sábado, 11 de febrero de 2012


La fusión del alma oriental y occidental produce híbridos muy singulares. A menudo los japoneses, o chinos, nos parecen ridículos imitando estilos occidentales. Actitudes displicentes, como de rockeros desganados, con el punto de mira en la cultura anglosajona. Punks de ojos rasgados.

Osamu Dazai es un japonés existencialista; de cuando Japón comenzaba a expandirse con la mirada puesta en la cultura europea. Dazai no hubiese sido el escritor que fue si no se hubiese empapado de literatura europea, existencialista, nihilista y enferma. Probablemente su formación occidental fue fatal para el pobre Osamu. Un oriental siempre va más allá. De manera que Osamu y su novia se suicidaron arrojándose a un río. Osamu aún no había cumplido los cuarenta. No obstante ya había bebido mucho.

Son cosas de los abismos culturales. Uno ve a Sid Vicious desmoronarse en un escenario y resulta creíble. En cambio, un japonés haciendo el punkarra vomitando en una cuneta resulta simpático y gracioso.

Dazai escribe ordenado. Con esa simplicidad como de sushi que tienen los japoneses; donde las cosas se parten en trozos muy pequeños y se juntan, sin mezclarse, de una forma ceremoniosa y ortogonal. Ese modo de ser se contradice con el nihilismo occidental, a mi modo de ver, en esencia visceral y descreído; es decir, profundamente desordenado. Yo creo que un occidental se abandona al pesimismo de una manera que un oriental no alcanza. Del mismo modo que el alma japonesa es kamikaze por naturaleza; algo a lo que el individualismo occidental no llega.

Yo creo que toda la cultura occidental es una gran herida en el alma humana. Es una pena que haya orientales que deseen contagiarse, contaminando así su ordenada simplicidad.

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