Cuando éramos pequeños el dadaísmo y el arte conceptual reaccionaban contra el mercantilismo del objeto artístico, negando su materialidad. Esto era bueno como argumento. La materialidad de las cosas como elemento de consumo. Hacer de lo performativo una obra artística. (Ya se encargaría el mercado de pervertir esta idea, hasta el punto de vender como antes se vendieron cuadros y esculturas, por ejemplo, un plátano pegado a una pared con cinta adhesiva.)
En mi opinion, lo que inicialmente se pone en marcha dentro de una minoría elitista, más tarde acaba contaminando el tejido social.
La desmaterialización ha acabado con la industria discográfica. Y con la manera de consumir y entender la música popular. Como consecuencia, se produce el monopolio de las plataformas de streaming, y un desprecio en mi opinión por el trabajo de los músicos, puesto en circulación sin rédito alguno.
Que la música deje de ser un producto comercial no sería mala idea, si no fuera porque el beneficio de su difusión se lo llevan, casi en exclusiva, las plataformas.
Algo parecido esta sucediendo con el cine, a mi modo de ver, siendo su desmaterialización el vaciado y la decadencia de las salas donde, otrora, se solía consumir. Sin la experiencia del cine en una sala oscura, junto a otros muchos espectadores, el monopolio pasa a las plataformas.
A nosotros nos gusta viajar. También en la cultura del viaje se produce un proceso de desmaterialización. Antes uno iba a un hotel o un hostal, regentado por personas. En la cultura del viaje el hotel era como las salas de cine. El hotel era el dispositivo que permitía materializar el viaje.
Ahora te alojas en una habitación camuflada en una casa particular. Para colmo, en nuestro más reciente viaje, ni siquiera hemos tratado con una persona que nos haya explicado el uso de las instalaciones en las que alojarnos, o sus accesos. Nos hemos tenido que descargar un tutorial, lo hemos estudiado como buenamente podíamos, y a través de una aplicación (nada de llaves o tarjetas), las puertas del inmueble se abrían para nosotros.
En caso de haber algún problema, a quién acudir.
¿Para cuándo la desmaterialización de la enseñanza?
Vaya mundo, concluimos. ¡Menos mal que ya no nos queda mucho de estar en él!
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