lunes, 13 de marzo de 2023

El avance inexorable del alcoholismo

El sábado salimos a dar una vuelta y a cenar, aprovechando que nuestros hijos están de ejercicios espirituales junto a una residencia de enfermos mentales graves. No sin cierto remordimiento, por el hecho de haberlos dejado en aquel lugar imprevisible (imprevisible como lo es la locura), salimos de casa y nos encontramos tres chicas vomitando en la jardinera que hay junto a la puerta de salida. Son las nueve y la escena de los vómitos funcionará como preámbulo de nuestro paseo hasta llegar al pequeño restaurante oriental en el que se nos servirá la cena. Personalmente nunca había visto tanta gente borracha deambular por la ciudad a una hora tan temprana. Prácticamente el setenta u ochenta por ciento de aquellos con quienes nos cruzamos se tambalea al andar, grita consignas inentendibles o ríe violentamente. 

Vaya, digo, finalmente se ha normalizado el alcoholismo. 

Todo esto es una consecuencia de la moda del tardeo, me dicen. La gente sale a beber más pronto. 

Sin embargo, al salir del restaurante, ya bien entrada la noche, la situación no cambia, sino parece haberse incrementado. Inclusive, interaccionamos con uno de los borrachos andantes que se dirige a nosotros para preguntarnos algo, no sabremos muy bien qué. 

Por allí, señalo. Y el borracho, como un zombi, sigue en la dirección que yo le he señalado. 

En nuestras gratuitas reflexiones, de camino a casa, hacemos alusión a nuestra edad, ya considerablemente mediana, que nos produce esta sensación de extrañamiento o de no pertenencia a todo esto que estamos presenciando. No obstante, siendo alguien que ha usado el exceso durante mucho tiempo, me parece una mala noticia que el exceso, según parece, se haya generalizado. ¿Por qué te parece mal que muchos otros estén haciendo lo que tú has hecho durante mucho tiempo? No lo sé, exactamente. Porque yo sabía que me hacía daño. Lo hacía con cierto grado de autoconsciencia. Con una cierta voluntad de apartarme de la normalidad, quizá porque la normalidad me hería. En toda esta nueva celebración del exceso, no veo esa autoconsciencia del daño. Al contrario, parece que haya una total entrega, una total inconsciencia del daño. 

En mi opinión, no puede ser normal provocarse el vómito a las ocho y media de la tarde. Debería ser algo extraordinario, oculto, nocturno. 

Tú quieres que el exceso vuelva a tener un contenido romántico. 

Quizá. O, al menos, que no se convierta en una situación banal. 

A ti lo que te preocupa son tus hijos. 

También. Siendo una situación general, no voy a saber educarles en ello. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.