martes, 2 de abril de 2013



Escritor prematuramente exitoso vilipendiado en internet. De nombre, Ben. Americano. Ha escrito un libro anodino sobre Madrid. Tuvo suerte de estar en la ciudad cuando los atentados de Atocha. Sin los atentados, probablemente, nadie le hubiese editado un libro anodido sobre Madrid.

Me gusta ese libro porque me gustan las cosas anodinas. Ben Lerner no es Nocilla. No es deliberadamente moderno. No es ni triste. No es nada.

Me gusta porque no contiene entusiasmo. Cuenta el aburrimiento de un americano en Madrid, durante un curso o algo parecido. Al lado de una poetisa, traductora o algo parecido. Viaje a Granada en el que no va a visitar la Alhambra. Lo importante es resaltar que no se ha ido a visitar la Alhambra. De vuelta a Madrid, fiestas pijas. A veces folla, a veces no. Fuma mucho. Pero es un fumador turístico; pues, como dice, piensa dejar de fumar cuando vuelva a los Estados Unidos. Como no tiene una vida que impresione a nadie, se la inventa; se inventa cosas sobre sus padres, para seducir a su poetisa. Luego siente remordimientos por haber mentido sobre sus padres. Pero, siempre, con la idea de volver a su país en mente. Esto, a mi modo de ver, es lo reseñable.

La novela de Ben Lerner es la novela de un becado. En cierto sentido, es la novela de un turista. Alguien que vive una serie de experiencias que sabe que no le incumben; pues no siente apego alguno por el entorno. Le da igual todo lo que tiene alrededor, atentados terroristas inclusive. Esto le da distancia y otorga descaro al libro. Parece narrado sin filtros, sin pudor. Nada parece afectarle. Le gusta su poetisa, pero no mucho, no lo bastante.

El narrador es al mismo tiempo narrador y espectador. Si se implicase, el libro no seria igual; no tendría el mismo tono y carecería de gracia.

Uno se pregunta si es posible vivir así, con ese desapego por las cosas. Sería todo más fácil, sin duda. Me hace recordar a Robert Walser. Pero en Walser el desapego finalmente le pasó factura. El desapego en Walser formaba parte de, digamos, su modus operandi. Era un desapego estructural. No parece el caso de Lerner. Lerner es una especie de turista que pasa de todo porque vive fuera de casa. Su desapego es, por lo tanto, circunstancial. Cuando regrese, como dice, piensa dejar de fumar y recuperar una vida que es la suya. Una vida en la que sentirse implicado.

Ben Lerner no es un santo. Rober Walser era un santo. Walser nunca quiso sentirse implicado en nada. Lerner desea recuperar esa vida que dice que tiene en los Estados Unidos. Esa vida de poeta americano o lo que sea.

A Lerner le ha salido una novela walseriana porque da la casualidad de que le concedieron una beca en el extranjero y sucedieron los atentados. Y entre el fondo de tragedia y el tono desaborido que utiliza la cosa le ha quedado muy bien. A mí me molesta pensar que hay en Ben Lerner la impostura típica del turista; de quien sabe que la experiencia tiene una fecha límite. En la que todo acabará y podrá dejar de fumar y todo habrá sido un recuerdo vago. Y escribirá una novela con un aire difuso, de trazos borrosos y dejadez walseriana.

3 comentarios:

  1. Interesante reseña, ya me vale: jamás leeré este libro

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  2. se produce mucho esto que digo, a mi modo de ver: que todo sea un poco un juego y nada tenga consecuencias o las consecuencias importen poco, jugar con la realidad, jugar con la gente, como fichas en un tablero en una partida que empieza y acaba, sabiendo que existe la posibilidad de un "reset", un viaje de regreso, experiencias de prestado, profundamente ficticias... Lerner parece haber impostado esa actitud desaborida para ensayarla en ese libro

    no obstante el libro se lee bien; y se agradece que el autor no haya querido esconder que no es más que un turista, un pijo americano viviendo su particular exotismo en una ciudad en la que todo le parece barato

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  3. Seré desaborido... pues yo me muero de ganas de hacerme con ella.

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