Odd Nerdrum es un pintor noruego con un ego enorme, tanto como su nostalgia de la tradición de la pintura barroca europea. Ha formado una especie de escuela taller en la que obliga a sus seguidores a reproducir con extraordinaria precisión sus modos de hacer y a llevar un estilo de vida ludita en el que ni tan siquiera pueden usar aparatos eléctricos. A modo de secta, todos ellos llevan un estilo de vida apartados del mundo, en el campo, preparando y pintando sus óleos tal y como se hacía en el siglo XVI.
No obstante, Nerdrum se preocupa de dejar constancia en redes sociales grabando una serie de películas documentales sobre su actividad docente y su modo de vida. Probablemente estos documentales tienen como objetivo atraer nuevos seguidores para su granja escuela, todos ellos jóvenes y guapos, dispuestos a reproducir fielmente los preceptos del maestro, y entregados a difundir el mensaje de que Nerdrum representa el culmen de la pintura occidental, a la altura o incluso por encima de los grandes maestros del Barroco, Caravaggio o Rembrandt, los dos grandes referentes del propio Nerdrum.
No hay constancia de que en ese aislamiento Nerdrum y sus seguidores reproduzcan prácticas extrañas, más allá del cumplimiento estricto de sus preceptos luditas y la actividad pictórica tal y como la dicta el maestro. Nerdrum alimenta su ego; nada advierte que en su escuela alimente otra cosa. Inclusive, según parece, acceder a participar en ella no exige el desembolso de ninguna cantidad económica; más allá, formar parte del grupo es decisión exclusiva del propio Nerdrum y sólo él sabe qué exige de cada uno de los futuros integrantes de su escuela.
Podría ser el argumento de un filme de terror nórdico. Tiernos adolescentes invitados a participar en ritos ancestrales. Me acuerdo de la película Midsommar. ¿Qué hay en los escandinavos que los hace proclives a este tipo de cosas? ¿Podría ser Nerdrum la versión artística del black metal noruego?
Una de las películas más difundidas de Nerdrum está dedicada a su visión del autorretrato. En ella el propio Nerdrum compara sus autorretratos, sin pudor, con los de Rembrandt. Nerdrum alega que Rembrandt, como él, jugaba a disfrazarse, a autorretratarse con abalorios, como un juego teatral y alegórico. Esto me ha dado qué pensar. Nunca he visto al natural un cuadro de Nerdrum. Parece imitar bien la calidad de la pintura del barroco. El uso del material podría equipararse. No obstante, ¿puede desvincularse una práctica de todo su armazón social?
En mi opinion, admitiendo, como probabilidad, que Nerdrum haya adquirido una habilidad con los materiales similar a Rembrandt, la gran diferencia entre su pintura y la de Rembrandt es la franqueza. La franqueza de quien se enfrenta a algo como una búsqueda, como una indagación original. Lo que en Rembrandt es franqueza, en Nerdrum decae en jactancia.
Al parecer Odd Nerdrum tuvo el privilegio de estudiar con Joseph Beuys. Inclusive, el noruego tiene su propio manifiesto, llamado On Kitsch. En su manifiesto, Nerdrum recupera el concepto de lo kitsch tal y como se empleaba en el siglo XIX para, en los albores del arte de vanguardia, atacar al arte anterior, considerándolo ridículo. Esto es, con todo su aparataje ludita, Nerdrum es, en realidad, un pintor postmoderno.
A mí me recuerda en algunas cosas al norteamericano John Currin. No solamente en que Currin bucea abiertamente en el concepto de lo kitsch, sino en una recuperación similar de los modos de hacer de la pintura barroca (en el caso de Currin quizá habría que hablar de rococó).
Estas prácticas serían como una actualización del prerrafaelismo del siglo XIX. Como los prerrafaelistas, Nerdrum y Currin recuperan con notable habilidad los modos de hacer de sus referentes pretéritos; sin embargo, al resultarles imposible contextualizar las condiciones de la pintura anterior, la envuelven de una nueva retórica, de una narrativa que hace hueca una maestría técnica. El caso de Nerdrum sería el oscuro brote, en el siglo XXI, de una especie de prerrembrandtismo; con elementos luditas e inclinaciones rituales al estilo black metal. El caso de Currin sería un alegre brote, en el mercado norteamericano del arte contemporáneo, de una especie de prefragonardismo, con vueltas y más vueltas de tuerca alrededor del concepto de ironía, como una mueca dentro de una mueca dentro de una mueca. Hasta tal punto que ya no se sabe dónde está la broma.
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