martes, 21 de abril de 2015

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Hay que aceptar el crepúsculo del día. Resulta inexorable. Cae para todos como una lluvia oscura que nos sumerge en el sueño.

Rajoy, cada noche, antes de acostarse, se limpia los dientes de la misma forma que le enseñó su madre. Moviendo el cepillo enérgicamente hacia arriba y hacia abajo, veinte veces. En sentido circular para limpiar los molares, otras veinte. Todavía cree escuchar la voz imperiosa de la madre: ¡Marianito, con más ímpetu, que parece que no tengas sangre!

Un buen cepillado es siempre un gran comienzo, como decía ella. Y un buen cepillado es también un final inmejorable, piensa Rajoy, para acabar el día cerrando el círculo. Y cerrando la boca.

Desde hace algún tiempo a Rajoy le da por repetirse a sí mismo, frente al espejo, con la espuma del dentrífico saliéndosele de la boca, imitando a los malos de las películas de miedo: Soy un oligarca. Soy un oligarca. Soy un depravado oligarca.

En un lugar de la ciudad no muy alejado, a la misma hora, Pedro Sánchez también se mira al espejo. Lleva ya una hora mirándose al espejo. Lo suyo es progresivo. Cada vez se mira más. Su mujer, Begoña, está comenzando a preocuparse. Llevan ya varios meses, desde que fue elegido secretario general, que no follan. Pedro Sánchez sólo se mira al espejo y ensaya las muecas y poses que mostrará después en televisión, en las entrevistas, en los shows televisivos a los que le ha dado por ir para ganar popularidad, a pesar de que todos sus asesores le dicen que tanta majadería no sirve de nada, pues dar una imagen demasiado frívola acaba resultando contraproducente. A Pedro Sánchez, en un momento dado, le da igual. Su apostura le llevará lejos, está absolutamente convencido. Tengo que ser un oligarca, se repite a sí mismo; uno de verdad, alguien querido y admirado por todos, alguien pluscuamperfecto. Mover los hilos del poder es lo que quiero, se repite. Pero moverlos con estilo.

Madrid se acaba para renacer a la mañana siguiente.

viernes, 17 de abril de 2015




Leer a Naipaul es como presenciar un elefante abriéndose paso. Delicado y paciente, pero a la vez aplastando todo lo que aparece a su paso.

Naipaul es un hindú criado en Trinidad, una antigua colonia inglesa donde los hindúes constituyen una minoría. Dentro de la comunidad hindú, la familia de Naipaul forma parte de la casta de los brahamanes, la casta de más alto rango en la isla. Yo creo que todo este complejo juego de pertenencias y desarraigos ha debido conformar la rara mezcla de elegancia, delicadeza y, al mismo tiempo, aflicción que tiene la escritura de Naipaul.

Naipaul parece alguien que se sienta disminuido y se muestre altivo al mismo tiempo.

Se formó como escritor en Inglaterra. Probablemente, allí se fragua su carácter despectivo. Imagino que allí sería un personaje marginal. Se tuvo que conformar con relacionarse con otros inmigrantes, procedentes como él de las antiguas colonias. Sin embargo, seguiría teniendo el orgullo de pertenecer a una casta superior.

Su escritura debía tener un tono altivo, aristocrático. Al contrario que otros escritores marginales, Naipaul prefiere elevar su escritura; que le distancie del entorno que describe, sin atisbo de compasión.

lunes, 13 de abril de 2015




Somos los olvidados, solitarios sobre la tierra,
A hurtadillas nos sentamos cerca al calor.

Desde este cálido rincón del cuarto
Miramos la bruma de octubre.

Por la ventana, como entonces, se ve el fuego.
Querido mío, ya estamos viejos.

Todo lo que hubo, tempestad y desdicha,
Ha quedado atrás, ¿qué esperas del futuro?

¿Seguro que quieres leer allá, todavía,
Alguna inesperada novedad?

¿Acaso esperas algún ángel tempestuoso?
Todo pasó. Nada podrá regresar.

Quizás las paredes, los libros, los días.
Querido amigo, ellos están habituados.

Yo no espero nada, no murmuro.
No añoro nada de lo que se fue.

domingo, 12 de abril de 2015




Las vacaciones nos han permitido ver algunas películas.

