Vaya por delante que uno no le desea la muerte a nadie. No obstante hay muertes que pueden sentirse tan lejanas, con tanta indiferencia, como la muerte de una lagartija en una cuneta.
Si hubiera que titularla sería algo así como: Muerte de un perversito. Vaya por delante que uno es incapaz de asumir la maldad de nadie. Pero sí ese carácter juguetón que va causando destrozos a diestra y siniestra.
Y ya ves; solamente había que esperar un poco y él solo ha muerto. Ha entrado ya en aquel ancho espectro que genera el olvido.
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