domingo, 26 de enero de 2014




Gastón Gaudio fue un extraordinario tenista argentino que llegó a ganar un Roland Garros. Uno de esos jugadores de gran talento que no acaban de cuajar porque sus emociones resquebrajan el juego en las grandes citas. Uno de esos genios capaces de derrotar a cualquiera, pero que se sienten incapaces de luchar contra sí mismos cuando se ven bajo presión. Cosas de la psicología deportiva, supongo. Yo era muy fan del juego de Gaudio. Recuerdo haberlo visto jugar en las pistas de un torneo mallorquín, cuando yo vivía allí. No sé si ganó aquel torneo menor. A mí me parecía un jugador completísimo y yo no era capaz de dilucidar por qué no llegaba más alto. Entonces Gastón Gaudio alcanzó aquella final de Roland Garros. Se enfrentaba a otro argentino, Guillermo Coria. Aquella fue la final más extraña que yo he presenciado, televisivamente hablando. Coria se lesionó y comenzó a hacer cosas raras. A parar el partido, a lanzar bolas blandas o a jugársela con golpes descontrolados. Gaudio acabó ganando en cinco sets, creo recordar. Pero después de sobreponerse a lo que seguramente significó una tortura para su frágil psicología. No volvió a ganar nada. Aquella final supuso su declive definitivo.

Ha habido otros jugadores así. A mi me gustaba mucho un francés que se llamaba Cédric Pioline, con un estilo de juego parecido al de Gaudio. Son jugadores que abarcan todas las facetas del juego, capaces de cometer "genialidades" en un momento determinado, con un golpeo fácil y una gran movilidad. Aquí, en territorio patrio, tuvimos al gran Albert Costa, que pese a prometer mucho sólo fue capaz de ganar un Roland Garros (pero al final de su carrera deportiva, cuando ya nadie le creía capaz de hacerlo). Pioline, por ejemplo, podía dejar en ridículo a todo un Sampras si se enfrentaban en las primeras rondas, pero en una final se mostraba errático y no podía ganarle ni un set. (Sampras y Pioline se vieron en más de una final, creo. El francés nunca ganó ninguna, ni a Sampras ni a ningún otro. Se dijo de él que era un eterno finalista.)

Stanislas Wawrinka es de ésos. Analizado golpe a golpe, su juego roza la excelencia. Sabe "situarse" en la pista y adaptar la táctica a las exigencias del rival. Para colmo, en ocasiones da muestras de genialidad absoluta, protagonizando jugadas "imposibles", de las que hacen afición. A Wabrinka le falta eso que tienen los Nadal, Federer y Djokovic, esa clase de "gen" ganador que potencia el juego excelente para las grandes victorias. A mí me ha alegrado que Wawrinka ganase la final del Open de Australia. Pero, ¿tenía que ser así? ¿Tenía que ganar con la sospecha de no poder lograrlo en condiciones normales, como le sucediera a Gastón Gaudio?

1 comentario:

  1. Mira que te gusta denigrar al Gran Nadal so pretexto de que entiendes de tenis, que nadie lo duda. Un tenista es una ecuación en la que entran todas sus habilidades, incluidas las menos glamurosas, como las de Nadal ('¡gen ganador!, valiente chorrada: fortaleza, física y psíquica, espíritu asesino, competitividad, todo lo que le falta ya al exquisito Federer) que para ganarle hay que darle un tiro en las rodillas. Habría que haber despellejado la palma de la mano del Wawrinka ese, con nombre de sopicaldo, antes de empezar a jugar, y así estarían igualados en el hándicap. Porque, en efecto, siempre nos quedará la duda

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