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miércoles, 14 de mayo de 2025

Michael Andrews y Robert Walser

Llevo años indagando sobre quién podría ocupar el lugar de Robert Walser en el mundo de la pintura (el mundo de la pintura escindido del arte). Porque quién era Walser sino alguien que pretendió pasar por la vida sin que nadie lo advirtiera, como si no hubiera tenido existencia.  Articuló su paso por el mundo como un recurso contemplativo. Su no participación era un método de escritura. Si no era nadie podría verlo todo,  sentirlo todo, registrarlo todo, esto es, escribirlo todo. Si no era nadie podría establecer distancia con todo. 

Michael Andrews resulta un personaje difícil de conocer.  A pesar de que en algunas fotografías aparece rodeado de personas ilustres, como Francis Bacon o Lucian Freud, o Frank Auerbach. Se le pasa por alto,  como si su imagen hubiese sido difuminada.  Como si no quisiera estar ahí.  Andrews presenta siempre un aspecto etéreo.  Natural, no incómodo,  pero sí anodino.  Su presencia en la imagen parece un asunto superfluo; podría no estar y no pasaría nada. Los demás,  Bacon, Freud, reivindican su lugar,  con fuerza, muestran su singularidad con arrogancia.  Qué le puede quedar a Andrews.  Ni siquiera sus cuadros expresan deseo alguno de destacar.  Son descuidados y realistas,  cotidianos,  a menudo tan anodinos como él mismo. 

Los adolescentes llaman a este tipo de personajes npc.  (Non playing character.) En relación a los personajes que aparecen en los videojuegos casi de atrezzo,  sin intervenir en el juego.  Llamar a un niño npc es un insulto; al fin y al cabo están siendo educados por las redes sociales para estar llamando la atención todo el tiempo. 

Walser y Andrews son npcs perdidos ya en otras épocas.  Con aventuras vitales consistentes en adelgazar su existencia para,  agazapados en ningún sitio,  sin ningún protagonismo,  tener el privilegio de observar. 




martes, 3 de abril de 2012

Editorial aristocrática saca periódicamente, cada uno o dos años, libro del malogrado Robert Walser. Los colecciono aunque no creo que llegue a leerlos todos. Como no los leo no puedo saber si hay engaño por parte de la editorial. Cada libro se parece al anterior. Me resulta extraño que después de haber traducido y recopilado el grueso de sus famosos microgramas todavía les quede material inédito de este escritor. A mí me da la sensación de que se dedican a hacer agrupaciones temáticas de relatos ya editados; para de ese modo poder armar un libro nuevo y continuar vendiendo la marca Robert Walser. No obstante no estoy dispuesto a comprobarlo, ya digo.

Ayer leí un par de cuentos del último libro, Sueños. Me lo regaló mi mujer. A mí Rober Walser siempre me ha gustado mucho, como Kafka, ambos depresivos y extraviados, los dos lecturas peligrosas por lo que pueden hacerte ver de ti mismo. Kafka es duro y reconcentrado, fuerte, incluso, a pesar de habitar un territorio (mental) inhóspito. Walser comparado con Kafka parece líquido, disuelto, inaprensible, como un maestro zen o algo parecido. A mi modo de ver Robert Walser tiene una sensibilidad más difícil que la de Kafka, de un equilibrio más raro. Yo diría que, leyéndolo, se le notan los vaivenes emocionales. Cuando está fuerte y convencido de lo que hace y cuando se aferra a la muleta de la escritura con desesperación, como único soporte. Los relatos que yo leí ayer pertenecen al segundo caso. El escritor alterna en ellos la primera y la tercera persona, como saliendo y entrando de sí mismo. Son de un bucolismo ingenuo. A mí el bucolismo walseriano me gusta, su romanticismo es muchas veces conmovedor. Resalta la importancia de las cosas pequeñas, de los detalles insignificantes y los placeres naturales, sencillos. Cuando todo lo encaja bien ya digo Robert Walser es un escritor brillante, esplendoroso. Cuando está roto se nota que la exacerbación romántica no le basta, sirve de guía al escritor pero no calma a la persona; el tipo está perdido y lo sabe, en algunos relatos lo asume, inclusive. Lo pequeño se le escapa entre los surcos de esa escritura micrográmica. No sabe ya si soy yo o es él.


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