Querer a una mujer
es diferente
a medida que va pasando el tiempo.
El amor perdura,
sin duda. Pero ya no manda
tanto el cuerpo (hablo
por mí). Uno aprende
a consumir
la femineidad de ella
a través de pormenores múltiples
orquestados de muy diversas maneras.
Puede que no haya mayor placer
que mirar a la mujer
que uno ama,
en su desnudez
cotidiana. El cuerpo
ruge a ratos,
claro.
Qué bonito mirar así, todavía.
ResponderEliminarsí
ResponderEliminaruno envejece, sin remedio
ResponderEliminarUn poema de amor. Al fin.
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