El futuro es de los emprendedores, supongo. Todo para ellos. Cuando la emprendedora Amalia de Sinerrata me llamó para decirme que estaba dispuesta a incluir mi libro en el catálogo de su incipiente editorial, el futuro entró por mi ventana como un soplido de aire fresco. Mi libro, que pronto llegó a titularse Devuélveme mi noche rota tras intercambiar con la propia Amalia opiniones y mails, se desmaterializaba antes de haber alcanzado a materializarse alguna vez. El futuro no es de papel, me dije, y acepté sin rechistar la propuesta de Amalia: mi libro, mi modesto libro, escrito en cierto modo para mí, para recordarme y burlarme de mi suerte, sería un libro electrónico, virtual, inmaterial o lo que sea.
Yo ni siquiera tenía uno de esos electrodomésticos en los que se dice que caben miles de libros. Miles de gruesos libros comprimidos en un diminuto espacio. Libros ingrávidos, desaparecidos. Me vendieron un reader. Comencé a bajarme clásicos. Proust, Balzac, Dickens. Junto a ellos, las correcciones de mi libro, las notas que le enviaría a Amalia.
Amalia y yo hemos hablado mucho de mi libro. No obstante, nunca he hablado con ella de la naturaleza virtual que va a tener mi libro. No le he expresado mis interrogantes.
Por ejemplo: ¿Por qué el libro virtual imita al libro físico? ¿Por qué ha de tener páginas numeradas, limitadas, como las de papel? ¿Por qué una portada, que en definitiva es un cartel anunciador para las librerías, si, inmaterial, su lomo nunca desacansará en los estantes de una librería?
Cuando pienso en esta desmaterialización del libro que proponen las nuevas tecnologías me vienen a la memoria experimentos como aquel de Jack Kerouac, que trató de escribir de corrido, sin párrafos, en un rollo de papel. O en las "composiciones" de Marc Saporta.
¿Por qué, Amalia, por qué?
Al fin y al cabo, los documentos de texto que solemos escribir y manejar en los procesadores tienen páginas, como los libros de papel, numeradas, casi siempre, porque están hechos para pasar por la impresora y, de ese modo, materializarse, a pesar de que, hasta ese momento, existen solamente en la pantalla del ordenador. Que yo crea, los libros virtuales, en el formato que sea, no han sido hechos para imprimirse; sino para circular por el mundo, ingrávidos, iluminando las pantallas de nuestros readers con su delicioso combinado de negro y gris.