domingo, 17 de febrero de 2013




Sexo atlético, paroxístico. Una mujer entra en un recinto en el que es recibida por unos veinte o veinticinco hombres y otra mujer. La primera mujer es joven y delgada, y bastante guapa. Saluda a la concurrencia y habla con la otra mujer, joven a su vez, pero no tan guapa y de aspecto punk. La mujer punk ayuda a desnudarse a la primera mujer. Los hombres, no todos pero en su mayoría, se bajan la cremallera del pantalón, se sacan la polla y comienzan a masturbarse. La mujer queda completamente desnuda. Tiene el vello púbico rasurado. Sonríe nerviosamente. La mujer punk la conduce hasta una mesa de madera que está en el centro del recinto. La mujer punk ayuda a la primera mujer a tumbarse sobre la mesa. Dócilmente, se tumba. Y se estira, quedando rígida, como si fuera un cadaver. Uno de los hombres se acerca a ella y le abre las piernas. La penetra. A partir de entonces, los hombres se turnan para penetrarla. Los que no se la están follando, siguen frotándose la polla, cada vez más cerca de ella. Varios de ellos se masturban cerca de la cabeza de la mujer, que ya ha abierto los ojos y sonríe a veces, y a veces muestra una expresión de, digamos, éxtasis. Los hombres eyaculan en el rostro de la mujer. La mujer ríe, cada vez que a uno se le escapa el esperma en su cara. En una ocasión, la mujer dice: Es como agua. Lo dice, tal vez, para hacerlo liviano, insignificante o limpio. En efecto, la mujer está recibiendo un baño de esperma. Quince o veinte tipos han eyaculado sobre su cara, sobre su pelo, sobre su boca, sobre su nariz. Inclusive, uno de los tipos bromea. Dice: Espero que no puedas quedarte embarazada por la nariz. Ella no lo escucha, o parece que no lo escucha. Una nueva polla entra en su coño y ella exagera el gesto, como de sorpresa, con el que manifiesta supuestamente el sentimiento de tener una nueva polla dentro. La mujer punk se sitúa detrás de la primera mujer (como para darle ánimos en esta especie de proeza sexual) y, acercándose a su oído, le dice: Te lo estás pasando bien. Cuando todo acaba, la mujer se incorpora y se sitúa, de pie, desnuda, junto a la mujer punk. La mujer punk coge la mano de la primera mujer y la levanta por encima de sus cabezas, al igual que hace el árbitro con el ganador de un combate de boxeo. La primera mujer, con al brazo alzado, recibe el aplauso de todos los hombres, que ya se han guardado sus pollas o se las están guardando. Así como está, desnuda, muy delgada, y con el rostro y el pelo ligeramente desfigurados por el esperma, parece una mujer desvalida. No obstante, la mujer sonríe, continúa sonriendo. Finaliza así la grabación.

Javier Morant contempla el vídeo con una mezcla de repugnancia y excitación. Parece una clase de ritual. Un ritual profundamente materialista y deportivo. Una especie de gesta sexual en la que la mujer se pone a prueba, se abandona, se degrada. Tensa el coño hasta el límite de esos veinte o veinticinco tipos. Ellos van cayendo, uno a uno. La cubren de esperma, cada vez. Pero ellos caen, agotados, rendidos. Y ella sigue. La mujer estira su cuerpo, con una flexibilidad y una autoridad extraordinarias. No deja de sonreír, como si la gesta no le supusiese un esfuerzo.

Hay una metafísica en este tipo de acciones. Debe haber un misterio (como en la escalada de un monte escarpado). Una clase de épica. Su paroxismo es equiparable al de los deportes de fondo.

Silvia Serrat le ha regalado a Javier Morant un ejemplar de las Poesías completas de Marcel Proust. Ella ha querido sorprenderle. Como estás leyendo a Proust, ha dicho Silvia Serrat, he pensado que te gustaría tener este libro. Por supuesto, muchas gracias, ha dicho Javier Morant.

Por la noche, casi en secreto, Javier Morant hojea el libro de poemas de Marcel Proust. Son las doce y media y un amigo suyo, de quien no sabe nada desde hace mucho tiempo, le envía una imagen por WhatsApp. Una fotografía de Iñaki Urdangarin con la princesa Cristina. La princesa muestra a Iñaki la portada de una revista en la que ella misma aparece desnuda. Un bocadillo permite leer una línea de diálogo. La princesa le dice a su marido: Ya sé cómo conseguir el dinero de la fianza.

Javier Morant no es capaz de comprender por qué la gente pierde el tiempo con estas cosas. Nunca sabe cómo responder a este tipo de chistes. Medita un poco. A quién se le habrá ocurrido manipular esa fotografía y comenzar a enviarla. Hasta el punto de que esa fotografía le ha llegado finalmente a él, Javier Morant, un tipo que al fin y al cabo nunca ha participado en ese tipo de cosas. Javier Morant decide enviarle a su amigo, al que hace ya mucho tiempo que no trata, un poema de Marcel Proust. Busca uno al azar. Copia unos versos y se los envía a su amigo:

Sostener una espada, un lirio, una paloma
que con su cuerpo tembloroso [huye] y retuerce mi mano,
no vale tanto como tener tu mano, pues no es tan puro el lirio
ni tan noble la espada.

8 comentarios:

  1. Va a ser la segunda vez, esta mañana, que escribo "Bataille"; lo llamaré comodín. Todo bien.

    Abrazos.

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  2. A mi me van más las pelis de almohadillazos entre chicas en el colegio mayor. Las pollas -la mía a salvo, y, a veces, ni eso- me deprimen una barbaridad. ;-)

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  3. siempre te la puedes arrancar, Bluff... creo que Morant está tratando de encontrar un cierto equilibrio, pero no siempre es fácil

    no hay "surrealismo", Basar, solamente tienes que darte un paseo por internet, el atletismo sexual es una realidad

    saludos

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    Respuestas
    1. Vea: incluso un nickjournal arcadiano hay, con nombre similar. Pero insisto: algo de eso debe haber en Bataille. Y quizá él sabría "responder a este tipo de chistes." Pero entiendo el pasmo de su Morant.

      Abrazos.

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  4. Julius Evola: Metafísica del sexo, J. E. fue un fascista muy erudito, ese libroe s fascinante (Olañeta, eds.)

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  5. y qué me dices de "El camino de cinabrio" o "Domar al tigre"

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  6. Yo tampoco entiendo a la gente que se dedica a enviar chistes por Whatsapp. No te mandan un mensaje para preguntarte cómo estas en semanas, qué digo, meses, es muy probable que no tengan ningún jodido interés en saber cómo estás y de repente, zas, WhatsAppatazo.

    Por otro lado ese atletismo sexual creo que es más cansado para el macho que para la hembra.

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