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miércoles, 14 de septiembre de 2011


Un tema central en la literatura de Juan Carlos Onetti es la necesidad de fingir; como fuga de la realidad. Es decir, la imposibilidad de lo real y la inexplicabilidad de la verdad. Onetti se embrolla porque no puede ser de otra manera; su colega, Mario Vargas Llosa, no lo acaba de entender y lo llama vago, o poco trabajado, o borracho del lenguaje, o lo que sea. Curiosamente, Onetti no habla mal de Vargas Llosa; a pesar de que uno lo supone echando pestes contra la prosa funcionarial del escritor peruano. A lo sumo, y con total respeto, Onetti dice que Vargas Llosa tiene una relación matrimonial con la literatura mientras que él es un amante ocasional, poco constante, inestable y ebrio.

Yo entiendo al uruguayo como muy dependiente y muy necesitado de literatura; por ello débil, loco y triste. Sus enrevesados libros son un vuelco de sus obsesiones personales; simples, primarias, en cierto modo, y con un argumento único: la insoportabilidad de todo, la mentira de vivir y la necesidad de escapar del mundo, de un modo radical, sin concesiones. Eso hizo toda su vida Juan Carlos Onetti, absolutamente desesperado. Hasta que al final se hartó y no quiso saber nada de nada y de nadie. Se dedicaba a releer a Pío Baroja de manera insistente.

Uno imagina a Josep Pla como una roca. Mohosa y salada. Lo contrario que Juan Carlos Onetti. El escritor catalán era en definitiva un reduccionista. Poderosamente táctil. Fuertemente compacto. La tangibilidad de las cosas es lo único que tiene; o lo único que le interesa. Pla es como un detective de lo real; busca huellas, realiza atestados. Josep Pla tiene la suficiente fuerza como para curar a cualquiera de la ebriedad del arte.

Raymond Chandler es tan realista y antiarte como Pla. No obstante Chandler es un realista camuflado. Yo no soy capaz de leer a Chandler sin imaginar una película de Humphrey Bogart. Creo que el propio Chandler dijo que hubiese preferido a Cary Grant. Me estoy dando cuenta de que no tengo ni idea de nada. Lo que me interesa de Raymond Chandler es lo que tiene de detective de lo real; lo que pasa es que me cuesta quitarle el disfraz de Bogart. Bogart me lo caga un poco. Estoy un poco más acostumbrado a Pla y su máscara de pueblerino. O a Umbral y su careta de dandy de provincias. Supongo que me da lo mismo descubrir al asesino.

Que Raymond Chandler quisiera suicidarse es algo que me desconcierta. Supongo que sus intentos de suicidio fueron anteriores a Philip Marlowe.

Maeve Brennan era una cínica realista (Pla y Chandler también lo fueron, a mi modo de ver). (Tal vez cualquier realista acabe siendo un cínico; puede que no haya otra salida.) A Maeve Brennan probablemente no le interesaba la tangibilidad de las cosas sino su sentido etéreo e inmaterial. ¿Cuántas formas de realismo existen o han existido? ¿Cómo es posible pretender ser un cronista inmaterial? No lo sé. La suya fue una fuga indiscriminada; sin certezas. Al menos Juan Carlos Onetti se hizo un refugio hacia dentro, en Santa María.
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