martes, 11 de julio de 2017




Según me cuentan mis alumnos el rock es una música que ya nadie escucha. Es de viejos, de otra época. El guitarreo ése, dicen algunos de mis alumnos para referirse al rock.

Hace años yo era capaz de conectar con alguno de mis alumnos citando grupos de rock, o, inclusive, de hip hop. El hip hop ha mutado en algo que llaman trap. Y yo ya tengo poco que decir.

En el hip hop, o rap, ya la sensación era desde mi punto de vista vertiginosa. No había modelos duraderos. Esto es, todo parecía estar en perpetua mutación. La consigna era el movimiento. O eso me parecía a mí. Con el trap (música que al parecer se difunde fundamentalmente a través de YouTube) la sensación de inestabilidad, de vértigo, se multiplica.

Los ídolos del trap no son ídolos al uso; sino que funcionan, a mi modo de ver, como una especie de espejo de su público. El público actual desprecia el culto. No le interesa para nada la distancia sino la proximidad. (En cierto sentido, el público actual desea no ser ídolo de los demás, a la antigua usanza, sino erigirse en su propio ídolo. En forma de selfies, canales propios de YouTube y cosas así.) Parece que la utopia warholiana haya sido realizada de manera definitiva.

Las viejas leyendas del rock, en ese sentido, se alinean junto a las viejas leyendas de la cultura tradicional. Robert Smith igual a Marcel Schwob, Dylan igual a William Shakespeare. Velázquez igual a Francis Ford Coppola.

El público actual parece haber hecho tábula rasa. YouTube es un agujero en el que nace una nueva cultura. Una cultura mutante, del vértigo, en movimiento perpetuo.

Mientras tanto, las viejas leyendas languidecen. Se tornan ridículas. Son desmenuzadas.

Yo ahora estoy leyendo sobre Syd Barrett (me ha dado por ahí). Barrett se corresponde con la figura del genio loco. El genio fugaz; que con muy poco marca una impronta perdurable (hoy algo así sería inverosímil; entre otras cosas, nadie respetaría su tragedia personal, sería pasto de burlas de manera inmediata).

Me interesa más lo que no se sabe. Lo que está fuera del mito. La cotidianeidad de un Barrett apartado del rock (vivió más de treinta años escondiéndose, en el más puro ostracismo, cultivando una imagen contraria a la que le había dado fama en el mundo del rock).

Hay una anécdota, manipulada por cuestiones promocionales, sin duda, que me intriga mucho. Durante la grabación del disco Wish You Were Here Syd Barrett se personó en el estudio como si fuese una persona extraña que se hubiese colado a ver a sus ídolos. Roger Waters, Richard Wright, Nick Mason y David Gilmour estaban dale que te pego con sus tonadas populares hasta que uno de ellos (Waters, dicen algunos, otros, que fue sin duda Wright) se dio cuenta de que el personaje calvo y grueso vestido de forma convencional que les estaba observando era su viejo amigo Syd Barrett. Cuenta la leyenda que los dos mencionados anteriormente (Waters, Wright) se miraron el uno al otro y rompieron a llorar. No he encontrado ningún texto (tampoco lo he buscado mucho) que complete la anécdota. Lloraban se supone porque se compadecían de la imagen de su amigo. Sin embargo, ¿alguien se molestó en hablarle a Barrett o, simplemente, se limitaron a contemplarle, compadeciéndose y llorando?, ¿se fue Barrett de inmediato, se sintió molesto, estaba tan degradado que era incapaz de mantener una conversación?

Casualmente el disco que se estaba grabando contiene una canción dedicada a Syd Barrett, antiguo miembro de Pink Floyd.

Según parece Syd Barrett siguió cobrando durante toda su vida los derechos de discos en los que no había intervenido.


5 comentarios:

