jueves, 30 de marzo de 2023

El asqueroso

Mi hijo me llama asqueroso en una de nuestras últimas discusiones, que suelen girar en torno al uso del teléfono móvil y sus restricciones. Saboreo entonces el aroma de ese odio visceral, casi carnal, que todavía creo recordar de cuando era yo el que odiaba al padre. Se me ocurren varios efectos adversos derivados de este odio. Sería un esfuerzo vano incitar al hijo a la lectura, por ejemplo, a pesar de verse en una casa llena de libros. Aunque no renuncio al diálogo con él, soy consciente de que su personalidad se está forjando a partir de una especie de molde en negativo de la mía. No habrá reconciliación hasta que ya sea demasiado tarde. Yo sólo pienso que me resta ser un poco más listo que él y anticiparme, y que esta guerra no afecte a mis emociones. La sensación es agria. Como hijo odiador uno tiene el derecho a instalarse en una especie de vanguardia, desde donde batallar frontalmente. No sabes nada de mí, lo que quiero, lo que soy. Antes las cosas eran diferentes, ahora se hacen así, tú no las entiendes. 


Quizá siento nostalgia de esa vanguardia. De ese sentirse afín con los tiempos. O quizá no. Es importante aprender a sentirse asqueroso. Hay una extraña dulzura en la decadencia de ese padre asqueroso, que no sabe nada porque las cosas ahora se hacen así y no las entiende. 

1 comentario:

  1. No sabes como me identifico con tu entrada. Yo estoy sufriendo el mismo tipo de enfrentamiento con mi hija de 10 años constantemente. En mi caso la guerra, porque es guerra abierta, si que afecta enormemente a mis emociones. Saludos.

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