domingo, 3 de junio de 2012

Soy un tranquilizante.
Funciono en casa,
soy eficaz en la oficina,
me siento en los exámenes,
comparezco ante los tribunales,
pego cuidadosamente las tazas rotas:
sólo tienes que tomarme,
disolverme bajo la lengua,
tragarme,
sólo tienes que beber un poco de agua.

Sé qué hacer con la desgracia,
cómo sobrellevar una mala noticia,
disminuir la injusticia,
iluminar la ausencia de Dios,
escoger un sombrero de luto que quede bien con una cara.
A qué esperas,
confía en la piedad química.

Eres todavía un hombre (una mujer) joven,
deberías sentar la cabeza de algún modo.
¿Quién ha dicho
que la vida hay que vivirla arriesgadamente?

Entrégame tu abismo,
lo cubriré de sueño,
me estarás agradecido (agradecida)
por haber caído de pies.

Véndeme tu alma.
No habrá más comprador.

Ya no hay otro demonio.



2 comentarios:

  1. Soy un tranquilizante.
    Funciono en casa,
    soy eficaz en la oficina,
    me siento en los exámenes,
    comparezco ante los tribunales,
    pego cuidadosamente las tazas rotas:
    sólo tienes que tomarme,
    disolverme bajo la lengua,
    tragarme,
    sólo tienes que beber un poco de agua.

    ¡Qué irónica es esta mujer! Me encanta. Sólo he leído su prosa de reseñas: 'Lecturas no obligatorias', o algo así, y me gustó mucho

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  2. esta abuela es la leche; y el libro del que hablas es genial, yo también lo tengo y lo he leído a cachos... por cierto, acaba de salir una segunda parte o algo parecido

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