En casa hemos visto varias cosas compradas en el quiosco, con el periódico. Premios Goya. Magical Girl, decepcionante en cierto modo. Un thriller banal, hueco, intrascendente; en el que lo que importa es, al parecer, los tres o cuatro aditamentos modernos. El traje japonés de una niña, las oscuras perversiones sexuales de otra chica, un final que parece sacado de una película de yakuzas, no recuerdo más. Me extrañan las buenas críticas.

Loreak, al contrario, nos sorprendió. Creo que es la mejor película española que he visto en mucho tiempo. Aunque en cierto sentido no parece española. Los ambientes, la concisión, el ritmo. Parece una película polaca o soviética. Me extraña, a su vez, que sea una película dirigida a dos manos, por José María Goenaga y Jon Garaño. Me parece que entraña una gran sabiduría cinematográfica y un estilo muy bien larvado. Supongo que es un prejuicio mío y que siempre ando buscando la rúbrica de alguien.

Sólo los amantes sobreviven, de mi admirado Jarmusch. Lo de siempre, aunque, tal vez, aquí, un poco más evidente. El dandy de Permanent Vacation aquí es una pareja de vampiros. Curiosamente, Jarmusch toma un esquema que el filósofo Slavoj Zizek utiliza para simbolizar la lucha de clases (vampiros contra zombis), pero en sentido contrario. Para Zizek el zombi pertenece al pueblo llano y su cometido, en la lucha, es "matar vampiros". En la película de Jarmusch, los vampiros, rockeros, atractivos, cultos, desprecian a los zombis.

El dandy de Jarmusch en su última película ya no es el joven nihilista de su primera película, sino una pareja de agonizantes vampiros, cansados y viejos, que cargan pesadamente con el lastre de la vieja cultura, el viejo rock, la vieja poesía. El cineasta indie por autonomasia viene a decir, en su última película, más o menos lo mismo que Wes Anderson (el director más destacado de la generación hipster) con El gran hotel Budapest; que la vieja cultura europea muere, se acaba, se ha convertido en una cosa decadente, caduca. Un mensaje que ya estaba implícito en una vieja película de Manoel de Oliveira, recientemente fallecido, que yo recuerde, titulada en español Una película hablada. En sus tesis podrían coincidir, aunque veladamente, el director modernista con el indie y con el hipster, como si el mismo pesimismo decadentista se hubiese contagiado entre ellos.

Vemos también Rififi. Sin duda, la mejor película de cine negro de todos los tiempos, o una de las mejores. Ya me pareció asombrosa otra película del mismo director, Jules Dassin, para mí un completo desconocido hasta no hace mucho tiempo. Una película inacabable: La ciudad desnuda.

Vamos al cine a ver Maps to the Stars, de mi también admirado David Cronenberg. La película decepciona si uno pretende encontrarse con una crítica realista y verosímil del mundo de Hollywood. Sucede lo mismo si uno se enfrenta a Un método peligroso esperando encontrar alguna verdad sobre Sigmund Freud y Carl Jung. Cronenberg nunca excede los límites de su propia visión deforme de las cosas; no importa el tema que trate.

Pride, de Matthew Warchus. Nos dejamos emocionar. Reímos. Lloramos. En fin. La historia no fue así, estoy convencido. Pero la han sabido maquillar y lo cuentan bonito.

Finalmente, al final de nuestras vacaciones cinéfilas, nos metemos en una sala de cine de un centro comercial para volver a ver en pantalla grande y surround sound la mítica Blade Runner. Como un ejercicio de nostalgia. Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad, cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia...

miércoles, 8 de abril de 2015






Te he visto, por el parque ceniciento
que los poetas aman
para llorar, como una noble sombra
vagar, envuelto en tu levita larga.
El talante cortés, ha tantos años
compuesto de una fiesta en la antesala,
¡qué bien tus pobres huesos
ceremoniosos guardan!

Yo te he visto, aspirando distraído,
con el aliento que la tierra exhala
-hoy, tibia tarde en que las mustias hojas
húmedo viento arranca-
del eucalipto verde
el frescor de las hojas perfumadas.
Y te he visto llevar la seca mano
a la perla que brilla en tu corbata.






lunes, 30 de marzo de 2015




Qué difícil es caminar entre la gente
Y simular que no se ha muerto.
Y en este juego de trágica pasión
Confesar que aún no se ha vivido.

Y escrutando en la nocturna pesadilla,
Encontrar el orden como un desordenado torbellino.
Para que en el inexpresivo resplandor del arte
Descubramos el mortal incendio de la vida.
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