
Nuestras vidas se deslizan
como los dedos sobre el papel de lija;
días, semanas, años, siglos,
y había épocas en que pasábamos llorando
largos años.
Hoy todavía camino alrededor de la columna
donde con tanta frecuencia esperé
y escuché, cómo murmura el agua
de las fauces apocalípticas,
sorprendido cada vez
por la amorosa coquetería del agua,
que estallaba en la superficie de la fuente
mientras caía la sombra de la columna en tu rostro.
Esta era la hora de la Rosa.
Qué bellísimo poema!
ResponderEliminarGracias
De Seifert me gusta sobre todo sus memorias: Toda la belleza del mundo
ResponderEliminarencontré una antología de Seifert que me costó un euro y medio; a medio céntimo el poema más o menos, lo que prueba que las cosas importantes de la vida son baratas, no tienen nada que ver con el dinero
ResponderEliminarA mí me ha resultado un poco cursi, la verdad. Lo de las "fauces apocalipticas", en el contexto, a mi juicio resulta un pelín... ejeeem... extralimitado.
ResponderEliminarpues a mí esa amenaza, esa metáfora "apocalíptica" me gusta mucho... y más en ese contexto romanticorro, en el que ser más comedido hubiera endulzado demasiado el poema
ResponderEliminarJoder, para que veas, yo he interpretado que el agua mana de un caño que surge de la boca de un león (o cualquier otro animal parecido)de piedra o de bronce o cualquier otro metal. Y creo que es la interpretación correcta, además.
ResponderEliminaresa es, digamos, la interpretación literal, estoy de acuerdo... pero luego están las resonancias que produce incluir la imagen de unas "fauces apocalipticas" en el contexto general del poema
ResponderEliminaryo creo que los poetas son especialmente sensibles a este tipo de cosas; es decir, todo es intencionado y nada es simplemente descriptivo