sábado, 9 de mayo de 2015

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Ciento veinte años después, en el Infierno. José María Aznar encuentra por casualidad a Felipe González y se abrazan. Te he estado buscando durante décadas, dice Aznar. Felipe González asiente, con lágrimas en los ojos.

El Infierno en realidad no es como se lo imagina la gente. Es un lugar mucho más agradable. Un poco confuso. Allí convergen gentes de todas las épocas, todas las razas, todas las modas posibles, todas las tecnologías. Uno puede encontrarse en una carretera del Infierno un automóvil velocísimo adelantando a un jinete ataviado con una armadura. Al Infierno uno asiste a realizarse. A ser lo que de verdad uno siempre ha querido ser. Felipe González es un galán mexicano. José María Aznar es una vendedora de cigarros. Se han encontrado en una plaza de toros, en las escaleras de las gradas. El carmín de labios y el maquillaje no han conseguido disimular la sombra del bigote. El galán mexicano mira tiernamente a su vendedora de cigarros. Al fin su amor podrá realizarse. Se besan en los labios.

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