Un aborto es un rechazo, bueno es saberlo. También puede entenderse como desvío o deformidad. Valga deformidad como desvío de la forma.
En estos tiempos nos hace falta Kathy Acker. Más allá de la lectura coyuntural de sus ficciones. Del mismo modo diría que nos hace falta Thomas Bernhard, más allá de sus diatribas contra el nacionalismo austriaco.
Bernhard era culterano. Acker prefería estereotipos mundanos. Ambos pueden servirnos de guía, aún ahora, para identificar y deshacernos de las estructuras del deseo, que nos atenazan desde las atalayas del poder más infame.
El aborto es, según Acker, una imagen detestable del amor. No amarás, dice Acker.
No obstante, frente a estos dos modelos. Acker, Bernhard. ¿Cómo esquivar la más pura misantropía?
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