería de la Academia. Recuerdo que me impresionó su tamaño; inferior a un metro por cualquiera de sus lados. Esperaba un cuadro de formato mayor, como las grandes imágenes de Tiziano. La tempestad es una cosa pequeña que cautiva por su pequeñez y delicadeza. Pertenece a una estirpe de cuadros tímidos, huidizos, secretos. Giorgione, a mi modo de ver, fue un pintor silencioso que pudo haber alcanzado mayores cotas artísticas, como Vermeer, si hubiese tenido un carácter menos disperso. Giorgione fue un pintor con tendencia a lo íntimo en una época en que no se permitía lo íntimo. Tal vez en eso consiste su encanto y su misterio; en no haber sabido concretarse, en mantenerse en una región indeterminada. Con conexiones en todas las épocas de la pintura.

3 comentarios:

  1. Pues a mí si me gusta mucho, no me cansa (aunque entiendo lo que dices) y me parece muy explicitamente erótico . No llegó a más probablemente por su prematura muerte, como tantos (la peste)

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  2. Rafael de Urbino también murió prematuramente y, sin embargo, legó una obra mucho más relevante... yo creo que Giorgione fue un afrancesado mucho antes de que existiese el afrancesamiento; fue un "bon vivant" de, como digo, extraordinaria sensibilidad... no me malinterpretes; digo que es un pintor que cansa porque uno pronto se da cuenta de que, en la línea de Giorgione, el gran pintor fue Tiziano... a Tiziano sí que no te lo acabas

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    1. Bonito título me sugieres: Tiziano no se me acaba nunca

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