  1. Héctor Sánchez cuenta para la revista Efe Eme la famosa anécdota al completo:

    «Mientras la figura difusa de Barrett revoloteaba en el ambiente durante la grabación, como si Pink Floyd le estuviera invocando, un desconocido vestido de blanco, gordo, con la cabeza y las cejas afeitadas y con una bolsa en la mano se presentó en Abbey Road. Todo el mundo quedó desconcertado ante su presencia. Ese “tipo grandioso, gordo, calvo y lunático”, como lo definió Roger Waters, era Syd. Al menos, lo que quedaba de él. El primero en ser consciente de la identidad del extraño personaje fue Gilmour: “Ese tipo se paseaba por allí, mirando el equipo, y al principio no me fijé bien en él porque pensaba que era alguno de los cerebritos de personal de EMI. Después entró en la sala de control. Estuvo allí durante mucho tiempo y todos susurrábamos: ‘¿Quién coño es este tío?’ Yo fui el primero en reconocerle”. Al principio, Richard Wright no tuvo tan claro quién era el desconocido: “Apareció en el estudio y nadie sabía quién era esa persona. Recuerdo que cuando yo entré, Roger ya estaba allí, trabajando. Me senté a su lado. Diez minutos después, Roger me dijo: ‘¿Sabes quién es ese tipo?’. Respondí: ‘No tengo la menor idea. Suponía que era un amigo tuyo’. Él dijo: ‘Piensa, piensa’. Y yo seguí mirándolo, ¡hasta que de pronto me di cuenta de que era Syd!”. Roger Waters lloró al ver el estado de su amigo y Nick Mason se sintió “horrorizado por el cambio físico”, como relata en su autobiografía: “Ahora no parecía un hombre que tuviera ningún amigo en absoluto. Su conversación era intermitente y no se entendía del todo, aunque, para ser justos, no creo que ninguno de nosotros fuera especialmente elocuente. No tengo ni idea de por qué estaba allí. Nadie lo había invitado, y yo no lo había visto desde que dejó el grupo en 1968”.

    ¿Qué hacía Syd en el estudio? Nadie tenía la respuesta. El batería comparó la inesperada visita con el personaje clásico de J. M. Barrie: “Resulta muy fácil establecer paralelismos entre aquel Syd y un Peter Pan que regresa para ver que la casa aún sigue allí, aunque la gente haya cambiado. ¿Quizá esperaba encontrarnos tal y como habíamos sido siete años antes, preparados para trabajar otra vez con él?”. Barrett puso al día sobre su vida a sus compañeros: “Bueno, tengo una tele en color… y una nevera. Tengo algunas chuletas de cerdo en la nevera, pero las chuletas se esfuman, así que tengo que seguir comprando más”. También escuchó la reproducción de “Shine on you crazy diamond” sin ser consciente de que él era ese diamante loco y la calificó como “un poco rara”. Después no entendió que los músicos la volvieran a escuchar: “¿Para qué? Ya la habéis oído entera”. El antiguo miembro de Pink Floyd se mostró todo lo coherente que se podía esperar de él y estuvo perdido y ensimismado durante su visita. Tal vez ni él mismo sabía qué hacía allí. A pesar de ello, sorprendentemente preguntó cuándo podía grabar su parte con la guitarra. Sus compañeros le respondieron que ya la había grabado.»

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  2. En el blog Sopitas se dice esto:

    «El grupo se encontraba grabando justamente “Shine On You Crazy Diamond” cuando Syd Barrett entró a la cabina de control del estudio de Abbey Road donde se encontraban mezclando la canción. Waters se percató de la presencia de un tipo con el cabello rapado, sin cejas, con sobrepeso y la mirada perdida pero no le prestó atención. Richard Wright también lo vio y pensó que era algún amigo de Roger. Nick Mason tampoco lo reconoció. David Gilmour pensó que se trataba de algún ayudante del estudio, hasta que luego de un rato de observarlo, horrorizado reconoció que era su ex-compañero y le comunicó la noticia a sus compañeros. El diseñador de las portadas de la banda Storm Thorgenson también estaba presente y atestiguó cómo Waters y Gilmour se soltaron a llorar tras ver a su amigo en un estado de total ausencia, a pesar de que él parecía estar bien y platicador.»

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  3. En la revista Brain World parecen especialmente interesados por diagnosticarle esquizofrenia al bueno de Barrett:

    «It seems very likely that schizophrenia is the correct diagnosis based on a 1975 incident Syd had with his former band mates. When the guys were recording Shine on You Crazy Diamond at Abbey Road Studios in 1975, Syd Barrett showed up unannounced. By this time, the 29 year old had gained a significant amount of weight, shaved his head and eyebrows, and was virtually unrecognizable to his former band members. While he was there he seemed to act detached, and was often seen brushing his teeth while standing. When Roger Waters, one of Barrett’s oldest and closest friends, finally recognized Syd, he broke down in tears out of disappointment about what had happened to him.»

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  4. Me imagino que eso pasa en cada época: muchos jóvenes del XIX ya no disfrutaban de la música clásica, como ahora muchos desprecian el rock (o el jazz, aunque siempre hay los que lo redescubren), y supongo que lo que llamamos personas cultas son las que no siguen esas corrientes mayoritarias de desprecio (modas también) y se quedan con lo mejor de cada época: Brahms, Charlie Parkes o David Bowie.

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  5. Las viejas leyendas fueron siempre ridículas (siempre lo supimos/¡lo saben!). Como lo son también las nuevas. Y lo serán.

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