domingo, 20 de mayo de 2012

Cenar con ella
a solas
en un sitio cualquiera.
¿Cómo se llamaba
aquel pequeño restaurante
en Ruzafa?
No lo recuerdo.
Estamos jodidos.
Nos resulta irreal
que el mundo siga
funcionando en sentido lúdico
bajo estas circunstancias.
Gente en las calles,
saliendo, cenando en los bares,
como nosotros. Parece
una especie de orgía
terminal. Vivimos
soportando el estrangulamiento
al que nos someten los de arriba
con medidas de gobierno que llaman,
eufemísticamente, de austeridad.
Soportamos un ataque absolutamente dirigido
en nuestra contra y, sin embargo,
continuamos saliendo, haciendo como que
nos divertimos. Si nos vieran
podrían decir que no es para tanto.
Parece que no nos importe y
que toda esa gente que circula
alegremente por las calles de Ruzafa
goce de una especial inconsciencia.
Una tregua. La renuncia a abandonar
un estilo de vida. ¡No somos
alemanes, hostia!
Entramos en un sitio
en donde suena una vieja canción
de Echo & the Bunnymen:
"Bring on the Dancing Horses".
No es preciso que nos pongamos a bailar,
le digo a ella. (Se ha puesto a brincar
como una loca y me hace sentir un poco
incómodo.) Pero si no hay nadie, dice.
En efecto, nadie hay a nuestro alrededor.


2 comentarios:

  1. También los presos de los campos nazis tocaban música y hacía debates y conciertos y daban conferencias, cuando les dejaban. No pasa nada, aparentemos normalidad se dicen los de arriba y los de abajo

    ResponderEliminar
  2. Tiene tintes de naufragio todo. Todos sin querer abandonar el barco, queriendo ver el final.

    ResponderEliminar

Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.