viernes, 8 de julio de 2011



A mí lo que menos me gusta de Ernest Hemingway (un escritor al que ya le estoy dedicando demasiado tiempo) es precisamente él, su mito, su figura, sus aficiones, de las que tanto se vanagloriaba, su vida vivida como si fuera un juego, adolescente, banal y pijo. (Le gustaban, en efecto, cosas que yo detesto: empezando por los toros, el boxeo, la pesca, la caza mayor.) [La única afición que le admiro es el alcohol, los daiquiris; bueno, alguna más, las mujeres, a las que trataba como si fuera un guiñol quinceañero (pero, en fin de cuentas, tampoco yo sé tratarlas); y los libros, de los que nunca hablaba pero se sabe que bebía de las fuentes de la mejor literatura rusa del diecinueve, Chéjov, Turguénev y tal.] Yo creo que Hemingway es el último escritor que concibe la literatura como una gran aventura, si se me permite, "externa". Hemingway coloniza el mundo con su escritura; pero no el mundo interior, como harán otros, sino el mundo exterior, el de la experiencia. Hemingway quiere tener experiencia de la vida para luego escribir; pero no una experiencia cualquiera, ni siquiera una experiencia perversa o sofisticada, sino que quiere que su vida sea algo excitante, ardiente, frenético y total, como en las antiguas novelas de aventuras. Sus personajes se le parecen, pero no son precisamente él, sino lo que él hubiese querido ser en el marco inestable de la aventura y de acuerdo con su propia experiencia. A mí lo que me engancha de Hemingway es ese modo apasionado de ver las cosas que se trasluce en sus libros; ese ir de aquí para allá sin pararse a pensar mucho, como si de ello se pudiera deducir una terrible certeza: que pararse a pensar no sirve de nada y que, puestos a exprimir el tiempo, mejor no parar, mejor permanecer siempre en movimiento. Precisamente esto que digo, que para mí es lo mejor que tiene este escritor, es lo que, a mi modo de ver, le hace caer en lo peor. Parece que se hubiese dejado arrastrar por lo más fácil y lo más banal que le aportan su tiempo y estatus social. No es siempre así, por supuesto; vivió una guerra mundial y escribió muy bien sobre ella, se trasladó a París y estuvo en contacto con la bohemia, conoció a los mejores artistas de su tiempo y coleccionó arte, cuando coleccionar arte era un poco menos especulativo de lo que es ahora. Yo creo que estoy enganchado a Hemingway porque me fascinan todos estos contrastes. Y me fascina que todo ello lo supiese sintetizar, como escritor, en un estilo simple y limpio, seco y viril, germen de la literatura de muchos otros escritores, muchos muy malos y algunos muy buenos, que me han interesado alguna vez y/o me siguen interesando. De algún modo aquel personaje que hoy nos parece un poco ridículo consiguió ser el origen de algo, sentar las bases de un tipo de literatura. Si la literatura es actitud, Hemingway inicia con su actitud cierto espíritu literario norteamericano. No en vano se hacía llamar Papá.

2 comentarios:

  1. Hemingway -da la impresión- de que era pasión pura. Dibujó sus pasos en una incontinencia por la vida que él mismo se creyó perdiendo así cualquier sentido crítico sobre su obra. Supongo que se atormentó menos que Dos Passos, que para mí, sí vivió la realidad desde un punto de vista creativo. Y de ahí sus vaivenes literarios. Y políticos.

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  2. Ya, pero Dos Passos era otro tipo de escritor, más reflexivo, más elevado y más teórico; a Dos Passos conviene compararlo con Faulkner, no con Hemingway; Dos Passos no se vio atrapado por una imagen popular que él mismo rechazaba a la vez que fomentaba; no tuvo que enfrentarse a esa contradicción; supo salvaguardarse y tener una vida intensa y seria que alimentase su literatura;

    Hemingway llega un punto, tal vez, en que pierde su seriedad; es probablemente el último escritor cuya popularidad es dominante, por encima de sus creaciones intelectuales; y eso no hay quien lo resista, es inevitable caer en el desprestigio y el ridículo más absolutos; su escritura es una herramienta simple (él mismo la simplifica, y eso es su mayor logro) que le sirve para abrirse paso a golpes

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