domingo, 23 de junio de 2013




La gran invención cinematográfica norteamericana no deja de ser el western. El individuo en soledad, obstinado en pos de algo: una quimera, un enemigo, casi siempre salvaje, inferior, infrahumano. Los norteamericanos se han apropiado desde siempre de la idea de lo digno, de lo que ha de ser. Su modo de vida es el que vale y lo legitima todo. Por ello sus héroes hacen de sus obsesiones individuales sacrificios necesarios para salvaguardar lo americano, que es en definitiva lo digno y lo que vale en el mundo. En cierto sentido Norteamérica es la culminación de Occidente; y ellos lo saben. Es por ello que el enemigo siempre es antioccidental: un indígena salvaje al que confinar, un oriental con una moral despiadada que supone una amenaza incomprensible y, ahora, un musulman empecinado en destruir el mundo, de quien ellos, los norteamericanos, nos van a salvar.

La noche más oscura no deja de ser un western. Sustituye a John Wayne por la guapa Jessica Chastain en el papel de individuo obstinado, solo ante el peligro, con su quimera, contra todos, y que finalmente triunfa. Porque lo que les interesa a los norteamericanos es el triunfo final, lo que justifica las penurias del solitario héroe, en este caso heroína. En el western hay una religiosidad norteamericana, un sufrimiento que es, también, sufrimiento moral. Culmina en aquel western neoyorquino titulado Taxi Driver, en el que la soledad absoluta deviene en una deriva moral definitivamente perniciosa; pero también se produce aquí, en La noche más oscura, en la escena final en la que Jessica Chastain cae en una especie de éxtasis: lo ha conseguido, ha matado, pero el resultado no es enteramente satisfactorio, como esperaba, sino que comporta dolor, dolor moral. Robert De Niro con el rostro ensangrentado y la cabeza rapada, sonríe loco, ido, y apunta con el dedo en la sien y aprieta el gatillo: pug. Jessica Chastain, en la escena final de La noche más oscura, parece haber tenido un orgasmo, y parece haber tenido que hacer, para lograrlo, algo muy abyecto y muy sucio. Es el padecimiento del héroe norteamericano: el precio a pagar.

La película La noche más oscura se nos ha vendido como denuncia, como cine-realidad, basado en documentos reales y en torno a hechos relativamente recientes. Pero, ¿es denuncia o propaganda?

Anne Sexton:

Nosotros somos América.
Somos los que rellenan los ataúdes.
Somos los tenderos de la muerte.
Los envolvemos como si fuesen coliflores.

La bomba se abre como una caja de zapatos.
¿Y el niño?
El niño decididamente no bosteza.
¿Y la mujer?
La mujer lava su corazón.
Se lo han arrancado
y se lo han quemado.
Y, como último acto,
lo enjuaga en el río.
Este es el mercado de la muerte.

¿Dónde están tus méritos, América?

2 comentarios:

  1. Pues tus méritos, América
    están el espejo que eres
    de todos nosotros,
    y también tus defectos:
    espejo,
    madrastra,
    princesa...

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  2. Pero, América: también sois a los que visitan los dioses modernos y sus grandes catástrofes.
    ET cayó ahí, Superman cayó ahí, mi héroe Spiderman también era de ahí. Las quejas son mutuas.
    Como dice Lansky: espejo.
    Mi padre en vez de cuentos, me leía novelas de Lafuente Estefanía, qué bueno.

    Valeria

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