jueves, 23 de abril de 2015

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A la misma hora, en Bruselas, en un modesto pisito (alquilado habitualmente por estudiantes), Pablo Iglesias se revuelca entre las sábanas con su novia de siempre, Tania. Se besan, se retuercen, bromean contemplando sus cuerpos desnudos. Se ríen también recordando el twitter que escribieron conjuntamente para vender al mundo su ruptura. Aquello de que "ella es la persona que más admiro pero los dos preferimos seguir nuestro camino por separado". Desde entonces, una pasión si cabe más fuerte se había apoderado de ellos. Antes del famoso twitter fantaseaban con un definitivo asalto a La Moncloa. Celebrarían fiestas en el jardín en las que correría el alcohol y las drogas. Pondrían música de los Rolling a todo volumen en altavoces gigantes. Escandalizarían a los vecinos.

Pero las cosas se habían puesto feas. Alguien les aconsejó que lo mejor sería que no siguiesen juntos, al menos en público. Hasta que las aguas volviesen a su cauce.

A los dos les iba mejor por separado. Ella no paraba de trabajar en los platós de televisión. Él parecía haber reforzado su liderazgo político. Como si se tratase de un ídolo de quinceañeras, capaz de vender más discos si las fans creen que se trata de un chico disponible.

La situación tenía su morbo. Tanía aprovechaba que últimamente sólo la llamaban para trabajar en magazínes matinales; de manera que, dos veces por semana, cogía un vuelo a Bruselas para pasar la noche con Pablo. Cenaban en una brasserie del casco antiguo. Paseaban por la calle sin miedo a que les reconociesen. En Bruselas no eran nadie. Disfrutaban de cierto anonimato.

Deberías irte, dijo Tania.

Qué.

Al curro. Ya es tarde.

Bah, paso.

Follaron. Follaron y follaron. Y después de follar, continuaron bromeando anudándose el cabello. La larga cabellera morena de él atada a la melena rubia de ella. Ríeron.

Pablo Iglesias dijo que con las trenzas que les unían habían construido un símbolo.

Se pusieron en pie. Seguían unidos por el cabello, como dos siameses. Se miraron en un espejo.

Parecemos la misma persona, dijo Tania.

Tu clítoris es del mismo tamaño que mi polla, dijo Pablo Iglesias.

Me lo acabas de comer cinco veces seguidas; es normal que esté un poco inflamado.

Luego quisieron deshacer las trenzas. Pero una se les resistía. Estuvieron toda la mañana intentando deshacerla sin ningún éxito. Pablo no pudo acudir esa mañana al Parlamento. Finalmente, decidieron cortarse un cachito de pelo. Mitad y mitad. De la melena de Pablo pendía un mechoncito rubio de Tania. Lo mismo en el caso de ella. De su pelo rubio sobresalía un trocito de la melena de Pablo Iglesias.

En los días siguientes, Pablo Iglesias pudo esconder el cabello de su amante secreta sin mucha dificultad. El pelo de ella ocupaba el centro exacto de la coleta de él.

Pero Tania no tenía la habilidad de peinarse igual que Pablo. En el programa de Ana Rosa, Arcadi Espada se fijó en el mechoncito negro y se lo preguntó, en directo:

De quién es el mechón negro, le dijo Arcadi Espada.

Tania no supo qué responder. Se quedó callada. Tal vez enrojeció. Afortunadamente, alguien llenó el silencio que se había hecho en el plató, con alguna otra chorrada, y nadie volvió a insistir.

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