(Sobre Nick Kirgios)
Me gusta Kirgios. Es como un niño pequeño en un circuito profesional de tenis. Como un rebelde sin causa en un mundo de encorbatados oficinistas tenísticos; como un James Dean con tonsuras en la cabeza y encogido de hombros, indiferente al éxito. Como un artista punk en un concierto de música clásica. Como un quinqui de barrio en una reunión de pijos. Tiene ramalazos de genio y caidas en picado de ciclotímico empedernido. Necesita tratamiento. Necesita un consejero, aunque sea un juez de silla. Un modelo de vida, aunque sea un millonario suizo con un delicioso revés a una mano y cuatro hijos tiroleses. Necesita que alguien le ordene los bártulos de su vida y le prepare un café por las mañanas. Si lo consigue, su tenis podría disfrutarse con continuidad. Yo espero que su carrera sea larga; pues ya está visto que si tiene que madurar, madurará tarde. Al fin y al cabo, su tenis dislocado e imaginativo requiere poco de piernas y esas cosas. Con otro tempo tenístico, con la calma que da la edad (treinta, cuarenta, cincuenta años), podría funcionar requetebién.
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