viernes, 4 de mayo de 2012

David Markson protagoniza una anécdota que bien podría haberle servido a él para alguno de sus aforismos. Al morir el escritor sus herederos venden toda o gran parte de su biblioteca a la librería Strand de Nueva York (no recuerdo con exactitud los datos concretos de este hecho; leí sobre ello hace unos días en alguna página de internet que ahora no encuentro). Conozco esa librería. Pasé ratos muy agradables registrando sus estanterías las veces que viajé a esa ciudad monstruosa. Se trata de una librería de viejo descomunal, con cientos de miles de ejemplares amontonados en estantes interminables y por los suelos. Recuerdo que compré allí varios catálogos de pintura a muy buen precio. Al parecer el escritor David Markson murió siendo desconocido y muy poco apreciado, por lo que la venta de sus libros a esta librería pasó desapercibida. El tipo, sin embargo, escribía su nombre en la primera página de cada uno de sus libros (yo hago lo mismo, aunque soy consciente de que es una gilipollez... se trata de una costumbre compulsiva, una forma de apropiarse del objeto-libro... quisiera no hacerlo, la verdad, pero soy incapaz; tengo el sentido de la propiedad demasiado arraigado). Alguien compró uno de los libros de la antigua biblioteca de Markson y leyó la firma del escritor en la primera página. Esa persona, al parecer, sin conocer al escritor, buscó el nombre en internet para ver de quién se trataba; descubriendo así que no era un tipo cualquiera, sino uno de los escritores más audaces de su generación, calificado de "experimental" y prestigiado por la opinión que de él tenían colegas suyos de generaciones posteriores, como David Foster Wallace. Al parecer esa persona anónima, al descubrir la obra de Markson y ser consciente de la importancia que para él tenían la citas cultas, los datos concretos sobre otros escritores y libros, o lo que fuera, se propuso rastrear a través de internet la existencia de otros ejemplares de viejo procedentes de la biblioteca vendida del raro escritor. Encontró varios, según leí hace días y ahora no puedo comprobar; todos ellos firmados por el autor y llenos de anotaciones y subrayados.

¿Son todos los aforismos de Markson fruto de una investigación rigurosa y certera? ¿Se trata de anécdotas verídicas? ¿En qué biografía aparece el número de pie que calzaba Dostoievski o la costumbre de cagar fuera de casa de Nietzsche? ¿Qué empuja a Markson a fijarse en ese tipo de cosas? ¿Y qué nos ha querido decir con ello, acumulando anécdotas de este tipo?

Yo no entiendo nada, la verdad. Existe un componente de broma culta, esnobista, postmoderna, como ya he dicho, pynchoniana. Pero, ¿más allá?

Lo hubiese alineado con Montaigne. No obstante, ¿existe en Markson esa misma voluntad de conocer el mundo, renacentista, es decir, humanista? ¿O, al contrario, hay un proposito de, definitivamente, pervertirlo derribando sus estructuras?


5 comentarios:

  1. No conozco punto de fuga, pero he leído a Markson, algún relato policial, bastante insólito y que ahora no recuerdo, La biblioteca está en el pueblo, y mucho más recientemente, leí La soledad del lector, donde muestra un hombre que intenta familiarizarse con el espacio que habita y mientras lee, observa alrededor y acumula citas de escritores, filósofos y artistas. O sea, crea un genial teatrillo de cámara con dos personajes, el lector y el protagonista, y una playa o un cementerio como escenarios. Su lectura me dejó el regusto de buscar más cosas suyas para leer. No lo considero exactamente postmoderno por la sencilla razón de que sigo sin saber qué coño quieren decir con eso, ni le emparentó con Montaigne, que, siglos por medio, tenía otro registro, salvo por cierto talante ‘filosófico’, sino con el Xabier de Maistre de Viaje alrededor de mi cuarto. Muy buen hallazgo

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  2. el tipo creo que fue corrector de una editorial de novela negra y escribió varias, antes de, digamos, dar con su "fórmula";

    una de las características de la postmodernidad, creo, es que la obra artística o literaria es en esencia referencial, o bien de manera irónica o citacional... por ejemplo, Tarantino, que es el cineasta postmoderno por autonomasia, fabrica cada una de sus películas con una referencialidad determinada; lo mismo hace Pynchon en sus novelas, llenas de fragmentos de géneros diversos, devaluados muchos de ellos...

    otra forma de ser postmoderno es usando citas a troche y moche, como hace Enrique Vila-Matas, por ejemplo, inventándolas, inclusive... este hecho emparenta a mi modo de ver a Markson, no sólo con Vila-Matas, que es un escritor más cercano a él en el tiempo, sino con Montaigne, que como los anteriormente citados indagaba en las vidas ajenas y sobre lo que otros dijeron... sin embargo, a mi modo de ver, en Montaigne había una voluntad "integradora", si se quiere, "orgánica", de conocimiento humanista, es decir, "sincero" y para el hombre, hasta cierto punto, ingenua... en cambio, en los postmodernos, Vila-Matas, el propio Markson, existe, fundamentalmente, ironía...

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  3. Sí, más o menos eso es lo que se suele decir de la posmodernidad y tú lo resumes muy bien, pero me explico mejor: es una etiqueta que no me gusta, porque es una suerte de cajón desastre de todo que lía más que explica. Referencial es desde el Decameron de Bocacio a el Proust de La Recherce, y a nadie se le ocurre llamarlos posmodernos, porque son algo muchísimo mejor: clásicos, es decir, modernos permanentemente.

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  4. repito, una obra postmoderna es "en esencia" referencial;

    la modernidad, por ejemplo, usa referencias, como el clasicismo, por supuesto, todo se construye en base a algo anterior; sin embargo, lo moderno "supera", "cambia", "innova", respecto a lo anterior; es decir, en la modernidad se construye algo distinto, sin que, para entenderlo en su integridad, sea necesario conocer la referencia; en la postmodernidad, al contrario, sin la trama referencial andamos perdidos...

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