domingo, 27 de abril de 2025
miércoles, 23 de abril de 2025
martes, 22 de abril de 2025
lunes, 21 de abril de 2025
Mike Brodie y los Estados Unidos
Hay un dicho que reza que una forma de espantar al demonio es permanecer siempre en movimiento. No es fácil encontrarse con el demonio siendo joven. Con el tiempo y los errores acumulados, y el pretender aferrarse a un lugar, a una actividad, a unas gentes... el demonio va configurando su rostro, se representa poco a poco, acaba atrapándote. Quizá esto quiso evitar Mike Brodie, una suerte de fotógrafo adolescente de los años dos mil. Se dedicó a recorrer los Estados Unidos viajando en tren como un polizonte, en compañía de otros muchos vagabundos, a los que retrataba precariamente con una Polaroid. Como una performance gigantesca en la que no hay obra de arte sin la idea de desplazamiento, sin la precariedad como principio. Las imágenes de Brodie se popularizaron gracias a las redes sociales y, posteriormente, a una serie de libros cuyo hito sería, quizás, A Period of Juvenile Prosperity. En Facebook Mike Brodie era Polaroid Kidd. Tuvo unos cinco años de frenética actividad, fotografiando la belleza y la miseria de un país inabarcable. Como un gran abrazo a lo más tierno de los Estados Unidos, lejos del lustre de los distritos financieros de las grandes ciudades. Su colección de vagabundos rescata las miserias de la Gran Depresión retratadas un siglo atrás por Walker Evans; pero sin el aspecto marmóreo del claroscuro de éste. Lejos, quizá, del sentimiento de comunidad golpeada que transmite la obra de Evans. Las fotos de Brodie tendrán un aspecto improvisado, decididamente descuidadas, como queriendo capturar el desorden. Los personajes de Brodie, en consonancia, serán individuos descarriados, en perpetua huida. Robert Frank podría ser un referente; no obstante Brodie descarta la cultura beatnik por una sensibilidad y una estética decididamente punk. Es antiguo y nuevo a la vez. Americano y universal al mismo tiempo. ¿Qué hay más norteamericano que la poética cósmica de Walt Whitman? Mike Brodie es un individualista radical, como Whitman, como Thoreau, como tantos otros artistas norteamericanos. Parece que algo invite en ese país a viajarlo de costa a costa, a pretender abarcarlo, a diluirse en los límites del paisaje. El país de los sundowners y las películas de carretera.
martes, 15 de abril de 2025
martes, 8 de abril de 2025
lunes, 7 de abril de 2025
Béla Tarr y Ágnes Hranitzky
En "El caballo de Turín", cuando el propio caballo cae en una profunda depresión y se niega a arrastrar el peso de la carreta, es la mujer quien la arrastra.
La película está todo lo cerca de lo sublime que yo sea capaz de entender. Su visión de la finitud, de los límites de vivir, entronca, un siglo después, con toda la obra de Franz Kafka. Añade, quizá, la mítica de las narraciones bíblicas.
Todo ha sido degradado, pero puedo decir que ellos han arruinado y degradado todo. Porque esto no es algún tipo de cataclismo, que cae sobre los humanos. Por el contrario se trata del propio juicio del hombre, su propio juicio en sí mismo, con, por supuesto, la ayuda de Dios, o me atrevo a decir: con Dios formando parte... o con lo que sea que ha tomado parte... de la más espantosa creación que puedas imaginar. Porque como verás, el mundo ha sido degradado. Así que no importa lo que diga porque todo ha sido degradado por lo que han adquirido; como lo han conseguido de una forma deshonesta y artera, lo han degradado todo. Porque sea lo que sea que toquen, y ellos lo tocan todo, lo degradan. Este es el camino hasta la victoria final. Hasta el triunfante fin. Adquirir, degradar. Degradar, adquirir. O de forma diferente si quieres: Tocar, degradar y así adquirir, o tocando, adquiriendo y entonces degradando. Ha sido así durante siglos. Sigue y sigue y sigue. A veces a escondidas o groseramente, a veces discretamente, a veces brutalmente. Pero ha sido así y sigue siendo. Así, solo de una manera, como ratas atacando en una emboscada. Porque para esta perfecta victoria era esencial que el otro lado pensase que todo eso es excelente, grande y de alguna manera noble. No debería llevar a ninguna clase de lucha. No debería haber ninguna clase de pelea, solo la repentina desaparición de un lado; significa la desaparición de la excelencia, lo grande, lo noble. Así que los ganadores son quienes atacan y emboscan las reglas de la tierra, y no hay ningún pequeño recoveco donde uno pueda esconderse de ellos, porque todo lo que ponen sobre sus manos es suyo. Incluso cosas que pensamos que no podemos alcanzar - ellos si pueden - también son suyas. Porque el cielo ya es suyo y todos nuestros sueños. Suyo es el momento, la naturaleza, el silencio infinito. Hasta la inmortalidad es suya. ¿Me entiendes? ¡Todo, todo está perdido para siempre! Y las nobles, grandes y excelentes personas se pararon aquí, si puedo decirlo así. Se detuvieron a esta altura, y tuvieron que entender y aceptar que no hay Dios o Dioses. Y el excelente, el grande y el noble tuvieron que entender y aceptar esto, desde el principio. Pero, por supuesto, eran bastante incapaces de entender esto. Ellos lo creían y aceptaban pero no lo entendían. Ellos solo se pararon aquí, desconcertados, pero no resignados. Hasta que algo - que despertó en sus cerebros - finalmente los iluminó. Y todos a la vez se dieron cuenta que no hay ni Dios o Dioses. Todos a la vez vieron que no hay ni bien ni mal. ¡Entonces todos vieron y entendieron que si esto era así, entonces ellos mismos ni siquiera existían! Verás, creo que éste fue el momento en que podemos decir que fueron extinguidos, que se quemaron. Extinguidos y quemados como el fuego que arde en el prado. Uno era un constante perdedor, el otro era un constante ganador. Derrota, victoria, derrota, victoria. Y un día – aquí en esta zona- tuve que darme cuenta, y me di cuenta, que estaba equivocado, estaba realmente equivocado cuando pensé que nunca hubo y nunca pudo haber algún cambio aquí en la tierra. Porque, créeme, ahora sé que este cambio ya es una realidad.
Adquirir, degradar. Suyo es el momento, la naturaleza, el silencio, todos nuestros sueños.
En la mayoría de afiches, la autoría del filme se atribuye a Béla Tarr en solitario. No obstante, hay en efecto coautoría con su propia mujer, Ágnes Hranitzky.