jueves, 1 de noviembre de 2012

Ayer se produjeron un par de situaciones paralelas.
Primera. Tuve que expulsar a un alumno por palparle el culo a una alumna. En un principio, mi intención no era expulsarlo. Creí que sería bastante con una amonestación verbal. Al parecer, no era la primera vez. El tipo le palpa el culo a ella y ella ríe y, de paso, ríen todos. Al renegar al chico, probablemente compliqué el tema. La alumna, en un principio divertida, se ofendió. Me dijo que ya estaba bien, que siempre le hacen lo mismo. Entonces, el chico lo corroboró. Me dijo que siempre le toca el culo y ella no dice nada. Como si esa especie de costumbre le diese a él el derecho a seguir haciéndolo, inclusive en contra de la voluntad de ella. Los amigos del chico se estaban descojonando. Va, decían, siempre te lo hace y te ríes, no te hagas ahora la estrecha. Era una especie de espectáculo chistoso entre ellos. La chica posiblemente no sabía reaccionar de otra forma. Que todo esto sucediera en mi presencia le daba otra perspectiva, supongo. La verdad, yo no sabía muy bien cómo solucionarlo. ¿Y si me estaban tomando el pelo? La chica parecía agobiarse en serio. Ellos, seguían con la broma. Le dije a ella que si de verdad le había molestado yo no tenía inconveniente en expulsar al chico. Decide tú, le dije. La chica asintió tímidamente. Hala, fuera de clase, le dije al chico. Hubo protestas. Uno de sus amigos salió en defensa del tocaculos. A ella le mola, no le molesta, es mentira, dijo. Ella replicó: No, es verdad, estoy harta. Le dije al chico, gritando, que me parecía asquerosamente machista, tanto el hecho de tocarle el trasero a la chica, porque sí, para reírse, como el comentario de que a ella le mola. Callaron. Pero al poco rato comenzaron a bromear entre ellos llamándose machistas los unos a los otros. Uno de ellos es negro. Le llamaban negro y se descojonaban. Además de machistas somos racistas, me decían. Tanto puto sarcasmo era imposible de superar sin sentirse profundamente ridículo.

Segunda. Vuelvo a casa. No tengo gasolina. Paro a repostar. El establecimiento es grande. Hay muchos coches. Un solo empleado. Tardan en atenderme. Un par de coches más allá diviso una rubia prodigiosa, muy guapa. Luce un poderoso Mercedes todoterreno. Una pija. Una pija muy vistosa. No puedo dejar de mirarla. El tipo de la gasolinera me pone treinta euros, tal y como yo le he dicho. Entro a pagar. Detrás de mí, entra la rubia. Nos ponemos en fila frente a la caja. Un tipo de aspecto un tanto rústico se coloca justo detrás de la rubia. Yo no me fijo en él, la verdad; hasta que pago lo mío y me dispongo a salir. En ese momento, la chica rubia se da la vuelta y se dirige al tipo rústico; y le dice, a gritos: ¿Me has estado tocando por detrás? Entonces me fijo en el tipo; es grueso y de aspecto miserable. Dice: No te enfades, mujer, era una broma. La rubia poderosa, sin dejar de gritar, le contesta: Pues bromea con quien tengas confianza, no conmigo. Probablemente acaba ahí la cosa, no lo sé. Me pilla saliendo, me he parado un momento y no puedo pararme más. Está claro que la chica rubia no necesita un John Wayne que salga en su defensa. El tipo rústico trata de disimular el ridículo cogiendo del expositor una revista, Hola Especial Moda, creo.


2 comentarios:

  1. Le damos demasiada importancia al sexo. O quizás es que la tiene.

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  2. Sea el culo o la nariz, el día que no se tolera una más no se debe permitir que continúe el abuso. Seguro que al otro, al provocador, nadie le tose.

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