Vaya, digo, finalmente se ha normalizado el alcoholismo.
Todo esto es una consecuencia de la moda del tardeo, me dicen. La gente sale a beber más pronto.
Sin embargo, al salir del restaurante, ya bien entrada la noche, la situación no cambia, sino parece haberse incrementado. Inclusive, interaccionamos con uno de los borrachos andantes que se dirige a nosotros para preguntarnos algo, no sabremos muy bien qué.
Por allí, señalo. Y el borracho, como un zombi, sigue en la dirección que yo le he señalado.
En nuestras gratuitas reflexiones, de camino a casa, hacemos alusión a nuestra edad, ya considerablemente mediana, que nos produce esta sensación de extrañamiento o de no pertenencia a todo esto que estamos presenciando. No obstante, siendo alguien que ha usado el exceso durante mucho tiempo, me parece una mala noticia que el exceso, según parece, se haya generalizado. ¿Por qué te parece mal que muchos otros estén haciendo lo que tú has hecho durante mucho tiempo? No lo sé, exactamente. Porque yo sabía que me hacía daño. Lo hacía con cierto grado de autoconsciencia. Con una cierta voluntad de apartarme de la normalidad, quizá porque la normalidad me hería. En toda esta nueva celebración del exceso, no veo esa autoconsciencia del daño. Al contrario, parece que haya una total entrega, una total inconsciencia del daño.
En mi opinión, no puede ser normal provocarse el vómito a las ocho y media de la tarde. Debería ser algo extraordinario, oculto, nocturno.
Tú quieres que el exceso vuelva a tener un contenido romántico.
Quizá. O, al menos, que no se convierta en una situación banal.
A ti lo que te preocupa son tus hijos.
También. Siendo una situación general, no voy a saber educarles en ello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario