jueves, 3 de abril de 2014




Ciertamente
cuando aviva la alegre primavera,
del sol los resplandores,
abren en el jardín y en la pradera
sus cálices las flores.

Cuando la luna, de la noche obscura
rasga el opaco velo,
brillan en torno de ella con luz pura
las estrellas del cielo.

Cuando vislumbra el soñador poeta
dos pupilas radiantes,
brotan con más calor de su alma inquieta
los versos palpitantes.

¡Lástima grande, sí, que ese tesoro
de estrellas, versos, flores,
pálida luna, sol de fuego y oro,
ojos deslumbradores;

Toda esa fantasía deliciosa
que tanto nos agrada,
en este mundo de mezquina prosa
no sirve para nada!

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