domingo, 16 de diciembre de 2012



La lectura de Marcel Proust, en efecto, ha acentuado los celos de Javier Morant. Se trata de unos celos muy velados, aunque muy profundos. Unos celos que han habitado, hasta ahora, en cualquier caso, alguna región semiinconsciente. Con Marcel Proust, es decir, con los avatares del amor de Charles Swann por Odette de Crécy, los celos de Javier Morant han aflorado, se han hecho evidentes; atacando los miedos (masculinos) de Javier Morant y provocando en él una destructora desconfianza; de la que tendrá que defenderse urdiendo alguna estrategia realmente eficiente, si no quiere que le afecte de manera definitiva en su relación con Silvia Serrat.

¿Conviene que Javier Morant trate este tema en la consulta de Ebbinghaus o lo mejor es dejarlo pasar, a ver si desaparece? Javier Morant ha pensado en contarle a su psicólogo, que en definitiva es una especie de confesor, que tiene ciertas dudas acerca de la sexualidad de su mujer. (No obstante, cuando Javier Morant se imagina a sí mismo hablando en voz alta acerca del probable lesbianismo de Silvia Serrat se siente despreciable.)

¿Y si no fue cierto que presenciara una escena de sexo lésbico protagonizada por Silvia Serrat y su amiga Marta? ¿Y si fue producto de su imaginación o de la borrachera de aquella noche de fin de año? También cabría la posibilidad de que Silvia Serrat y su amiga Marta se hubiesen burlado de él. Tal vez lo vieron subir tambaleándose por las escaleras de aquella casa alquilada, y decidieron vengar los celos que Silvia Serrat estaba sintiendo a causa de esa amiga suya que hacía demasiado caso a Javier Morant.

Y, sin embargo, Javier Morant tampoco lo ha querido hablar nunca con Silvia Serrat. El probable lesbianismo de Silvia Serrat se ha convertido, para Javier Morant, en una especie de problema latente. Algo inconfesable, vergonzoso.

Silvia Serrat, siendo solamente una adolescente, era la más guapa de todas sus amigas. Javier Morant la eligió por ello. Ella tenía entonces una clase de candor que lo embelesaba. La dulzura de Silvia Serrat, siendo casi una niña, parecía irreal. Luego, Javier Morant descubrió al ser audaz que ella llevaba dentro. Se convirtió en la compañera ideal.

Un libro de Ernest Hemingway, titulado El jardín del edén, trata esta clase de celos (masculinos). La mujer fuerte, valiente y briosa. El hombre apocado, envilecido por la tristeza y la depresión. La sospecha de que ella siempre será capaz de ir más allá. De que los límites de ella son mucho más vastos que los de uno. Al parecer, el supermacho Hemingway también sufrió estos miedos. Javier Morant busca una edición de bolsillo de El jardín del edén, que compró hace tiempo. No la encuentra. De pronto, quiere leer ese libro de Ernest Hemingway, un escritor que, por otra parte, nunca le ha interesado demasiado.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.