martes, 22 de mayo de 2012



De todas las medidas para ahorrarse pasta las administraciones educativas la peor, sin duda, es el aumento de la ratio de alumnos a treinta y seis por grupo y aula. La que va a destrozar definitivamente la convivencia en el aula.

Recuerdo cuando empezaron con lo de la LOGSE. Fue un mazazo. De pronto, se les dijo a los profes de instituto que iban a tener, en un mismo grupo, a alumnos con necesidades especiales (por ejemplo, con síndrome de Down, o con alguna minusvalía, que de esa manera se tenían que sentir integrados en un grupo "normal"), a los alumnos malos académicamente que antes elegían al cumplir los catorce una formación profesional (se suponía en la LOGSE que la ESO iba a proporcionarles una formación profesional básica, de manera que esos malos alumnos también se iban a sentir integrados en un grupo "normal", pues sus necesidades de aprendizaje serían cubiertas), a los alumnos buenos académicamente (destinados a continuar sus estudios en la universidad; los que anteriormente integraban la educación secundaria, es decir, el BUP, y que a partir de la LOGSE tuvieron que sentirse integrados en un grupo "normal").

Normalidad ante todo. El profesor ha de aprender a diversificar su función, se acabaron las antiguas clases magistrales. Ahora hay que atender en un mismo nivel educativo alumnos muy diferentes.

Luego llegaron los inmigrantes que no sabían leer ni hablar nuestro idioma. De modo que uno entraba en una clase de ESO y se encontraba: un alumno con alguna minusvalía, absolutamente arrinconado en el aula y que para nada se sentía integrado en esa supuesta normalidad que se predicaba; varios alumnos malos académicamente, para los que los estudios seguían siendo demasiado teóricos (y a los que se les ofreció una solución: pasarlos de curso a pesar de suspender todas las asignaturas, para de esa manera no afectarles psicológicamente; a partir de entonces te podías encontrar en cuarto de ESO perfectamente un alumno que no había aprobado ninguna asignatura de primero, segundo y tercero, incapaz por supuesto de asimilar cualquier contenido de cuarto y para nada sintiéndose integrado en esa supuesta normalidad, sino tratando de encontrar válvulas de escape para su débil autoestima entorpeciendo las clases y haciéndose el gracioso a todas horas a costa del resto de alumnos); varios alumnos de diversos orígenes, generalmente del Este, que llegaban con el curso empezado y no entendían nada y a los que el profesor no podía atender por mucho que se diversificara, a no ser que hubiese hecho un curso acelerado de cirílico; y finalmente, varios alumnos estudiosos que eran los que tiraban del grupo y entendían medianamente lo que uno les quería decir.

Toda esta situación mejoró cuando se dijo que lo recomendable era reducir al máximo la ratio de alumnos; pues de ese modo sería posible efectivamente atender mejor las necesidades concretas de cada tipo de alumnos. Se mantuvo como tope una ratio de treinta; y sin embargo, por ejemplo, yo he llegado a trabajar en centros en los que los grupos de ESO tenían quince o veinte alumnos, de modo que toda esa diversidad era mucho más llevadera. El ideal de la diversificación en cierto modo se cumplía en los grupos más reducidos, en los que uno podía plantear ejercicios más teóricos a los alumnos buenos académicamente y más prácticos a los que no les interesaba la teoría, perder unos minutos ayudando al alumno que tiene una minusvalía y tratar de hacerse entender mediante el lenguaje de signos con quien no sabe leer ni hablar ninguna de nuestras lenguas.

Esta situación no ha cambiado. Ya nadie habla de los problemas de convivencia en las aulas de los institutos, de la dificultad de hacer llegar los contenidos de secundaria a todos los alumnos, de los problemas de integración de muchos de ellos. Y sin embargo, se pretende aumentar la ratio, agrupar el máximo número de alumnos y romper con ello el escaso equilibrio que se había alcanzado.


3 comentarios:

  1. Sólo he tenido experiencia docente en los niveles universitarios, pero concuerdo en tu diagnóstico porque me fueron llegando los 'resultados' de esos niveles del frente de batalla tuyo: el instituto para entendernos.Resulta pavorosa tu descripción 'desde dentro' de los efectos, por lo normal perniciosos, de las suecsivas reformas educativas. Centrándome en en último momento, este, estoy completamente de acuerdo contigo en que el aumento de alumnos por clase es el peor mazazo -el que faltaba- a la precaria educación pública en España. Evidentemente hay una mezcla de ignorancia en lo que debería ser una buena gestión de la educación, pero también, me sospecho, una intención bien aviesa y diseñada para cargarse la escuela pública a todos los niveles y entregar el negocio subsiguiente con sus consabidos beneficios (de todo tipo, no sólo la rentabilidad de la escuela privada, sino la buena educación sólo para el que pueda pagársela) . Osea, los recortes como fin, pero también como 'medio' o pretexto para sus atroces ideas ultras (-liberales).

    Se están cargando la base (incluida la productiva) de este pobre país.

    Buena jornada de huelga

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  2. no creo que sean mala cosa algunas reformas anteriores, no me malinterpretes; lo que ocurre es que se hacen mal, quienes las redactan no tienen en cuenta digamos el "mundo real"; por ejemplo, retrasar hasta los 16 la edad de la obligatoriedad de la escuela es una buena reforma; yo no pretendo que los adolescentes se incorporen al mundo laboral a los 14; sin embargo es nefasto poner en un grupo "normal" alumnos que ya a los 12 o 13 tienen claro que no quieren estudiar, o piensan que no sirven para ello, sino que lo suyo es formarse para trabajar en un taller de lo que sea; a esos alumnos se les debe ofrecer la oportunidad de formarse, es decir, la ESO, ya en los primeros cursos, tal vez debiera bifurcarse, ofrecer alternativas a quienes no desean continuar con sus estudios; es decir, obligatoriedad hasta los 16, por supuesto, pero de otra manera;

    claro, todo eso supone invertir pasta, contratar nuevos profesores; justo lo contrario de lo que las administraciones en este momento pretenden hacer;

    ahora te dicen que ya hay alternativas; existen programas de "garantia social", para los alumnos muy malos y cuando ya han causado muchos problemas en el cauce "normal";

    incluir alumnos con necesidades especiales tampoco es mala idea; probablemente se sienten de ese modo menos excluidos socialmente que si se habilitan centros para ellos en exclusiva; el problema es que, como reza el apelativo, esos alumnos necesitan atenciones "especiales" que un profesor que tiene que llevar un grupo completo no les puede dar; si me pones un alumno con una tetraplegia, por ejemplo, que mueve ligeramente los brazos pero ha perdida la capacidad prensil de las manos (el curso pasado tuve un caso en tercero de ESO) y no me pones personal de apoyo, que ofrezca una ayuda constante a ese alumno, yo solo, como digo, voy a poder hacer bien poco; es decir, alumnos con necesidades especiales integrados dentro de grupos "normales", por supuesto, pero con personal de apoyo que los atienda convenientemente;

    lo de la ratio es tremendo; ayer aun dijeron por la tele que las reformas son necesarias porque hay mucho fracaso escolar; por lo visto aumentar la ratio es la forma que tienen de solucionar ese fracaso; es como intentar apagar un incendio utilizando material inflamable o algo parecido;

    bueno, un saludo

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  3. Intentar apagar el fuego con gasolina es una buena forma de convertirlo todo en ceniza.

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