Calexico son un par de personajes secundarios. Un par de tipos sin atributos. Rostros desdibujados, intercambiables, sin personalidad. Los vecinos del quinto. Pasan tan desapercibidos que nadie habla de ellos. Sus nombres, Joey Burns y John Covertino. Fueron la sección rítmica de los míticos Giant Sand. Meros acompañantes del gran Howe Gelb. Calexico, los tamborileros de Gelb. Gelb sí que es un genuino genio. Gelb tiene carisma. Se hace notar. Burns y Covertino no tanto. Les va el segundo plano. Y, sin embargo, a mi modo de ver, los mejores discos de Giant Sand fueron manufacturados con la inestimable ayuda de estos dos. El talento ralo, esparcido, de Howe Gelb necesitaba la solvencia inexpresiva de Calexico. Ese fondo compacto, sustancioso, sobre el que dibujar veleidades, airosas tonadillas, giros bruscos y parones en seco. El collage sonoro de Gelb encontraba el asidero perfecto en la simetría estructural de Joey Burns y John Covertino. Una vez separados, la genialidad de Howe Gelb ha continuado campando a su anchas, ingobernable, colaborando con unos y con otros, acercando músicas cuyo acercamiento parecía inverosímil. Sin embargo, nunca ha vuelto a destilar la misma solidez que cuando la base rítmica, bajo, batería, o lo que sea, era dirigida por estos dos tipos sin personalidad. Personajes kaurismakianos que yendo a la suya, a la chita callando, hacen discos cojonudos, uno tras de otro. Con unos sabores parecidos a los de Giant Sand: country rock del llamado "fronterizo", devaneos jazzísticos, atmósferas deshabitadas, áridas. El desierto debe ser la clave. Lo que mana del desierto. La actitud frente a la experiencia del desierto. Gelb es un alucinado visionario, un loco inconstante y abarraganado. Burns y Covertino, al contrario, un par de tranquilos supervivientes, observadores incansables del agostamiento desértico del que, sin embargo, saben extraer sustanciosos caldos, antiguos, proverbiales.