martes, 5 de julio de 2016




El tenis debería ser amateur. El deporte debería ser amateur. El mundo debería ser amateur.

Desconfío de quien se declara, sin tapujos, un profesional. El profesionalismo es un enmascaramiento. Una vanidad bastante estúpida. Sin embargo, el profesionalismo en el deporte es un absurdo. Un absurdo institucionalizado, pero absurdo al fin y al cabo.

He leído algo acerca del corte generacional que se produjo cuando el tenis se profesionalizó, allá por los años sesenta. Qué se priorizaba, entonces. El dinero. Exclusivamente el dinero. La posibilidad de firmar contratos millonarios, dada la enorme dimensión que el deporte del tenis estaba adquiriendo como espectáculo, gracias a las retransmisiones televisivas.

La ecuación es bien simple: profesionalismo igual a espectáculo, televisión y dinero. Al final del partido que enfrentaba a Marcus Willis con Roger Federer en la pista central de Wimbledon, la gran divergencia era ésa. Federer es uno de los deportistas más ricos del planeta.

Willis se gana la vida dando clases de tenis en un pueblecito de Inglaterra. Gana algunos torneos amateurs y decide intentar competir en el gran torneo inglés. Se presenta a las fases previas de las fases previas de Wimbledon. Gana siete partidos antes de perder contra Federer en la segunda ronda del cuadro final.

El extenista Goran Ivanisevic aconsejaba a Willis que saliese borracho a la pista y disfrutase así de su partido en la central contra Federer. No habrá nada mejor, dice Ivanisevic. A partir de entonces solamente queda retirarse. No habrá nada mejor.

2 comentarios:

  1. Los educadores deberían ser amateurs, para evitar que la educación se convirtiese en lo que ahora es mayoritariamente: esa guardería para vigilar desde niños a adolescentes embrutecidos y desmemoriados, y lo mismo con cualquier otra cosa. Y lo peor de todos son los expertos, esos que traen contestadas las preguntas de antemano. El amateurismo mola, no sólo en el deporte; el talento, la vocación son estupendos, pero hay que ganarse la vida porque existe el maldito dinero y los tenistas tienen tanto o más derecho a forrarse que los especuladores inmobiliarios (el infierno los condene) o los investigadores en biología genómica (que lo hacen por gusto, en su mayoría, me consta)

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  2. excelente conentario, Lans... complementa y supera a la perfección mi post

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