jueves, 14 de marzo de 2013

Contrariado y aburrido, Javier Morant se pasea por una Feria de libros viejos y de ocasión. Los ansiolíticos le producen una rara susceptibilidad. Todo el mundo parece observarle, criticarle y reírse de él. Ha salido de casa, como otras veces, para perderse en las calles y no encontrarse con nadie conocido. Aspira el tufo rancio de los libros y procura que nadie le reconozca. Teme cruzarse con algún conocido. Si se le reconoce no podrá esconder su mirada perdida, como enloquecida. Javier Morant está absolutamente convencido de que cualquiera que le reconozca por la calle podrá leer en su rostro el desequilibrio que le indispone. Se siente frustrado y hueco, sin empuje para las cosas más básicas, como respirar y caminar. Hojea libros sin que hojear libros le interese apenas, con la mirada puesta en el entorno: las casetas y sus curiosos habitantes, los libreros, viejos como sus libros, muertos de abulia y desazón. La gente transita sin comprar nada. Los libreros parecen desesperanzados. Javier Morant se siente vigilado por los libreros; como si los libreros temiesen que les robase alguno de esos libros viejos y baratos. Tres, cuatro, cinco euros. ¿Vale la pena que me miréis así?, piensa Javier Morant cada vez que nota la mirada de un librero clavada en él. De las casetas de libros brotan las voces rancias de la literatura: todos esos textos ya antiguos, desfasados, de otro tiempo, esperando ser elegidos, como si fueran solteronas rancias deseando que haya alguien que las saque a bailar. ¿Quién se acuerda de todos esos autores, de todas esas ediciones y editoriales? Montañas de papel amarillento. Fantasmas del pasado. Voces muertas.

Encuentra un libro de Michael Ondaatje, Cosas de familia, que compra por comprar. Manosea varios. Umbral, Proust, Justo Navarro. Los libreros suelen ordenarlos por temas. Escriben a mano sobre papeles fluorescentes: Historia, Literatura hispanoamericana, Literatura anglosajona, Esoterismo, Autoayuda, Arte, Poesía. El saber humano descendiendo, hundiéndose. Tal vez víctima de su propio peso. De su ya larga tradición.


2 comentarios:

  1. Sí que es larga la tradición, sí, y aun así la gente no se cansa de escribir. De leer se cansan todos, hasta los que escriben.

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  2. Cuidado con los ansiolíticos, Sr. Morant que está llegando la primavera y época es esta de grandes sobresaltos del espíritu.
    Suerte y ánimo, cuente, cuente.

    Valeria

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